Lo mejor de 2023 por… la redacción de Cine maldito

El cine siempre nos hace viajar, nos descubre territorios angostos y mentes brillantes capaces de impactarnos al nivel de destacar unas películas para reconstruir nuestro último año cinéfilo. Es lo que ocurre en este 2023 donde destacamos los relatos más íntimos, el retorno de consagrados directores y la franqueza de algunos recién llegados. Nuestra a veces grandilocuente opinión ha dado forma a una variopinta lista con lo mejor del año (donde no podía faltar Tilda Swinton), que podéis descubrir a continuación:

 

1 — Trenque Lauquen (Laura Citarella)

Estaba Laura, del mítico ‹noir› “premingeriano”. Estaba Laura Palmer, del serial de culto de David Lynch. Y este año ha llegado Laura (Paredes), de la directora también Laura, Citarella.

Trenque Lauquen es una película y es mucho más. Es una aventura —ya lo anuncia el primero de sus doce capítulos—. Es una trama detectivesca, una comedia romántica y un cuento fantástico. Es una tan azarosa mescolanza de géneros, que me incomoda tratar de definirla en su polisemia libre. Es un ejercicio libertario de narratividad indómita y sosegada al tiempo, cotidiana y cercana, que consigue fluir con el encanto y el sinsentido contagiosos de la vida misma y de sus historias que merecen ser contadas. Es un juego que no admite lindes —como la Pampa—, que coquetea con su embelesada audiencia —como esa sacerdotisa sexual Carmen Zuma de las cartas secretas, en ese libro de una mujer sexualmente emancipada, en la piel de la propia Citarella, que además fija la acción precisamente en su ciudad natal-. Y al mismo tiempo trasciende, filosofa sobre el misterio, sobre las dimensiones múltiples de una mujer.

Trenque Lauquen reinterpreta el hacer cinematográfico y encuentra sin inmutarse los nuevos caminos, como esos de la canción que acompaña al amante Ezequiel con insistencia. Es una obra magna del cine contemporáneo, una mágica vuelta de tuerca sobre los mismos cimientos de esa premisa a estas alturas ya tan inasible de la post-modernidad artística.  [María Verchili]

 

2 — Fallen Leaves (Aki Kaurismäki)

En el primer encuentro entre Ansa (Alma Pöysti) y Holapa (Jussi Vatanen), Aki Kaurismäki, con poco más que un cruce de miradas rodado en un elemental plano-contraplano, plasma una conexión entre sus dos personajes que le servirá para postergar a lo largo de todo un filme una relación basada en la fe de una llegada, una nueva coincidencia. Los personajes de Fallen Leaves esperan frente a un cine, resisten, al igual que su autor, heredero de una tradición cinematográfica prácticamente extinta. Aquella que imaginaba el cine como un fin en sí mismo con la esperanza de hallar cierta belleza en la sencillez de sus formas, aun sabiendo todo el dolor que ello conllevaba. Chaplin y Kaurismäki tienen algo que ver, más allá de los parecidos entre las imágenes entre uno y otro, porque sus películas se atreven a mirar el mundo desde un punto de vista humilde, plenamente humano. El suyo no es “cine social”, es cine a secas. Y de ahí su trascendencia. [Pol Romero]

 

3 — Cerrar los ojos (Víctor Erice)

Cerrar los ojos es, sin lugar a dudas, la realidad de nuestro oráculo, el cual regresa con más fuerza y vigor que nunca, junto a Michel Gaztambide como guionista en la película. Víctor Erice vuelve y hace tangible aquello que durante años no pudo lograr: concatenar en una sola película los sueños e ilusiones de un director que llevaba más de treinta años sin estrenar ningún título en la gran pantalla.

El film es un dulce paseo por los anhelos, posibilidades y recuerdos de un viejo director, al cual se le aparecen los fantasmas, si es que alguna vez lo han sido, para recuperar una parte de la memoria, y quién sabe si para hacer justicia con el destino. La película es de formato clásico, estructurada por los típicos bloques de Erice, diferenciados pero interconectados, los cuales nos conducen a un final que parece ser un milagro.

