Lo mío, lo tuyo y lo de todos los demás

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Estaba escribiendo mi propio Top Ten 2014, aquello que queremos compartir con el lector sobre el año perfecto en el que se nos sitúa dentro de un cine devorando butacas mientras reímos y lloramos al ritmo de lo que sucede en pantalla. Al mismo tiempo, las redes sociales se convierten en campo de batalla abierto, donde unos alaban los lápices y otros recuerdan una vez más aquello de «internet va a aniquilar el cine». Mientras tanto, entre los cables y los andamios internos de la web hay un trasiego de listas de compañeros que revisar para que todos podamos opinar de un mismo tema con lengua propia.

Lo mío, lo tuyo y lo de todos los demás.

En este triangulo que es más vicioso que cualquier círculo sin aristas me sumerjo, con la constante cantinela en mi cabeza de cual es la necesidad de que yo haga una lista personal si a nadie le importa. Pero me convenzo, me digo que está bien recopilar para recordar, y tal vez entre todos consigamos eso de recomendar.

Aunque esto no pretende ser un soliloquio sobre dudas femeninas con poca existencialidad, lo cierto es que la envidia me corroe al ver algunas de las otras listas: ¿esta película se ha estrenado? ¿llegará a España esta otra? ¿esta no tiene tres años ya? Porque ciertamente, desde cada hogar, unas listas han salido del 2014 y otras se asemejan más a «lo mejor de la última década y me salto el 2014 que ya lo comentaré en el 2016». Y vuelves a dudar: ¿pongo Enemy o ya fue bastante elogiada en las listas del 2013? Siempre voy con un año de retraso con esto de vivir alejada de todo y de todos. No soy un cangrejo ermitaño, ¿eh? Sólo vivo en una ciudad en particular y tengo la edad suficiente como para recordar los cines en el centro, las películas de Lars programadas en su época dogmática, hacer cola en días de lluvia a la intemperie… ¿dónde están las oscuras golondrinas? pues eso, todas muertas, sustituidas por multisalas unicelulares —esto es, todas con la misma película a la vez, sin variedad alguna—. Entonces abandono las comparativas de lo nuevo y lo viejo, lo que ha visto el que ha estado hasta en el festival de Sarajevo y lo mío y me voy a internet, para ver, ya con desidia, cómo desde allí se acusa al mismo medio y sus usuarios que con su compulsivismo van a acabar con la distribución. Ya, claro. Muy lógico todo.

Enemy

La generación de Internet y su consumismo ilimitado. Esa generación que abarca a todo dios con una pantalla de tamaño indeterminado cerca: el de la generación de la nocilla, el de los videojuegos, el que fue a EGB, el de la postguerra, el de Pokémon o Dora la Exploradora. Todos culpables, acusados por otros que utilizan los mismos medios. Internet se considera ahora mismo un ente bipolar, igual es eco de cultura que aniquilador de puestos de trabajo, según el objetivo de quien lo nombre. Los que nos expresamos por aquí ya conocemos aquello de quitar el pan a los profesionales, cuando lo único que nos gusta es compartir, sin siquiera saber si va a llegar a alguien. Para divertirme, unas líneas de Cinema ad hoc bastan; ¿una reflexión compleja y estudiada? pues pasemos por Cine Divergente; o un día, donde disfrutar el cine en otras dimensiones con unos cuantos clics en Visual 404… sólo unos pequeños ejemplos de cómo encontrar un poco de riesgo y mucha personalidad en tantas ediciones digitales que para nada anulan al papel o a la profesionalidad de algunos. Vaya, yo recuerdo como un día feliz cuando leí en la portada de El País que en esta edición de Sitges se había estrenado REC 5. Un doble final para la saga. Y más que interesante fue hojear Caimán donde nos recordaban que Boyhood ya se había rodado en múltiples ocasiones.

Pero el dedo acusatorio es como la nariz de Pinocho, no para de crecer y cada vez quiere alcanzar más. Cuando comenzamos con Cine Maldito, yo ignorantemente preguntaba «¿entonces, si no se estrena aquí es maldita?» y me decían «no Cris, tu ciudad no cuenta». Triste realidad, con el tiempo vi que ninguna ciudad cuenta si no es Barcelona o Madrid, y a veces hay que tener a estas en cuenta tres años tarde.

Yo vi Spring Breakers en el cine, para ello cogí dos trenes (uno de larga distancia), dos metros y caminé unos diez minutos. Eso sí, la pude ver en V.O. con la risita floja de unos adolescentes como sonido ambiental. No quiero hacer cálculos de cuanto me costó (y ahora hablo de dinero) ver la peliculita, una que disfruté y que pude poner en mi Top Ten de 2013, aunque claro, ya la habían puesto todos en 2012 tras pasar por un festival (entonces repito lo de cine con solera con Enemy, ¿no?). Tarde pero seguro. Este año la espinita es Magical Girl —una de muchas, pero mejor recalco una por año—, oye, que no bastó con ir a otra ciudad, ni siquiera pasar por Barcelona, para poder verla. Demasiado tarde para lo que ahora se comprende como tiempos cinéfilos.

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Reconocedlo, todo esto nos lleva una y otra vez a Internet, el cine online es una vía de escape, equivocado con el «todo gratis» por los exaltados defensores de la culpa ajena. Churras y merinas. Para ellos parece fácil confundir el compulsivismo cinéfilo con un desorden creado en algunos desde pequeños: cada día veo a niños amarrarse a juguetes y con decir «bu» conseguirlos, sin necesidad de llegar al «bua», ni siquiera un esfuerzo por patalear caprichosamente ante padres que no utilizan un amable no que les indique que no todo es tan fácil de conseguir. Así unos cuantos crecen, lo cogen todo por estar al alcance y lo olvidan en un cajón. Pero esto es algo que cada vez se generaliza más hasta decir: todos lo hacéis. Mentira, muy cochina además.

No pienso en una distribución más solvente, cada distribuidora lleva el ritmo que puede soportar, del mismo modo que no pienso que todas las alternativas que existen para ver algo que no llegará en años (teniendo en cuenta que aquí no llegará nunca) sean un arma del diablo, más aún sabiendo que una gran mayoría ni siquiera son «ilegales».

No se crean ladrones virtuales por subjetivizar el cine en una web donde cada uno, con sus respectivos mimos y rabietas, la ve convertirse en algo. Es hastiante ver comunicaciones unilaterales que luego hablan de debate tras haberlo negado. En el fondo todos nos movemos por un mismo motivo: el cine, pero al individuo, déjale que lo disfrute como le venga en gana, que se convertirá en una experiencia única e irrepetible sin necesidad de condicionantes. Me seguirá pareciendo alucinante que alguien disfrute en una sala de cine, comprando dvd’s de otros países, viendo películas rusas sin subtítulos para encontrarle un sentido más profundo o con sesiones kitsch de pelis de princesas Disney con algún disco de Sonic Youth a un tiempo. ¿Lo importante no era gozarlo con tu propia intimidad?

Definitivamente entra Enemy y sale Upstream Color, y mi lista del 2014 seguirá defendiendo lo de antaño.

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