Ya acabó el Festival de Cine Europeo de Sevilla. Ha sido más de una semana de cine. De bastante buen cine, por cierto. Una vez acabado, toca repensar lo que ha dado de si el certamen y poner el consiguiente top de turno.
El SEFF se ha caracterizado este año por mantener algunas de sus constantes más reconocibles e intentar reformar otras de sus ideas. En el primer bloque, se sigue intentando hacer de Sevilla una ciudad donde confluya el cine europeo más visceral y atrevido mientras también se pasean algunos de los títulos con mayor éxito en festivales. De igual manera, puede reconocerse como un acierto la sección Resistencias, donde cabe todo aquel cine español que lucha por abrirse hueco en su distribución y con formas e ideas alejadas del cine comercial patrio.
Por otro lado, esta edición se ha consolidado como un puzzle de miradas donde se han encontrado ideas que se repiten con cada vez mayor insistencia. No podemos dejar de observar como cada año desfilan por la capital andaluza un sin fin de miradas femeninas, o sobre el mundo femenino, donde cada vez aparece retratada cierta masculinidad como algo viejo, patético y obsoleto. A esto ha ayudado una sección especial como ha sido «Yo no soy esa», que desgraciadamente no parece haber sido el punto de inflexión que necesita el Festival, como tampoco parece haber encandilado al público.
Desde Voir du pays hasta Suntan, por las salas de cine han desfilado personajes femeninos que intentan ser anulados por una masculinidad que se siente atacada y a la defensiva. Une vie, la película inaugural del Festival, cumple a la perfección dicha observación, con un maravilloso personaje femenino que se mueve en la cinta en tres actos: donde es dominada por su marido, luego por su padre y finalmente hasta por su propio hijo. En El día más feliz en la vida de Olli Mäki lo interesante es ese protagonista, un boxeador, alejado del rol pre establecido dado su condición. Puestos a sacar ideas de donde posiblemente no haya nada, Olli Mäki sufre por no ‘encajar’ en una determinada masculinidad (dura, de pocas palabras, paternalista, machista y obsesionada con la victoria, donde la mujer es un trofeo). Victoria, United States of Love o It’s not the Time of My Life, llevan entre sus miradas o detalles el mismo malestar sobre la feminidad, aunque con aciertos desiguales.
En otro orden de cosas, este año, al igual que el anterior, se ha descartado la sección dedicada a un país invitado, pero ha quedado claro que la programación se nutre de una gran cantidad de títulos provenientes de Francia. Sigo echando en falta títulos y obras importantes de Europa del Este y de los Balcanes en particular, pero la inmensidad que supone un Festival dedicado al cine europeo se lo perdona. Porque lo cierto es que todos los años el certamen se encomienda una tarea inabarcable, como es ofrecer las distintas miradas de nuestro continente.
En resumen, El SEFF sigue profundizando en lo que funciona, buscando alguna innovación y expandiéndose, muy lentamente, por la ciudad. Sigue funcionando en su mezcla del cine más arriesgado y de acceso imposible junto con otro tipo de cine, normalmente empotrado en la sección EFA (la antesala de los Premios del Cine Europeo), que suele ser la que más gusta al espectador. Un certamen donde la mirada sobre Europa se traduce en decenas de historias diferentes, donde la crisis económica y moral sigue asolando al continente. Donde cada año encontramos una joyita de película de temática LGTBI. Este año le tocó a la maravillosa Heartstone. Un Festival donde Europa suele mirarse en el reflejo, y rara vez puede dejar de horrorizarse ante lo ve.
Y ahora, vamos con el top 10 de lo mejor del Festival:
10 — The Student (Kirill Serebrennikov)
Aunque finalmente acabe discurriendo por sendas más convencionales y acaba por resultar demasiado paródico y hasta maníqueo, durante buena parte del relato la obra del ruso Serebrennikov bordea magistralmente el punto de vista de un adolescente que decide seguir al pie de las letras los escritos de la biblia, resultando un personaje al que no conseguimos entender mientras seguimos con interés la guerra de ideas que se desata con su profesora de biología, que peca (nunca mejor dicho) de una obsesión por contra decir al chaval que es poco frecuente en el cine. Todos los grises que sustentan buena parte de la obra desaparecen al final, pero la obra sigue siendo una buena película donde no es difícil entender a la escuela donde se desarrolla la historia como una metáfora de la Rusia de Putin.
9 — La Mano Invisible (David Macían)
La propuesta salida de la novela de Isaac Rosa y llevada a la gran pantalla por David Macían funciona gracias a una planteamiento inicial que seduce. Un grupo de personas en paro es contratado para ‘representar’ su trabajo en una nave de un polígono industrial, donde son observador por un público al que no ven y cuya única norma a parte de realizar su trabajo en un determinado tiempo, es destruir dicho trabajo al final del día. A pesar de la repetición de la propuesta, la obra avanza gracias a los personajes y a la información que el espectador va descubriendo. Hay varias ideas en la película que se sigue con interés. No puede evitar cierto sermón final como sucede en una obra de estas características, pero convence y atrapa al espectador.