La secuencia más memorable de la película, aquella es la apertura de la flor, no llega hasta el final, y el director vasco —como Robert Bresson— es un mago para cerrar las películas. Es ahí, en ese final, justo en una sala de cine a oscuras y bajo el haz de luz del proyector, donde aparece el cine en todo su esplendor, promesa y futuro. [Adrià Allande]

 

4 — Decision to Leave (Park Chan-wook)

Desde una perspectiva cinéfila, Decision to Leave llama la atención en primer lugar por su aspecto referencial. Park Chan-wook disfruta y hace disfrutar con un pastiche ‹neo-noir› de reminiscencias fílmicas variadas, que van de Hitchcock y Sirk a Wong Kar-wai. Pero lejos de quedarse en la mera acumulación de citas, esta maravillosa película, que es a partes iguales un thriller policíaco intrigante y un romance de claroscuros perversos, transforma todos estos referentes en una entidad propia y fascinante.

Es violenta, pero de una violencia ya alejada de la explicitud visceral del Chan-wook más temprano y que está más en la línea de la perturbación conceptual e íntima de sus personajes. Es también, y fundamentalmente, una obra elegante, estética y narrativamente; cuya cualidad trasciende en especial a la cadencia de los acontecimientos, al rompecabezas psicológico y emocional de un misterio siempre absorbente y a unos sentimientos románticos que son a su vez complicados, contradictorios y reconfortantes. Un prodigio de ritmo y de puesta en escena que elevan un guion ya excelente, que sabe jugar con maestría a los equívocos tortuosos del suspense clásico y de las emociones profundas de sus protagonistas. [Javier Abarca]

 

5 — The Quiet Girl (Colm Bairead)

The Quiet Girl es sin duda una película dura, peliaguda en sus temas de fondo. Pero si por algo destaca es por su capacidad de trasladar todo ese dolor, todo ese mundo interior de su(s)protagonista(s) hacia una belleza que no se limita a lo paisajístico. Esta es una película de momentos, de miradas, de silencios, de planos detalle. Y de una luminosidad que brota de los lugares más insospechados.

Quizás no sea una historia especialmente novedosa, pero que más da cuando estamos ante un film capaz de producir un síndrome de Stendhal en cada fotograma sin que por ello uno tenga la sensación de estar ante un artificio formal. The Quiet Girl es pues un canto a la esperanza, a la emoción pura. A mirar un mundo triste de soledad y rechazo y convertirlo en algo prácticamente mágico, inasible en apariencia y, sin embargo, tan cercano como una cotidianidad que está a la vuelta de la esquina. [Àlex P. Lascort]

 

6 — Notas sobre un verano (Diego Llorente)

Diego Llorente glosa las aristas de la vida en común de la juventud, las diferencias de carácter, el paso a la madurez, o las dificultades económicas para subsistir en Madrid padeciendo precios desorbitados y sueldos paupérrimos obligando a un sobresueldo que amortigüe la precariedad. Nos habla de forma tranquila, transparente, jamás juzga. Es capaz de contar con sutil sabiduría y la seguridad de que esta historia “intrascendente” estival nos atrapará, apoyado en la íntima cercanía a episodios de nuestras vidas agarrándonos fuertemente.

Expone la indecisión de la chica, la inseguridad y desesperación de su pareja y la frustración del amante que dejó en Gijón en su reencuentro. Triángulo imposible, abocado al fracaso casi desde el mismo momento en que se originó. Triángulo destinado a escindirse por uno de los lados en cuanto llegue septiembre, aparcando los sueños de verano en algo etéreo, buscando la fisicidad de la responsabilidad, del camino hacia la edad adulta, de conseguir desprenderse de la labilidad del pasado. Llorar con ojos de niña ante una pantalla, pero decidir como adulta tomar las riendas para madurar, en definitiva. [Estrella Millán Sanjuán]

 

7 — Godland (Hlynur Pálmason)

