Llega ese día en el que todos tenemos que recopilar un año entero de cine y desmenuzarlo con cierto tacto para quien nos lea (hola desconocido, estoy a un paso de descubrirme). En ese momento piensas en lo que da de sí un año cuando te pegas a una butaca de cine y lo último que deseas es comparar con lo que los demás han visto. Tarde, siempre lo pienso tarde. Sé que mi lista es poco arriesgada, en realidad puede ser un resumen de lo que el resto ya ha destacado en las suyas, pero no me olvido de lo importante: estoy sola ante esto, y elijo para mí misma, como un recordatorio personal en el que sólo aparece lo que más me gusta. Aunque la lista sea muy 2013, es la distribución la que ha dispuesto esta colección de variantes sobre la soledad y el amor, todo reflexiones apagadas o coloristas, todas ricas en matices y, en definitiva, indispensables para soportar el año y decidir que el cine siempre mejora.
10 – Las aventuras de Lily ojos de gato (Yonay Boix)
Una rubia se viste con su mejor sonrisa y rueda por las calles de la gran ciudad repartiendo flyers. He obviado mucho cine para llegar a algo que no debería pasar desapercibido. Una larga noche que condensa toda una vida, con todos los puntos álgidos y sus correspondientes hundimientos, con risas y lágrimas y mucha intimidad, esa en la que irrumpimos y nos vemos descubiertos de nuevo. Fresca y sincera, con destilados toques de alcohol y mucha iniciativa, esas siete vidas de un solo gato se concentran para incentivar el ahora con su mirada desafiante y su delicado interior. ¿Alguien quiere descubrirla? Lejos de circuitos comerciales, sus responsables estarán encantados de compartirla con vosotros y yo, una vez más, la recomiendo.
9 – Enemy (Denis Villeneuve)
Amanece en la ciudad, una corta llamada sitúa al personaje que pone voz a la madre para mostrar un instante después la maternidad plena… él está solo ante la adversidad. Denis Villeneuve tuvo un año intenso junto a Jake Gyllenhaal, convertido desde ya en un punto de interés ciertamente olvidado por mí desde Donnie Darko. En un ataque de atrevimiento es capaz de adaptar a Saramago y unir hombre y símbolo a través de un extenuante rompecabezas. La identidad se pone en duda en un film donde la réplica se la da uno a sí mismo y que da para todo tipo de lecturas, donde se siguen los hilos de esa telaraña que se va tejiendo ligera pero irrompible. La explicación que le dé cada uno es lo de menos cuando descubres un final que produce tanta sorpresa como placidez.
8 – Her (Spike Jonze)
El texto más sentido y perfecto, una declaración de amor completa, ese que parece surgir de un efecto tan humano como el afecto a otro… una sonrisa que surge de un recuerdo recreado para el momento: el que redacta en realidad alguien por encargo a un total desconocido. La distopía asoma en un mundo activo y a la vez solitario, donde la tecnología, una vez más, centra la comodidad del humano. Pero Jonze quiere ir más allá y ofrecerle a su protagonista la pasión del amor a partir de una aplicación informática, jugando con las pretensiones de lo correcto en el caprichoso mundo de los sentimientos. ¿Se puede sentir a través de algo que no se puede tocar? La calidez es tan sencilla como meter la curiosidad y la espontaneidad más estudiada en un aparato rojo (su inversión cromática supera cualquier expectativa) para alguien que esconde sus ilusiones tras un bigote.
7 – El gran hotel Budapest (Wes Anderson)
Una joven cuelga sus llaves en la estatua de algún reconocido escritor y abre su libro cumbre para comenzar a leer. Así nos adentramos en el viaje propuesto: la historia de la historia de… Wes Anderson vuelve a llenar la pantalla de color y buenos amigos para trasladarnos las insólitas aventuras que se generan tras las puertas de este Gran Hotel. Si nunca he aplaudido en exceso sus ocurrencias, las mil y una maravillas que transcurren durante el film me dejaron extasiada y feliz como en ninguna ocasión anterior. Ágil, teatral y amanerada, las vivaces aventuras de aquellos que manejan las llaves de cada habitación han dejado desde entonces un aroma inconfundible a L’air de Panache a su paso.
