Existen bastantes estereotipos acerca de los centros psiquiátricos. Cuando pensamos en esta clase de instituciones, normalmente se nos vienen a la mente recuerdos de ciertas películas de terror o de intriga, por no hablar de representaciones extremas como la de ese manicomio llamado Asilo Arkham, de Batman. Pero, en realidad, esta clase de lugares existen para tratar de ayudar o, dependiendo del caso, también de reinsertar en la sociedad a personas normales que han llevado a cabo un acto traumático en su vida.
Un ejemplo de esto lo tenemos en Villa Biondi, centro psiquiátrico italiano ubicado al norte de la Toscana y que focaliza buena parte del metraje de Locas de alegría (La pazza gioia), película del realizador italiano Paolo Virzì. En esta institución de mujeres, el personaje más carismático no es otro que el de Beatrice, mujer que dice ser una rica y famosa condesa y que, pese a su internamiento, no duda en comportarse según los estándares de su título. Todos parecen mantener una distancia con ella, al menos hasta que Villa Biondi recibe la llegada de Donatella, una joven de apariencia física salvaje pero con un comportamiento austero que refleja cierto misterio acerca del motivo de su ingreso.
Locas de alegría es, pues, la historia de la relación entre estas dos mujeres. Sin eludir un necesario alegato acerca de que las personas a priori locas están, a veces, más cuerdas que las teóricamente normales, el film se nutre en su esencia de un toque humorístico bastante claro y universal. La enorme diferencia de personalidad entre las dos protagonistas —la extroversión y el refinamiento de Beatrice frente al carácter introvertido y origen humilde de Donatella— posibilita que veamos una cinta bastante rica en su guión y repleta de gags de humor más graciosos de lo que pueda parecer.
En este sentido, Valiera Bruni-Tedeschi se alza como el rostro más perdurable de la película, al estar la actriz turinesa ante un papel que le viene perfecto. Combinando fina ironía y enérgica presencia para caracterizar a Beatrice, su actuación complementa bien a la no menos meritoria de su compañera Micaela Ramazzotti y, desde luego, también a la realización de su director. Paolo Virzì le da la vuelta al tono más dramático con el que concibió la recomendable El capital humano pero sin apartarse de ese espíritu ácido que tan bien le sientan a esta clase de obras. En este caso, no tanto por el calado que posee en la línea general del relato (con pocas ínfulas de querer ser trascendente) como sí en ciertas escenas donde, dejando de lado la línea humorística, es fácil extrapolarlas a lo que sucede en la realidad. Temas como la doble y falsa moral de algunos ricos o el machismo aparecen con frecuencia.
Locas de alegría es una comedia que difícilmente podrá ser calificada por alguien con el rastrero adjetivo de inteligente por su falta de sofisticación cinematográfica (aunque hay méritos formales y algún homenaje a cintas como Thelma & Louise), pero tampoco como burda porque en absoluto sus gags son estúpidos o chabacanos. Es una comedia en el más puro sentido, un film que hace pensar sobre ciertos aspectos sin que, por ello, sea necesario esconder la siempre recomendable carcajada. Eso sí, en su recta final pierde gancho por lo efectista que resulta en ciertos momentos, tanto en la elección de ciertos planos como, sobre todo, en la sobreexplicación que se otorga sobre detalles que todavía no habían quedado resueltos en pantalla. En cualquier caso, Locas de alegría no deja de ser una cinta muy interesante para echar unas risas y sacudirse de encima una ristra de tópicos acerca de los psiquiátricos… y de las personas que en ellos residen.