Ya desde sus imágenes germinales, realizadas a través de una grabación con un dispositivo móvil que sugiere mediante desenfoques y planos cortos, además de una cotidianeidad patente, una exploración que los propios confines de la sexualidad invitan a realizar, Los límites del amor ofrece mediante esas texturas y la indeterminación con que moldea el plano un acercamiento que no se llega a concretar más allá de esos parámetros a lo largo del resto de metraje. O, dicho de otro modo, Tomasz Wiński esboza unas coordenadas para su debut en la dirección en las que no parece atreverse a profundizar a raíz del relato que propone. Puede que, en efecto, a raíz de ese extraño inicio, se le den un valor añadido a imágenes que verdaderamente no lo poseen, pero que sin embargo dotan de un carácter distintivo al núcleo del film, un hecho que no se prolongará —si bien el checo vuelve a esos dispositivos, aunque ya desde una perspectiva un tanto normalizada—, y que se encontrará con las hechuras de un relato mucho más simple e introspectivo de lo que se podía deducir de un film como el que nos ocupa.
Así, y más allá de la capacidad de sugestión que se pudiera sustraer de sus primeras estampas —dejando a un lado las intenciones de Wiński, que cada espectador comprenderá de un modo distinto—, Los límites del amor pronto desplaza los confines de esa propuesta a un terreno en el que, lejos de las contradicciones surgidas y sostenidas por los protagonistas, no hay muchas más dobleces; esto es, el checo propone una situación que otorgaba visos alrededor de una exploración ciertamente sugestiva, pero acaba resultando un tanto más obtusa de lo prometido.
Y es que si bien es cierto que sobre esa tesitura es capaz de otorgar la dimensionalidad adecuada a los personajes, retozando desde las constantes que provee el propio estímulo sexual/afectivo, y desvelando disyuntivas que en ocasiones se pueden sentir un tanto rutinarias y encorsetadas, el film no termina de pivotar sobre el punto de interés que otorgaba ese jugueteo en torno a la propia sexualidad y las posibilidades de encontrar vías colindantes que provean un impulso complementario a la propia relación de los dos protagonistas.
De este modo, y siendo Los limites del amor un film que cuanto menos no lo fía todo al terreno de la comedia romántica que podría haber armado con suficiencia Wiński, logrando incluso introducir situaciones que se alejan del mero cuestionamiento acerca de una relación abierta, la realidad es que en algún punto se siente más como una oportunidad perdida que como una mirada lucida o acerada sobre una temática que, en los tiempos que corren, es de actualidad.
Ello no implica que se detecte en el trabajo del cineasta una visión interesada ni mucho menos oportunista, puesto que al fin y al cabo provee una mirada propia que sobre todo se dilucida con esa conclusión —un tanto extraña, todo sea dicho—, pero resulta difícil encontrar en ella la suficiente complejidad como para abordar un asunto que, por si fuera poco, nunca interpela al espectador con la fuerza necesaria como para encontrar una reacción.
Los límites del amor se presenta así como un mosaico fallido que, aún encontrando determinadas aristas y cuestionando ciertos aspectos que giran en torno a los vínculos afectivos, en pocas ocasiones halla el tono y direccionalidad adecuados desde el que explorar aquello que, en realidad, va mucho más lejos de lo que el poliamor o la monogamia sugieren. Algo que ni el propio realizador parece comprender al tomar una elección a todas luces innecesaria.
Larga vida a la nueva carne.