8 — Scarred Hearts (Radu Jude)
Radu Jude, al que seguimos siempre muy de cerca en Cine maldito, sigue indagando en el pasado de su país, como ya hiciera en Aferim!, para hablar y entender el presente. En esta ocasión nos lleva a la Rumanía de mediados de los años 30, a un sanatorio donde va a parar nuestro protagonista. Un lugar presentado como una pequeña ciudad llena de vida y dolor, donde las fiestas se apuran hasta la última gota, que mañana igual ya estamos muertos.
7 — Solo el fin del mundo (Xavier Dolan)
Auténtica guerra sin cuartel que se ha vivido en el pase de la cinta de Dolan, con la crítica totalmente dividida entre admiradores y detractores de su última propuesta. Para la ocasión el cineasta del Quebec nos cuenta la historia de un joven que regresa a la casa materna después de 12 años de ausencia para anunciar su inminente muerte. Un relato contado a fuego lento al que le echo en cara, no tanto el convencionalismo formal del que le acusan algunos, sino más ideas o intenciones a parte de lo obvio.
6 — Mister Universo (Tizza Covi, Rainer Frimmel)
La pareja artística y sentimental formada por Tizza Covi y Rainer Frimmel no hacen más que profundizar en su mirada, usando una y otra vez a las mismas personas en sus películas, girando siempre alrededor del circo, con su ternura como bandera y esa idea de elementos ficcionados envueltos en la no ficción. Seguimos a un chico, domador de animales en un circo, en la búsqueda de un amuleto. Cálida y cercana, el espectador necesita muy poco tiempo para sentir a las personas que aparecen en pantalla como gente a la que conoce y se siente cómoda con ella.
5 — Heartstone (Guðmundur Arnar Guðmundsson)
Desde Islandia hemos asistido a una de las grandes sorpresas del festival. La amistad entre dos adolescentes en un ambiente deprimido en el interior del país mientras uno de ellos vive su descubrimiento sexual es, a estas alturas, casi un subgénero en cualquier festival que se precie, lleno de lugares comunes. Sin embargo el infinito tacto de su responsable hacen que Heartstone esté muy por encima de la media, con una mirada mucho más interesante de lo que parece a primera vista y sobre todo poblado por unos personajes que se sienten totalmente vivos y reales. Sin duda, una de las sorpresas de esta edición.
4 — American Honey (Andrea Arnold)
Ya en la cartelera de nuestro país, la propuesta de Andrea Arnold (Fish Tank, Red Road) recorre unos Estados Unidos dominados por la cada vez mayor desigualdad entre personas, en una nación destartalada y cuyo sueño americano se ha pervertido ante el ansías de escapar a la pobreza. Seguimos a Star, una joven, ya madre, que se pasa toda la película buscándose a ella misma y a su lugar en el país, que se niega a dejar de soñar con un mañana mejor. Una cinta salpicada de momentos musicales y donde parece que los personajes no van a ningún lugar.
3 — It’s not The Time of My Life (Szabolcs Hajdu)
La película húngara fue anunciada con la frase «es como Un dios salvaje, pero en Hungría». Lo cierto es que es toda una obviedad el parecido entre las dos cintas, pero sus miradas y sus temas son durante buena parte del relato, totalmente diferentes. Dos familias deben convivir durante un espacio de tiempo en la misma casa, donde las dos mujeres son hermanas. ¿Qué puede salir mal? Hajdu va poblando y despoblando la casa con los personajes mientras vamos conociendo en profundidad sus miedos y anhelos y donde las primeras impresiones son sólo fachadas. Un mordaz drama no extenso de un maravilloso sentido del humor.
2 — Voir du pays (Delphine Coulin, Muriel Coulin)
Una extraordinaria visión sobre unas mujeres soldados que regresan a casa después de una estancia de seis meses en Afganistán. Antes de poder volver con sus seres queridos, deberán pasar tres días en un hotel de lujo de Chipre. Voir du pays funciona a varios niveles y cuando parece que se va a agotar las reflexiones que acontecen en ese hotel, nos regala una última hora maravillosa.
1 — Sieranevada (Cristi Puiu)
Uno de los temas principales de Sieranevada es la familia, pero dentro de este concepto tan amplio su cineasta indaga sobre la posición que cada uno tiene respecto a ella. Nuestro protagonista, Lary, está totalmente fuera de lugar, sin saber cual es su rol como hijo mayor ahora que la figura paterna ya no está, mientras a su alrededor se le reclama que ocupe su nueva posición de cabeza de familia. Una de las grandes propuestas de la temporada. Que nadie se quede sin verla.
Y esto es el pequeño resumen del festival junto con el top 10. Seguiremos escribiendo de varias películas vistas en el certamen.
Y recordad, apenas quedan 362 días* hasta la próxima edición…
*362 faltaban el día que se redactó el texto.