La segunda mitad del siglo XX fue una época sumamente conflictiva en la mayoría de los países de la región centroamericana; en el caso de Guatemala, el militar José Efraín Ríos Montt llegó al poder mediante un Golpe de Estado en 1982, momento en el que comienza a perseguir a sus detractores abalanzándose contra la población indígena.
Uno de los eventos más tristemente recordados de esta Dictadura es la masacre de Río Negro, donde 177 mujeres y niños fueron asesinados. Este filme toma la historia real de Jesús Tecú Osorio, quien en el filme es llamado Andrés (José Martínez), un niño de unos 9 años de edad que sobrevive a este evento y es llevado por uno de los que perpetraron la masacre para que viva con él y su esposa.
Este hombre es Pedro (Rafael Rojas), quien no es militar, pero sí paramilitar, que eran ciudadanos armados que apoyaban al régimen, y por ende, las acciones del ejército, motivo por el que participaron de la masacre. La trama de la película se centra en la relación de estos tres personajes, y va girando en torno a la presión obvia que recibe Pedro al llegar el rumor de que acogió a ese chico.
¿Qué es lo que mueve a este personaje a realizar esto? ¿Vale la pena el riesgo? ¿Entiende Andrés todo lo que sucede a su alrededor? Son algunos de los interrogantes que se van respondiendo a lo largo de los casi 80 minutos de metraje; importante señalar que la idea de la que parte el filme es una historia real pero, sin embargo, se desenvuelve por completo como ficción.
La película, filmada en una zona rural de Guatemala, parte como se ha hecho mención de conocer la convivencia del trío protagonista, de ahí que se vea mucho del costumbrismo propio de una comunidad alejada, lo cual para un espectador de otras latitudes pueda apreciarse como algo exótico. Esto pronto comienza a maquillarse en el momento en que empieza la parte más compleja del relato, ¿qué hacer con este chico?
El sevillano Chema Rodríguez es el director de esta película, siendo este su quinto largometraje, segunda obra de ficción y tercer trabajo centrado propiamente en Centroamérica, específicamente en Guatemala, tras Estrellas de la línea (2006), que aborda la prostitución, y Coyote (2009), acerca de la temática de la migración ilegal a Estados Unidos.
Como se ha determinado, en Los gigantes no existen se toca un tema complejo dentro de la historia guatemalteca, que por más lejano que parezca, tras cuarenta años aún está latente, no en vano el juicio a Ríos Montt se inició en 2013, muriendo en abril pasado de forma impune por una anulación a su sentencia. E incluso, más específico en la historia de la película, la lucha actual de Tecú por llevar a la cárcel a quienes perpetraron dicha masacre.
Como aspectos positivos del filme se desvelan la intención de Rodríguez, la apuesta arriesgada por como maneja la historia, como busca que se sienta empatía por Pedro, a pesar de que fue parte de las personas que realizaron la masacre, objeto donde entran en juego los interrogantes planteados inicialmente, sus motivos. Las actuaciones son otro de los puntos altos, naturales y bien logrados en los protagonistas; como curiosidad, mencionar que el verdadero Tecú actúa en el filme.
Por otro lado, se puede apreciar que hay una tendencia a realizar escenas muy cortas, lo que hace parecer el filme muy segmentado; estas no se desarrollan del todo, y surge además una reiteración de ideas, en las que comprender rápidamente las amenazas que sufre Pedro por tener al chico.
Aún con estos detalles, Los gigantes no existen resulta una buena producción, un trabajo esforzado con una historia bastante digna de contar, con buenas intenciones, que busca desde la ficción retomar parte de la historia guatemalteca y de eventos que, en palabras de su propio director, son desconocidos por buena parte de la población joven de este país.