2014 parece empeñarse en, por fin, superar discursos anclados en una ranciedad dicotómica que aún, incomprensiblemente, sigue llenando páginas, la del autor contra lo genérico en una versión 2.0 que podría ser lo independiente vs el blockbuster. La clave de de dicha superación estriba en la síntesis, en lo que podríamos llamar cine de la personalidad. Películas que se pueden adaptar a una cierta etiqueta standard pero que, através del sello personal, de su director, ofrecer un ángulo diferente. Un ejemplo, aunque fuera de la lista, lo encontraríamos en un blockbuster aparente como Guardianes de la Galaxia, pero con una fuerte presencia irónica otorgada por la personalidad de su director James Gunn. Más allá de la película los extras en su edición doméstica atestiguan dicho camino emprendido. Pasemos pues a la lista que, de alguna manera viene a reafirmar dicha tendencia.
10 – Redada asesina 2 — The Raid 2 (Gareth Evans)
Más grande, más fuerte, más larga. Ese parece el leiv motiv que impulsa a Gareth Evans a ir un paso más allá en esta secuela. Con la ambición por bandera Evans decide con buen criterio no repetirse e ir más allá, profundizar y crear un fresco donde la ópera dramática de los protagonistas se combina eso sí con dosis de acción de igual o superior voltaje que su predecesora. Puede que el conjunto se resienta por momentos de esta particular combinación, pero el conjunto final no deja de ser tan compacto como impactante, tan sudoroso como gratficante.
9 – Young Ones (Jake Paltrow)
A primera vista hablar de western post apocalíptico pueda resultar una obviedad, no tanto por que efectivamente lo es si no por el carácter reduccionista que la etiquete le confiere. Sin duda Jack Palttrow conoce los códigos del género, sabe cuando tirar de músculo y cuando de delicadeza. Lo mejor sin embargo de esta estilización genérica es como se dota de trasfondo, como hay un background que va más allá del mero acontecimiento dramático y se vincula con lo íntimo, con lo personal de cada espectador. Por eso Young Ones es un poliwestern o mejor un multifilm o si acaso la mejor película 4D que jamás se haya filmado.
8 – Enemy (Denis Villeneuve)
Lo mejor probablemente del enigma de Enemy es que no es necesario resolverlo. Sí, el film de Denis Villeneuve es probablemente LA película atmósfera. Nada de lo que pasa aparenta tener mucho sentido, o puede que en realidad, que una araña gigante se pasee por una ciudad sea lo más lógico del mundo, pero lo que cuenta es la desazón, ese desteñimiento del color, esa sensación de civilización a punto del colapso, de un mundo (de una persona) al borde del desmoronamiento. Un film en definitiva pesimista en el velo que cubre el sarcasmo interior, el misterio inherente a cada uno de sus fotogramas.
7 – Dos días, una noche (Jean-Pierre Dardenne, Luc Dardenne)
“Con la que esta cayendo” podría ser la frase más escuchada ultimamente para justificar toda clase de humillaciones y rebajamientos de la clase trabajadora aceptando con resignación los efectos laborales de la mal llamada crisis. Por ello los hermanos Dardenne lejos de caer en la tentación Loachiana de cagarse cinematograficamente en el patrón o de moralizar sobre la debilidad del proletariado optan por algo tan simple y a la vez tan complicado como es narrar una situación tan dramática como injusta, solidarizándose con la protagonista, sí, pero al mismo tiempo tomando la distancia justa que permite ofrecer luces y sombras sobre el proceso narrado. Ese el gran mérito del film, no solo ampararse en la prodigiosa interpretación de la Cotillard sino poder ofrecer una lección de dignidad sin maniqueísmos baratos.
6 – Oslo, 31 de agosto (Joachim Trier)
A pesar de ser verano, a pesar del buen clima todavía reinante, el 31 de agosto suele ser un día deprimente. Aún quedando días oficiales de buen tiempo el 31 es como un funeral íntimo, el fín de una estación que da paso a la depresíon, al frío, a lo inclemente. Y esta es sin duda la metáfora perfecta de un estado de ánimo, de un viaje tortuoso, íntimo y delicado de alguien que vive perpetuamente en ese día, que lucha por captar los últimos rayos de sol pero no puede evitar sentir el escalofrío de la brisa fría y otoñal en su nuca. Un drama este más duro si cabe por su capacidad de ahondar en la herida punzando con una pluma. Suave y delicada hasta las lágrimas.
