Los espantapájaros (Nouri Bouzid)

La huida de Zina y Djo de un cautiverio repleto de vejaciones, violaciones y maltratos traerá consigo una serie de consecuencias que irán más allá del esperado apoyo psicológico e incluso la consecuente sororidad ante una situación límite como la vivida por las protagonistas de Los espantapájaros, nuevo largometraje del cineasta tunecino Nouri Bouzid tras las cámaras: mientras la primera experimente miradas reprobables y un señalamiento público al percibirse la suya como una tesitura que podría llegar a ocultar un vínculo con sus captores, terroristas islamistas que además le arrebataron a su hijo de dos años, la segunda verá como el trauma le lleva a no poder articular palabras y plasmar, en cambio, todo lo vivido a través de una novela en la que expresar ese torbellino emocional. De hecho, lejos del significado de esos vocablos que sugieren una experiencia rayana en el horror más puro, la reacción de Zina al llegar, finalmente, a su hogar, y decidir meterse de inmediato en la ducha, apela no tanto a lo físico como a lo simbólico, encontrando en el agua una forma de escapar de ese terror, de buscar una suerte de “purificación” que la aleje de las heridas interiores que han socavado su ser durante meses.

Bouzid representa toda esa secuencia, la del regreso, con un aparato formal que huye de adornos, más bien se apoya en una tosquedad palpable que, junto a esos abruptos cortes de que surte en ocasiones el montaje a la narración, van armando un ejercicio que, más que hurgar y retozar en toda esa decadencia que se desprenderá del relato, busca ser consecuente con lo expuesto, dotar de un armazón que opte por huir de cualquier posible banalización y, al mismo tiempo, no frivolice esa por momentos incómoda crónica. En ese aspecto, destaca también el tratamiento que el autor de Man of Ashes realiza del ‹flashback›: lejos de emplear dicha herramienta con un cometido explicativo, que muy probablemente redundaría sobre la descarnada y traumática experiencia, sosteniendo una gravedad que, si bien conviene tener presente, ya se sustrae de las reacciones de ambos personajes, su empleo posee una función dramática que va exponiendo las cicatrices contenidas en ambos personajes, reforzando así la consecución de un estado voluble. Esta decisión también influirá en una narrativa que irá descubriendo las distintas aristas de una historia no relatada —que el espectador, al igual que el resto de personajes, desconoce— a través de los pasos de Zina, dotando así de un barniz mucho más sugerente al film que el que podrían ofrecer secuencias disgregadas del conjunto y (re)construidas para la ocasión.

Un proceso, el recorrido por Zina, que irá desnaturalizando una esencia que se nos descubre mediante diálogos —esos en los que su madre habla acerca de la relación entre la protagonista y su padre, y el carácter rebelde que esta exhibía— y que encontrará en la huida perpetua acometida por el personaje una suerte de forma de negarse, de renunciar a lo que fue. Los espantapájaros reproduce así un marco complejo y difícil de abordar, y lo hace expresando una ambivalencia bien expuesta, esa donde la víctima puede llegar a ser cómplice a ojos de una sociedad que no deja de poner sus intereses y prejuicios incluso frente al sufrimiento ajeno, y que además ilustra a la perfección cómo la equidistancia se puede llegar a presentar ante cuestiones de una extrema urgencia cuya peligrosidad resulta más que patente.

El dispositivo desplegado por Bouzid dialoga así con tenacidad sobre asuntos realmente importantes, y lo hace cayendo en la contradicción de sus personajes, alimentando esas pequeñas imperfecciones desde las que poder comprender con mayor amplitud un contexto enrarecido, donde ni siquiera los vínculos consanguíneos aseguran una comprensión que se antojaría, cuanto menos, lógica. Quizá en esa reconstrucción de la crónica de Zina, a la que finalmente termina dotando de sentido narrativo un último ‹flashback›, no funcione siempre del mejor modo, pero desde luego el tunecino capta con creces la crudeza y aspereza de un ambiente que habla por sí solo en esa escapada constante que no se detendrá ni en su último plano, epítome de una realidad tan incomprensible como fruto de los estigmas de una sociedad que no los abandona ni ante aquello que debiera parecer razonable.

Podéis ver Los espantapájaros en Filmin:

https://www.filmin.es/pelicula/los-espantapajaros

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *