El cine es ficción, realidad e imaginación. También es todo lo contrario, es todos los conceptos juntos e incluso cada uno por separado. Y sin embargo el cine es simplemente lo que yo he sentido viéndolo. Una lista personal con cintas para casi toda clase de paladares. Incluyo películas creadas con la única intención de entretener y de ayudar a la evasión mental (aunque con un origen más maldito); otras que han sido creadas con opuestas pretensiones y las he saboreado más a la salida de la sala de proyección que cuando estaba dentro de la misma, con el paso de los días, con el procesamiento de lo visto y con la consecuente reflexión; otras veces simplemente no he entendido casi nada de lo visto pero he disfrutado como si supiera de qué iba todo el tema, por el poder de las imágenes, supongo, y de la música también. En cualquier caso, este es mi personal top con mis 10 cintas favoritas vistas en el año 2015. Un año lleno de asignaturas pendientes en forma de películas por ver.
10 — Mistress America (Noah Baumbach)
Y quizás por eso, entre lo mejor también hay cierta decepción. Mistress America lo fue, considerablemente. Básicamente porque las expectativas generadas tras Frances Ha —cuyo primer puesto en mi lista personal de 2014 lo demuestra— me dejaron un poco frío, con esta suerte de reverso tenebroso de la misma, más moderno, más neoyorquino y egoísta, menos personal; mucho más consciente y destinado a complacer a su base de fans ya consolidada.
Esta nueva colaboración entre Baumbach y Gerwig me hizo reír y me entretuvo, aunque no me llenó del todo en un principio. Pero claro, mucha culpa fue de la esperanza que tenía puesta en ella. Con el tiempo la estoy apreciando más, aunque este cambio del primer puesto al último de mi top 10 es para hacérmelo mirar, o hacérselo él. Uno de los dos ha cambiado desde la última vez que nos vimos.
9 — 45 años (Andrew Haigh)
Porque el tiempo pasa y hay una diferencia entre la última vez que nos vimos o vernos siempre. El recuerdo que queda, la distancia que separa, las personas que se aman. Las personas cambian, pero no el recuerdo sobre las que ya no están o las que has visto hace algún tiempo. 45 años es tan sencilla que quizás por eso me persigue con su planteamiento. Muchos seres humanos comparten los mejores años de su vida junto a otros por amor —casi siempre—, pero cuántos de esos comparten de verdad amor. Dicen que el tiempo pone a cada uno en su lugar y yo no sé qué significa, pero intuyo que no debe ser muy agradable.
Charlotte Rampling rompe la cuarta pared de soslayo mientras reprime un llanto violento con prudencia. Las mentiras o verdades de una relación están tras las puertas cerradas, y a veces uno debe de subir al desván para enfrentarse a todo aquello. Nunca es tarde, dicen, pero puede que el lugar donde te pone el tiempo se refiera a esto y sí, a veces lo es.
8 — Taxi Teherán (Jafar Panahi)
Porque las mentiras y verdades a veces son una sola cosa. Un director de cine que se hace pasar por taxista mientras graba todo con una cámara no oculta y alguna otra que lo está. Clientes que se suben y se bajan, que charlan con el conductor mientras le dan otras indicaciones, o que discuten entre ellos. Taxi Teherán fue toda una sorpresa para mí. Me la creí del todo y no me percaté de la mentira hasta el final. Soy una persona un poco ingenua y puede que por ello cada historia de esta trama acotada al interior de un coche y a la visión de fuera que este daba me dejara perplejo: ¿cómo puede ser que tenga la impresión de haber aprendido más de su país, de sus gentes o sus normas en una hora y media que después de tanto años de noticias varias? Parece un buen tipo lleno de buenas intenciones, este Jafar Panahi, y es una injusticia que le impidan serlo y llevarlas a cabo con una cámara en la mano.
7 — 2 otoños, 3 inviernos (Sébastien Betbeder)
La mayoría de seres humanos vivimos de buenas intenciones que se quedan en nada por una razón u otra. De eso parte 2 otoños, 3 inviernos, aunque trate del origen de una pareja y de su desarrollo en el tiempo. También es una visión diferente de París, de las vidas de la vieja juventud que aún persigue sueños y que aún intenta mantenerse joven y contenta. Del estilo de vida que se lleva ahora y de la soledad que nos rodea y que no molesta demasiado. Una película que muestra una relación de amor de forma natural y progresiva. Con un actor que está en estado de gracia y una narración que juega con el tiempo, con el drama y el sentido del humor, pero que no por ello deja de resultar real… tal vez sólo un poco distorsionada en cada mente.
6 — The Salvation (Kristian Levring)
Todos somos muy duros y muy fuertes, más en el Oeste, y sin embargo la soledad que nos rodea, aunque no moleste demasiado, convierte en necesidad la compañía de los otros, especialmente si esos otros son tu gente o tu familia y hace años que no tienes más contacto que el que da una carta. Sobre esta base surge una película danesa más dura que una roca, pero porosa como una piedra pómez, o como la escoria generada por un villano y su maldito séquito.
Disfruté como un niño chico, sentí zozobra al enfrentarme al mal más vengativo y egoísta. Supongo que cuando en un relato los malos y los buenos se adaptan a las circunstancias y sus actos se separan por una fina línea legal y una gran grieta moral, el espectador está indefenso porque sabe que cualquier cosa puede pasar, y es por esto que se deben reivindicar productos como este.
5 — Blind (Eskil Vogt)
Aunque si es por reivindicar, yo lo reivindico todo. Hasta el juego menos infantil. Con Blind disfruté como un niño adulto y más perverso. Como la protagonista, la creadora que no ve, pero sí en sus sueños. Cuánto de lo visto es cierto en una cinta que entrelaza relatos, los mezcla y los separa como le apetece, o es parte de un guion con un sentido lógico y un mensaje claro, yo no lo sé. Me pareció saberlo cuando acabó la proyección, pero yo hoy ya no sé nada. No confío ni en mí mismo ni en mis argumentos, ni en mis sentidos ni en mis sentimientos. Si algo recuerdo, es que me sentí como un voyeur en una cinta llena de simbología y de sexualidad muy divertida, como el sexo suele ser. Entre la ficción del que lo cuenta y la realidad del que lo vive.
4 — La novia (Paula Ortiz)
Ya hablé de la ficción y de la realidad del que lo vive y lo cuenta cuando escribí hace unas semanas sobre La novia. La perspectiva con la que uno alimenta su propia obra es algo personal, como personal es cómo cada espectador la interioriza. Mi interior me dijo que había visto algo muy cercano a la belleza y que en momentos muy extremos se acercaba a la ridiculez. Si los extremos se tocan, la pasión de La novia y su delirio pueden dejar bastante fríos a algunos. No fue mi caso, aunque, una vez más, el paso del tiempo me dice que la sala de un cine, con su pantalla grande, fomentó más el disfrute personal por el lamento lorquiano en imágenes que un sentimiento extraño derivado de sus excesos y declamaciones.
3 — El nuevo Nuevo Testamento (Jaco Van Dormael)
Con El nuevo Nuevo Testamento me ocurrió algo parecido. Complementos como la música, las imágenes o la voz en off me dejaron absortos ante la belleza. Y entonces aparecía un gorila o un psicópata y yo me planteaba cosas: estoy disfrutando con la aparente facilidad de Jaco Van Dormael para hacerme cómplice de su personal visión del mundo, una vez más, y en ocasiones tengo que salir de su película para rezar a Dios que por favor esta película no se vaya al carajo. Y para mí nunca se va del todo, al revés. Es una broma, como lo es nuestra existencia, que se marchita y se desgasta sin sentido y sin finalidad alguna. Gracias a Dios.
2 — La juventud (Paolo Sorrentino)
Pero seamos sinceros. He disfrutado hasta con las películas más malas y aburridas de este año, porque pensaba en algo que decir sobre ellas, porque luego he hablado sobre ellas, etc. Parafraseando a Céline, como hiciera Paolo Sorrentino en La gran belleza (aunque yo lo hago cambiando alguna coma y el concepto principal): el cine, sobre todo gracias a los pases obtenidos a través de Cine maldito, pero también pagando el día del espectador, es el infinito al alcance de los perros. Y yo siempre seré ese perro fiel atento a las imágenes externas, a las vidas ajenas que se vuelven propias y a toda la oscuridad alrededor de una luz despedida por un proyector. A los actores que interpretan, a las cintas que acumulo y a los años que han pasado desde que esto se volvió adicción. A la juventud que se atesora y que durante la vejez se olvida.
Y llegará el día en que los asientos de las salas de cine se dividan en dos grupos. En uno se sentarán las personas que entren a ver la película, mientras que en el otro se encontrarán todos los sujetos que hayan ido al cine a comentar y twittear lo que estén viendo. No sé cuánto tiempo tardaremos en vivir en ese mundo, pero ir al cine todavía supone una experiencia que no se da en tu casa, aunque sea sin interrupciones. Y esa experiencia es…
1 — Whiplash (Damien Chazelle)
… El silencio que precede a la emoción común de un conjunto de desconocidos, juntos, frente a una sucesión de imágenes mostradas en una pantalla. La experiencia de sentirte unido a unas personas que, expectantes, enmudecen ante lo que están a punto de vivir. Una explosión emocional que parte de dentro de cada individuo y que se siente globalmente rodeado por extraños.
El cine es eso, y Whiplash (y por ende La juventud) también (cuyos finales están de un modo extraño conectados en mi mente). Un gran cúmulo de sensaciones y silencios. Una exaltación contenida que estalla en los últimos minutos de metraje y que demuestra el poder de la pantalla grande y de la percepción humana que, más allá de lo intelectual, convierte amar al Séptimo Arte en algo más impetuoso y que nos une con los otros sin palabras, en la oscuridad.
La luz al final del túnel más optimista que yo seguiré en 2016.