A veces pasa que el cine se rinde a la narrativa y se postra a los pies de la imagen. Es una relación de esclavitud a lo artístico. Una servitud hacia las grandes cosas. Una concentración saturada de un mundo que se fermenta en la pantalla, de forma lenta, pausada, natural. Si Godland es la resistencia de este cine en peligro de extinción, el islandés Hlynur Pálmason es su líder. El director ejerce de ‹voyeur› de un imaginario que él mismo ha cercado y perimetrado milímetro a milímetro, detalle a detalle. Una panorámica prodigiosa con sus propias leyes y sus propios habitantes. Godland es una expedición intrépida y contemplativa que mira directamente a los ojos del paisaje o a caso de Dios que, según qué términos filosóficos, son lo mismo. Hay una praxis casi divina en esta película que se respira, se sufre y se saborea como todas las grandes obras arquitectónicas que rozan, si no abrazan, el súmmum. [Agus Izquierdo]

 

8 — Monstruo (Hirokazu Koreeda)

Koreeda hace uso del “efecto Rashomon” para distanciarse de la película de Kurosawa —donde cada personaje, cuando vuelve a repasar la historia, en realidad termina siendo un personaje diferente dentro de la película— y centrarse en el monstruo que hay detrás del título y que aparece en diferentes lugares en función de cada percepción o perspectiva de la misma historia.

Como puntos ciegos de la vida cotidiana que tan a menudo ha presentado en su filmografía, el director japonés muestra un microcosmos del Japón moderno en el que parecemos villanos en las historias de otros, planteando conflictos como el acoso escolar o el maltrato infantil con una sencillez que a veces es mágica y otras tan tierna como triste, gracias a lo entrañable de sus dos protagonistas, consiguiendo que abandones la sala de cine en silencio, entre sentimientos que han sido dados la vuelta respecto al inicio y con cambios visibles que permiten que las impresiones sobre cada personaje evolucionen en un drama sutil, empático y profundo. [Alberto Mulas]

 

9 — Robot Dreams (Pablo Berger)

Pablo Berger demuestra que la animación no es un género dirigido únicamente al público infantil con una cinta de núcleo humanista, que busca tocar el nervio de la emoción del espectador proyectando frente a su mirada una cascada de imágenes, luminosas pese a su tristeza, que albergan una reflexión sobre la amistad, la soledad y el paso del tiempo capaz de sacar la lágrima tanto de los pequeños como de los mayores. Construida sobre unos cimientos de honestidad y paciencia, toda Robot Dreams se mueve por la pantalla como un silencio con forma de abrazo que desprende ternura y calor con la misma fuerza con la que abraza al público. Funciona, además, como un espejo que condensa todos los miedos, las ansias, los sueños y los recuerdos del espectador y los proyecta sobre sus pupilas envueltos en una animación en 2D cuidada hasta el extremo. Es una de las mejores cintas del año. No se la pierdan. [Rubén Téllez]

 

10 — La hija eterna (Joanna Hogg)

La memoria del espacio. La hija eterna es la confirmación una visión compleja por parte de su directora en la que relacionar estancias con sentimientos. Joanna Hogg se atreve a experimentar con el terror con reminiscencias a clásicos —es imposible no pensar en Henry James y su Otra vuelta de tuerca, así como alguna de las adaptaciones cinematográficas de la misma— donde Tilda Swinton se convierte en protagonista absoluta de una compleja relación materno filial basada en el retorno a un lugar ajeno, asociado al ocio, pero reconocible para ellas. Es ese espacio el que sostiene el suspense, el terror y también la calidez para construir una historia no tan sorprendente pero sí atrevida. Hogg es una experta a la hora de completar su reparto con la propia conciencia de un entorno y sabe llevar su criterio a terrenos hasta ahora inexplorados por ella, convertirlos en su lugar, donde convivir una falsa comedia con una sobrecogedora visión, donde la memoria se filtra más allá de un tiempo concreto, donde el olvido se difumina en busca de una respuesta a quién soy y quién es aquella persona que me crio. Joanna Hogg es curiosa y esa hija infinita se alimenta de ella. [Cristina Ejarque]

 

2 comentarios en «Lo mejor de 2023 por… la redacción de Cine maldito»

    1. Muchas gracias, Pilar. Por la pequeña parte que me toca en esta ocasión.Aunque es cierto que para mi importante, porque ‘Trenque Lauquen’ es mi peli preferida del año con ‘Fallen Leaves’.Abrazo!!

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