Dirigida por doce estudiantes de la ESCAC (Escola Superior de Cinema i Audiovisuals de Catalunya), Los inocentes cumple uno a uno todos los tópicos de un «slasher» de manual; es decir una película realizada a partir de la visión de gran cantidad de “clásicos” del género o la lectura de textos especializados en el tema. De este modo, la estructura del guión, los personajes nada interesantes, los enrevesados crímenes rituales, el falso sospechoso, el desenlace… todo nos suena a conocido y no causa demasiada sorpresa, ni siquiera en aquellos elementos (de nuevo, el desenlace) que lo pretenden. Resulta, sin embargo, mucho más interesante por las múltiples opciones narrativas que se adoptan a lo largo del film y el diseño de los asesinatos, aspecto éste muy cuidado y muy bien resuelto.
Las fuentes principales en las que parece inspirarse directamente Los inocentes son todas aquellas peliculas de terror de los 80 que inundaron las pantallas de cine y sobre todo las estanterías de los videoclubs de alquiler, aunque también evidencia algunos “homenajes” a films de terror más recientes. El planteamiento inicial, por ejemplo, es idéntico al de El día de los inocentes (Slaughter High, 1985, George Dugdale, Mark Ezra, Peter Mackenzie Litten) o al de El tren del terror (Terror Train, 1980,Roger Spottiswoode); posee además algunas referencias —el personaje de “El Chino”— a Inocentada sangrienta (April Fool’s Day, 1986, Fred Walton); sin olvidar los grandes títulos del género como Viernes 13 (en el desenlace), La matanza de Texas (La huida de la chica por la carretera), y en general a cualquiera de los muchos slasher de los 80. No aparecen, sin embargo, referencias al «giallo» italiano ni al moderno «slasher» francés de Alexandre Aja. Por supuesto, el intento de hacer un cine de género “made in spain” tipo Tuno Negro (2001, Pedro L. Barbero, Vicente J. Martín) no parece estar tampoco entre las aspiraciones de los doce directores de este proyecto (Carlos Alonso, Dídac Cervera, Marta Díaz, Laura García, Eugeni Guillem, Ander Iriarte, Gerard Martí, Marc Martínez, Rubén Montero, Arnau Pons, Marc Pujolar y Miguel Sánchez), sino que buscan claramente realizar una film “a la americana”.
La multiplicidad de realizadores se traduce en un historia en las que se varia con demasiada frecuencia el punto de vista narrativo, algo que sin embargo aporta un enorme ritmo a la película, pero también un cierto desconcierto en el espectador. Así, por ejemplo, en un momento del film el conflicto que experimentan los protagonistas se cuenta —en un brusco cambio de timón— a través de la pantalla de un móvil que está grabando todo lo que está pasando hasta que se agota la batería (al estilo de El proyecto de la Bruja de Blair), momento en que el film recupera el modo de narración habitual. Este cambio de perspectiva no encuentra justificación alguna, más que el capricho de uno de los directores del proyecto que decidió contar su segmento de esa manera.
Con respecto al diseño de los crímenes, en general, resultan bastante currados y muy originales, sacrificando verosimiltud por espectacularidad, en algunos casos, rozan el gore y en otros mucho aparecen más enrevesados e increíbles; pero en realidad, el objetivo del «slasher» no es otro que ese: presentar a una serie de adolescentes que van siendo eliminados uno a uno siempre del modo más original posible, premisa que Los inocentes cumple a la perfección. Es cierto que la mayor parte de ellos parecen perpetrados por un fantasma travieso que por un ser humano, y quizá sí el film hubiera optado más por lo sobrenatural habría tenido, desde mi punto de vista, un gancho mucho mayor.
Así, que en general, Los inocentes se me antoja un film simpático, repleto de buenas intenciones, que consigue algunos momentos de gran impacto, y que en su falta de pretensiones es dónde encuentra quizá su principal virtud.