Los emigrantes (Erik Poppe)

Tierra de oportunidades

El noruego Erik Poppe, director de dramas históricos como La decisión del rey o de la recreación en tiempo real de la matanza de Utoya, nos obsequia con Los emigrantes, una crónica del siglo XIX centrada en quienes atracaron en las costas norteamericanas desde Suecia. Si el prólogo de El padrino. Parte II revelaba los métodos de distribución de los inmigrantes, sus llegadas en las embarcaciones y las pobres condiciones con las que tenían que lidiar, que desmitificaban la imagen de los Estados Unidos como la tierra de las oportunidades.

La pieza, articulada en tres episodios (aunque puede ser considerada perfectamente como un largometraje de larga duración) se basa en una novela del escritor Vilhelm Moberg, publicada en 1949, y parte de esta última base temática y crítica para ofrecer una mirada determinada hacia el capitalismo yankee y la sociedad de la época. No es la primera vez que este libro es llevado a la pantalla cinematográfica, pues Jan Troell se encargó de reunir a los dos mejores actores suecos del momento, Max von Sydow y Liv Ullman, para filmar su versión de Los emigrantes en 1971.

Hay un giro estético muy hermoso y revelador en la serie, que empieza con una estética apagada, pero cuando el espectador se familiariza cada vez más con la idiosincrasia del territorio la imagen va ganando saturación. Aludimos a una metáfora de la esperanza, quizá el tema elemental de la serie, pero también, y la paradoja es insoslayable, de la falsa concepción del país de estar siempre con los brazos abiertos a todo el mundo. Si bien la destreza técnica impuesta por el director se empecina en ser más descriptiva que crítica, este último punto está implícito en muchos gestos de la trama, pensando en preguntas retóricas que un personaje se hace: “muéstrame el camino a seguir”.

El sueco Gustaf Skarsgård encabeza el reparto de esta película episódica, intérprete con una trayectoria siempre a caballo entre el cine y la televisión, habiendo colaborado en series internacionales como Vikingos o Westworld o en films como Camino a la libertad.

La dirección artística y los decorados son reflejo de una meticulosa recreación histórica, sobre todo las escenas en interiores respiran verdad. El departamento fotográfico y de iluminación se preocupan de que los personajes, cuyas caracterizaciones están muy cuidadas, puedan estar rodeados de la atmósfera idónea, y de nuevo sacar a relucir la potencialidad del cine como arte de la síntesis y vehículo hacia una época distinta.

Es frecuente ver en la serie la utilización de la cámara en mano, desligada de sus ataduras. Poppe logra un dinamismo que va de la mano de la urgencia de los personajes por encontrar una vida más digna y un mayor confort, sobre todo pensando en sus hijos. En definitiva, una de las grandes aportaciones de este certamen, que nunca se traiciona a sí misma, es constante y sabe a la perfección que ritmo adquirir para que el espectador empatice.

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