6 – Joven y bonita (François Ozon)
Ávidos de juventud, observamos en la distancia a esa chica que sabiéndose sola decide desnudar su cuerpo para recibir la calidez del sol en una playa cualquiera. Lo llamaban “madurez” cuando a todos impactó un año antes con Dans la maison (En la casa). Yo lo que veo es una evolución lógica en François Ozon y su amor por las historias y los personajes que habitan en ellas. Esta vez es Isabelle quien con su delicada juventud y su armoniosa belleza descubre en cuatro actos lo que el sexo ofrece desde su despertar. El rescate viene por haber encontrado un nuevo punto de cercanía con Ozon, ya que ha conseguido llenar mi año más allá de lo visual, siendo su banda sonora la que me acompaña casi a diario, con la intimidad que ofrecen las notas compuestas por Philippe Rombi y la ineludible Françoise Ardy que ilustra el cine de este director desde sus inicios. Un canto a la incertidumbre del ahora y la sorpresa del mañana.
5 – Juegos sucios (E.L. Katz)
Despertar junto a tu pareja, devolver las gafas a tus ojos y abrazar a tu hijo. La calidez del hogar queda lejos pronto, cuando cierras la puerta al salir y la realidad ni si quiera te golpea con fuerza, te escupe con desdén y te dice: ahí te quedas, estás solo en esto. Pat Healey se va convirtiendo poco a poco en uno de esos perdedores que nunca decepcionan, la película… es capaz de causar extrañeza desde cualquier ángulo. Juegos sucios es tal como se titula, una concatenación de salvajismo (el hombre, cuanto más mono más claro ve el asunto), que suben de nivel para divertir y desconcertar a un tiempo. Una interacción donde todo vale cuando el dinero es tan tentador, total, no hay nada que perder.
4 – Les rencontres d’après minuit (Yann Gonzalez)
Dos desconocidos follando sobre una moto: una cicatriz, transparencias y esos tono violáceos que crean una composición de puro sueño. Estamos en un universo paralelo donde masculino y femenino se tergiversa al tiempo que M83 consigue adaptarse al tono de aquel que narra con atino su propia historia. Los cuerpos se trasladan a un punto donde la efervescencia del sentimiento les convierte en uno, un todo que se compone de retales desconocidos, capaces de casar sus costuras a ciegas. Icónica e imprevisible, sufrir pertenece a una segunda piel que esta película consigue hacerla sentir de nuevo.
3 – Borgman (Alex van Warmerdam)
Un hombre que duerme bajo tierra se descubre acosado por unos cazadores un tanto peculiares. Es hora de que el zorro cambie de madriguera. El director holandés guía con esta alegoría al espectador hacia un caos calmo que despierta el interés en base al desconcierto que causan los actos de este extraño que pervierte una unidad familiar, ¿un normal?. Tan pegada me encontraba a la situación, sin nada que comprender, que llegué a una conclusión: «oye, que este es el tipo de los arenques en conserva» (sí, mi cerebro rescató aquel elemento distintivo de su también complejo y personal primer film) y todo fue como la seda, una tejida por una maliciosa araña que hacía que su fulgor te llamara hasta aproximarte tanto que ya no pudieras escapar. Si lo piensas dos veces, repites.
2 – Locke (Steven Knight)
El hombre desconocido que camina hacia el coche y decide crear su propio destino. Tom Hardy tiene una voz proverbial que nos lleva por un largo trayecto que condensa toda una vida. No hay más que un volante, una autopista, un teléfono y ese tipo al que vamos a observar, Ivan Locke; aún así es probablemente, con tan pocos elementos, uno de los films más expresivos que pueda encontrar este año. Con el simple hecho de seguir esa voz algo atorada pero tremendamente determinante puedes llegar a la miseria de cada ser, que no es otra que convertirse en uno por sus propias decisiones y no otro más que se asemeja a eso que tanto odiamos. El mínimo escenario donde crear esta ficción es un juego gratamente estudiado donde el personaje crece y esa prisión en movimiento es algo más que un eje por donde guiar la historia. Acepta el momento actual para crear una continuidad temporal que no necesita elementos externos para crecer. Sólo están él y su probable futuro. La lágrima siempre fue fácil en el cine, la emoción es el efecto involuntario que tan bien traza Ivan Locke, ese nombre que no podrás olvidar con facilidad.
1 – 10.000 Km (Carlos Marqués-Marcet)
Una pareja disfruta de un momento de intimidad, parecido a otros pero a su vez especial, un relajante polvo matutino con sorpresa final. Dos personas y una larga distancia son suficientes para recorrer una intensa visión del amor y sus pautas más humanas. El amor se compone de minutos de éxtasis y horas de desconexión, algo que gráficamente se muestra a través de una pantalla donde uno espera, otro no llega, ambos coinciden y vuelven a encontrar sus diferencias. Eliminando el contacto físico, Marqués-Marcet nos relata una bella, dolorosa, apasionante historia de amor cuando se queda a solas en una pequeña estancia. Llena de altibajos, con un pedacito de ti y de mí, con la calma de un relato y la realidad de algunas uniones, sirve para quedarse prendado unos minutos y recordarla toda una vida.