Lo mejor de 2018 por… Pablo Vázquez Pérez

Reconozco que a mí, personalmente, se me acumulan los años y las listas enumeradas uno tras otro, inventarios que resultan ser un empaste de producciones del que acaba o de fechas anteriores. El 2018 ha estado bien, aunque no me parezca peor ni mejor que los años previos. Los superhéroes siguen dominando las taquillas, además del cine de animación estadounidense, muchos filmes de acción y algún músico de rock fallecido. Por mi parte lo curioso es que tres films de la lista los vi directamente en pantalla doméstica —ordenador o televisión— frente a la proyección en cine, siempre más perdurable que la visión catódica o digital sin una gran pantalla. Y a pesar de todo están ahí. No incluyo ninguno de los elegidos por toda la redacción aunque siga emocionado con The Florida Project, pero sería abundar en lo expuesto por otras reseñas.

Lo que puedo destacar de las publicaciones de Cine maldito son una serie de artículos dedicados a Mayo del 68 con textos escritos por firmas invitadas y las de algunos compañeros. Y por supuesto el Especial en femenino coordinado por Cristina Ejarque, con motivo del ocho de marzo, día de la mujer trabajadora, una fecha que abrió su abanico reivindicativo durante los doce meses que ya terminaron. Allí nos acercamos a quince películas de otras tantas directoras de diversas procedencias y épocas. Esta web es un lugar al que ojalá se unan más voces femeninas a la redacción, junto a Cristina, la subdirectora, a Elisenda N. Frisach, Raquel Quinteiro, Charlotte Harris, Marisol Grande o Sofía Pérez Delgado. Aunque seamos un grupo más homogéneo masculino que, por supuesto, no responde a requerimientos de la redacción en cuestión de género. Lo ideal es que se animen a escribir más mujeres por aquí. La puerta sigue abierta.

 

10 — Tódalas mulleres que coñezo (Xiana do Teixeiro)

Un documental presentado en festivales como el Documenta Madrid y en cines de Galicia, elaborado a base de conversaciones entre un grupo de amigas en la terraza de un bar. Una charla que luego es vista y debatida por las mujeres reunidas en una asociación, ampliando lo comentado en el tercio inicial. Dos partes que posteriormente son proyectadas ante un grupo mixto de alumnos en un instituto de la ESO. El juego de resonancias que va desde el principio hasta el final propone un diálogo que no parece cerrarse y puede continuar entre los espectadores. Con sinceridad, desenfado, sin más límites que la duración del metraje o del coloquio posterior. Un ejemplo de trabajo en progreso, muy válido como reflejo social y humano.

 

9 — La educación del rey (Santiago Esteves)

De una miniserie argentina, desconocida en nuestro país, puede salir un gran largometraje de cine negro, cocinado con músculo de western y epidermis de historia de iniciación. El tuétano son algo más de noventa minutos que sustraen esa relación fraternal entre un delincuente juvenil que ahora es padre de familia. Un hombre de clase media respetable que halla su imagen en el joven amparado para que progrese y no sea pisoteado por una vida que no atiende a valores ni debilidades. Con el presupuesto justo, el máximo interés y el mejor estilo, el debutante Santiago Esteves ofrece una cinta directa, natural, entretenida. La representante de una cinematografía latinoamericana de la que fueron estrenadas, además, cintas interesantes como La delgada línea amarilla, Nadie nos mira o La familia.

 

8 — Tu hijo (Miguel Ángel Vivas)

El quinto largometraje del director sevillano es de los que no dejan indiferente al espectador, le guste lo que ha visto o lo aborrezca. Como suele suceder, después del pase de prensa ya se adivinaban estas reacciones por los comentarios a favor o en contra. El cineasta filma una visión fría en un entorno cálido como el de su ciudad hispalense natal. Esa distancia se impregna en los personajes, en sus relaciones y sobre todo los secretos o la incomunicación. La mirada es seca, cortante, cruda, pegada a un estilo más galo de narración criminal. Los resultados son demoledores, abiertos al diálogo y a buscar qué estamos haciendo mal con el uso de las redes sociales, la brecha generacional y el papel de cada sexo, sobre todo desde un abuso masculino como maltratadores.