5 – The Guest (Adam Wingard)
Adam Wingard es un constructor no exento de suspicacia. En cierto modo sus films se miran con el recelo que produce el advenedizo. Siempre hay un aire de sospecha, de espera de patinazo, de ganas de que el más listo de la clase se tropiece y, en su caída, no despierte compasión sino ganes de azotarle aún más fuerte. The Guest no deja de ser ese film que se se querría despachar despectivamente como carne de festival, no resistente a un segundo visionado. Nada más lejos de la realidad, esta versión ochentera y deconstructiva de género se mueve entre Carpenter y Emmerich sin tan siquiera despeinarse y se permite incluso el lujazo de presentar un personaje a lo John Ford, primer plano, sonrisa ladeada, cero palabras y que empiece el esptáculo. Molón, sí, pero como virtud máxima no como excusa de lo fácil.
4 – It Follows (David Robert Mitchell)
Lo mejor de It Follows radica en su capacidad de generar capas cinéfilas y temáticas, pero sobre todo en su concepción de base, de apuntar a la raíz del miedo primario. Sí, It Follows da miedo por lo implacable e inevitable del fatuum del adversario, pero al fin y al cabo lo que hace el film de David Robert Mitchell es metaforizar sobre algo tan cierto como es la llegada de la muerte para todos. Al fin y al cabo ¿no estamos todos perseguidos por un reloj en cuenta atrás que inevitablemente nos alcanzará? Pues eso es ni más ni menos It Follows, la angustia inacabable y cómo afrontarla. Miedo, en definitiva, en estado puro.
3 – El gran hotel Budapest (Wes Anderson)
Wes Anderson. Más fácil de resumir imposible. Y es que El gran hotel Budapest sí y definitivamente sí, es cine de autor. Cada fotograma es un homenaje a un universo particular construido desde el imaginario del cineasta. Cada fotograma, cada imagen congelada nos hablan de las obsesiones estéticas del director, de sus filias, de sus fobias. Juntas y en movimiento constituyen una pieza delicada, armónica con un cierto regusto tintinesco en su alocada aventura. Hay algo entrañable en la propuesta, la sensación de que pase lo que pase va a acabar bien. Y en cierto modo, y perdón si esto es un spoiler (aunque ya avanzo que no) ¿cómo puede acabar mal una película cuyo argumento es una chica mirando una estatua? La respuesta es matrioska. Más claro el agua.
2 – Boyhood (momentos de una vida) (Richard Linklater)
Dos apuntes. Por un lado Pablo González Taboada indicaba algo inteligente: lo de Boyhood ya lo hizo antes Pixar. Se llamaba Toy Story. Por el otro Manu Argüelles indicaba que lo de Boyhood ya lo haía hecho con anterioridad el mismo Linklater. Se llama trilogía Antes del..Mi apunte: el sustrato formal de Boyhood es una anécdota, o un McGuffin o una curiosidad, no sé. En todo caso es el trampolín para explicar algo muy importante, que la vida son pequeños momentos donde aparentemente no pasa nunca nada, piezas sueltas de un puzzle gigante que por si solas sin insignificantes pero, juntenlas y tomen distancia, y lo que queda a la vista se llama vida, con todos los detalles y matices, con todo su esplendor. Esa es la clave del Boyhood, no ser «bigger than life» sino ser «life».
1 – Magical Girl (Carlos Vermut)
Imaginen que bajan de Raticulín en exploración terráquea y ven Magical Girl. Probablemente no les extrañaría en absoluto porque más que un film terráqueo parece más bien el producto de la filmografía más selecta ganimediana. ¿Y eso es malo? Todo lo contrario porque lo que demuestra Carlos Vermut es que está aburrido del cine de sus compatriotas terráqueos precisamente porque ya se lo conoce al dedillo. Ya en su anterior obra, Diamond Flash, jugaba a escaparse por un agujero de gusano de verdad (no esos rellenos de metafísica baratera nolanista) e irse a terrenos reconocibles y al mismo tiempo ignotos. Cierto que el experimento no resultó del todo exitoso, pero sí abrió la vía, marcó el camino a seguir. Magical Girl es la evolución de ello, un what the fuck pantagruélico para los sentidos cuya definición es tan aparentemente reconocible en todos sus factores que se acaba resbalando por todos los sentidos cognitivos posibles. No, no es cine líquido, es cine deslizante, otra dimensión a explorar de la que intuimos que ésta es solo la puerta de entrada.