«Hombres decentes»
Sarajevo ha sido un festival que en la presente edición ha sido el lugar de encuentro del cine rumano actual, dejando bien claro que sigue teniendo mucho que decir y en evolución constante. Si ya hablamos de Puiu y su Sieranevada y de Radu Jude y su último trabajo, Scarred Hearts, ahora le toca el turno para otro de las vacas sagradas de la cinematografía rumana actual: Cristian Mungiu, director de 4 meses, 3 semanas, 2 días (2007) o Más allá de las colinas (2012).
Los exámenes (Bacalaureat en su título original) es una historia de dilemas morales, o más bien la ausencia de ellos para nuestro protagonista, llamado Romeo, un prestigioso médico de 50 años que escucha música clásica y aspira a que su hija consiga las notas más altas en el último tramo de sus años de instituto (podría ser el equivalente a nuestra selectividad en España) para optar a una beca en alguna de las universidades más prestigiosas de Europa y se largue para siempre de un lugar como Rumanía. Romeo es, también, una persona con estudios, con un trabajo bien considerado, inquietudes culturales, con formación de toda clase y sobre todo y como no para de repetir constantemente, un hombre decente.
Todo se va al traste cuando el día antes del inicio de los exámenes, su hija, su preciada hija, sufre un ataque por un desconocido, que intenta violarla. No consigue su objetivo, pero la joven queda emocionalmente afectada. Entonces Romeo, Romeo el digno, Romeo el «te miro por encima del hombro porque escucho música clásica y tengo un buen trabajo», se pone manos a la obra. Lo que sea por mi hija. Unas llamadas de teléfono, unas charlas en la oscuridad de un portal entre hombres decentes, favores por aquí, favores por allá, paso mil veces de mi hija porque la pobre es medio tonta y no sabe lo que le conviene y listos; la rueda de la burocracia y el clientelismo se ponen en marcha.
Que Romeo es un hipócrita queda claro desde el principio. Al fin y al cabo vive un romance con una mujer más joven que él, que resulta ser profesora en el colegio de su propia hija, Eliza. También se la tiene jurada al novio de esta, un despreocupado chaval, profesor de inglés y que aspira a ser DJ. No, no es un hombre decente como él, faltaría más.
En los pocos días que transcurren en la película Romeo I El Digno mantiene un pulso moral con su hija. La chica no está dispuesta a hacer según que cosas. De todas maneras, ni ella misma quiere marcharse de Rumanía y empezar una vida de cero, no aspira a dejar al novio, ni a sus amigos, ni está obsesionada por tener un gran futuro laboral fuera de su país. Es un tira y afloja entre los dos. ¿Conseguirá nuestro protagonista entrar en razón a la ingenua de su hija?
Mungiu sigue ofreciéndonos una atmósfera angustiante, siguiendo a su personaje sin desprenderse de él. Lo aprovecha para hacer una radiografía de su país sin concesiones, y sin embargo, al final muestra un optimismo nunca antes visto en ese plano final, con una analogía sencilla y concisa. Toda la obra podría resumirse en ese instante final antes del corte a negro.
Como decía, su cineasta tiene mucho que decir de un país donde el clientelismo lo impregna todo, con una generación entera de jóvenes que aspiran a marcharse lejos y no volver nunca ante la falta de oportunidades. Irónicamente, es su hija quien no se quiere ir, mientras que su padre, Romeo, no parece tener ninguna esperanza en que las cosas vayan a mejor.
El choque generacional entre las personas que vivieron la época comunista y quienes nacieron una vez el muro de Berlín tan sólo era un souvenir a 10 euros el trozo de piedra es bestial. Los primeros parecen haber perpetuado la picaresca, la corrupción y el clientelismo de antaño, mientras los segundos aspiran a cosas como una democracia real y otras barbaridades ingenuas propias de la edad.
Los exámenes es un cuento moral. Sencillo pero eficaz, con ciertas ideas que quedan impregnadas en un relato de manera magistral. La transformación de su protagonista y esa parte final, donde debe enfrentarse, tal vez por primera vez, a la consecuencias de sus actos y cómo estos podrían arrasar todo a su alrededor es demoledor. Podría mirarse algunas partes del relato con las gafas de la expiación y la culpa, aunque no tanto en un sentido religioso como humanista.
Porque con la última parte del relato uno entiende que el título de la película puede hacer referencia tanto a los exámenes que debe hacer Eliza como a la idea de mirarse en un espejo y por primera vez, reconocer que de hombre decente y digno ahí hay más bien poco o nada.