 

7 — En tiempos de luz menguante (Matti Geschonneck)

La novela del mismo título escrita por Eugen Ruge es adaptada con pulso firme para su paso a la pantalla, depurando las cuatrocientas páginas de una saga familiar que se resume con una cena homenaje al protagonista nonagenario, encarnado por Bruno Ganz. Entonces todo se concentra en el mismo escenario, la casa del veterano, durante unas pocas horas y con un plantel de personajes que acompañan al viejo miembro del partido comunista. Aunque sea un drama, el humor de varias situaciones y alguna entrada de antología en escena, como es la de la nuera borracha, decantan la historia casi a la comedia sarcástica. El tercer largometraje rodado para cine —en veinticinco años— de todo un profesional de la televisión alemana como es Matti Geschonneck, es una película de las que ya no se hacen. Respetuosa con el guión, atenta a todas las secuencias en conjunto o conectadas. Pendiente de los detalles y la evolución de su trama hasta el final. Teatral por estructura, diálogos y personajes, pero a la altura de las mejores adaptaciones de las tablas al cine.

 

6 —  Most Beautiful Island (Ana Asensio)

Una de esas buenas óperas primas españolas está rodada al otro lado del Atlántico, firmada por Ana Asensio, la propia directora y actriz. Deja fuera de campo las razones que han llevado a su personaje a vivir en Nueva York, sobreviviendo como canguro, repartidora de propaganda y otros pequeños trabajos con los que apenas puede pagar su alquiler. Dividida en dos partes, destaca por una fotografía naturalista, soleada, un aspecto luminoso que contrasta con las aventuras de la mujer en su exilio. Una primera parte que parece similar a filmes costumbristas independientes, pero con una intromisión turbadora que se cuela desde la perturbadora secuencia de la protagonista en la bañera. A partir de aquel momento la película se transforma en una de suspense, tal vez de terror, sin necesidad de usar golpes de efecto, lanzar sustos ni vísceras. Al contrario, la cineasta nos conduce por ese descenso a un mundo amenazador, siniestro, pero usa las mismas herramientas audiovisuales que al inicio. La solución es sabia, porque dota al conjunto de una fuerza que acrecienta ese estilo directo de narración, sin recurrir a explicaciones en off, flashbacks ni pensamientos del personaje principal, sino mostrándola siempre en acción, al tiempo que busca cómo salir airosa del peligro.

 

5 — No intenso agora (João Moreira Salles)

El milagro del cine hecho documental, a partir de las cintas rodadas en Super-8 durante un viaje a China de su madre,  en los años sesenta. Los colores saturados con la luz que envuelven de alegría los recuerdos de la madre del director, João Moreira Salles. Su voz en off recrea esas vivencias maternales por sugestión, enlazando las imágenes mudas de entonces con varias películas amateurs rodadas a raíz de Mayo de 1968 en París, Praga y Brasil. La felicidad, la utopía, la melancolía, el recuerdo. Una «saudade» de imágenes y melodías para constatar el fin de los sueños, pero no el de la esperanza. Uno de los documentales más emocionantes en lo que llevamos de siglo.

 

4 — El buen maestro (Olivier Ayache-Vidal)

François Foucault es un profesor de lengua y literatura que trabaja en un buen instituto parisiense, hasta que lo trasladan a una escuela de los suburbios. Los hijos de gente trabajadora frente al maestro de raíz intelectual. La disciplina, la escucha y la comprensión, contra los nuevos métodos pedagógicos del profesorado. El alumno díscolo pero inteligente junto al docente profesional —aunque inocente— en la vida. Un curso completo, una clase llena de adolescentes y escenas de superación. Ingredientes muy usados en numerosas películas pero cocinadas esta vez con el fuego del humor, el justo, el clásico. Ni salada, ni dulce, a buen ritmo. Una gran historia de amistad entre un maestro y su alumno, quizás la mejor vista en mucho tiempo. Nada nuevo pero todo insuperable. Una comedia entre tanto drama.

 

3 — En tránsito (Christian Petzold)

Otra historia de amor en tiempos difíciles, la tercera después de Bárbara y Phoenix. El cierre de la trilogía romántica con la que se dio a conocer Christian Petzold en España no defrauda respecto a las anteriores, por riesgo e integridad. La acción se sitúa tras la ocupación nazi de Francia, en los años cuarenta, así el director retrocede temporalmente, desde los años ochenta en la Alemania dividida hasta los posteriores al holocausto y la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo ahora se sitúa dentro de la contienda. La forma de rodar y mostrarlo en pantalla es abstracta porque no recrea la época por medio de la dirección artística ni por efectos visuales, sino que registra las calles, algunos hoteles antiguos y otros escenarios de Marsella tal como son en la actualidad. ¿Los personajes deambulan como fantasmas o son los migrantes contemporáneos los mismos espectros que ignoramos cada día? Un melodrama puro que hubiera gustado mucho a maestros como Sirk, Borzage, Leisen. Seguro, mucho más que la tibia recepción obtenida con su ser estreno maldito. Una cinta que requiere atención y un esfuerzo que al inicio parece intelectual, pero llega más pronto por la vía del corazón, gracias a la música de Stefan Will. También a la voz evocadora de la novela de Anna Seghers en la que se basa.

 

2 — Ganar al viento (Anne-Dauphine Julliand)

La directora comienza una carrera cinematográfica prometedora, elaborando este documental con la mayor honestidad posible. Sigue a cuatro niños y una niña que apenas llegan a los ocho o nueve años. La vitalidad de los chavales contagia la estructura del largometraje. Ellos solo quieren jugar, pasarlo bien con sus amigos, terminar lo más pronto posible los deberes, las clases, sus  tratamientos o las visitas a los médicos. Que nada se interponga en sus diversiones. Que no se apenen sus familiares, ¡menuda pandilla de blandengues! Las reglas están para los juegos y así vemos usarlas a estos cinco vividores que, vaya casualidad, son niños. No hay que darle más vueltas, solo dejarse llevar por el viento que sopla a favor, tan galante.

 

1 — Purge This Land (Lee Anne Schmitt)

La canción de Josh Brown era el himno de los rebeldes del Sur en la Guerra de Secesión norteamericana. Gloria, gloria, aleluya. Pero también es la del olvido, una desmemoria que no arreglará la lectura de libros, ni la visita a museos. Así que la cineasta y artista Lee Anne Schmitt realiza este largometraje dedicado a su hijo. Habla con él de los lugares ocultos en Detroit y Filadelfia, sitios que homenajean los acontecimientos importantes de la población de origen afroamericano, desde la esclavitud del siglo XIX hasta nuestro siglo. Escribe un documental epistolar. También un ensayo, tal como ha sido catalogado. Lo hace con su propia voz de tono suave, marcado según las transiciones de tiempo y lugar, un timbre cálido, sugerente. Moldea este acercamiento justo, a una Historia injusta que siempre deja fuera a las víctimas. Señala los carteles escondidos que informan del lugar donde yace Brown. De la fábrica quemada con los trabajadores que allí se encontraban encerrados. Deambula por calles abandonadas o apenas surcadas por coches y demás presencias fantasmales. Encuadra los grafitis, letreros, también las manchas de los muros que sirven como apoyo para su tesis. Nos subyuga con su monólogo al ritmo de la percusión, esa partitura compuesta por Jeff Parker. Y el jazz se hace carne para purgar esta tierra.

 

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