Un nuevo año dejamos atrás, un año lleno de películas que pese a llevar escrita la coletilla «maldita» han tenido todo tipo de reconocimientos. Entre los redactores de Cine Maldito hemos visto mucho y variado cine, tanto en festivales como en pequeños cines que apuestan por películas pequeñas, y no podía faltar una recopilación de lo mejor de este 2013, que deja películas que deseamos, no caigan jamás en el olvido. Es una tarea difícil poner de acuerdo gustos tan variopintos, convirtiendo este consenso en un aperitivo antes de conocer lo que destaca cada redactor en solitario.
10 — Stoker (Park Chan-wook)
Si un director como Park Chan-wook se aleja de su terreno conocido para probar suerte en continente americano, el peligro acecha. Pero su manejo de la situación se convierte en maestría al comprobar como maneja los hilos de la extraña familia Stoker. Un pulso teñido de negro donde cada personaje se convierte en un volcán reposado sin saber en qué momento puede estallar. Imágenes de extrema belleza forman este baño de color donde la eclosión de una joven frente a una prematura muerte sirve de base para perfilar una tela de araña donde enredar secretos y pasiones ocultas. La joven India es el eje de simetría perfecto para atraparnos en las tensas estancias de este hogar anclado en un tiempo pasado, resultando una historia que narra visualmente un cuento oscuro y dominante, que te transporta hacia la locura envuelta en delicados paños que, en algún inesperado momento, te devolverá a la más cruda realidad.
9 — La caza (I) (II) (Thomas Vinterberg)
La sinopsis de la película de Thomas Vinterberg parecía invitar a un telefilm barato de sobremesa de fin de semana, pero en sus manos se convirtió en un estudio sobre el miedo de una sociedad centrado en el acoso y derribo de un hombre al que sabemos inocente desde el primer momento acusado del mayor de los crímenes posibles. Nuestro héroe, un maravilloso y colosal Mads Mikkelsen, tras un inicio más convencional, se revuelve contra sus jueces y verdugos regalándonos escenas portentosas como el de la iglesia o el supermercado, donde se enfrenta a la comunidad que le desprecia y decide no ser una víctima más.
Los habitantes de ese pueblo parecen por momentos los infectados de las cintas de zombies que tan en boca están últimamente y de igual manera el personaje de Mads acaba siendo un héroe solitario en lucha contra su entorno. Una película dura, dividida en tres actos, donde al final los endurecidos ojos de actor danés comprenden que nunca habrá perdón, independientemente de su inocencia. La caza podría haber sido una cinta pornográfica, pero Vinterberg se mueve con mucha soltura y nos regala una de las sorpresas del año. Maravillosa.
8 — Lore (I) (Cate Shortland)
Lore es nada más y nada menos que la confirmación de un talento. No es de extrañar pues, cuando Shortland dirigiera en 2003 Somersault, que ya hubiera quien intuía una talento que iba más allá de los galardones y en el cual, además, se perfilaba un estilo muy personal. Ese estilo es el que ha terminado por estallar en Lore, donde la enésima vuelta a los últimos coletazos del Tercer Reich deviene en un relato donde la pérdida de la inocencia se erige como uno de sus pilares centrales y, sin embargo, ni siquiera parece que la cineasta se esté embarcando en un tema tan mánido, tratado en Lore con un tacto y una sensibilidad que prácticamente arrancan el último vestigio de emoción a un espectador que, tras un largo viaje repleto de detalles guiados por la personalidad de Lore (encarnada por una gran Saskia Rosendahl en otro gran acierto de Shortland en la elección de la actriz protagonista) que culmina en un desgarrador y doloroso final.
7 — Ernest & Célestine (Benjamin Renner, Stéphane Aubier, Vincent Patar)
De Stéphane Aubier y Vincent Patar ya habíamos tenido noticias hace unos años con su magnífico debut, Pánico en la granja, y al tercer integrante que firma esa delicia llamada Ernest & Célestine sólo le conocíamos por su cortometraje La queue de la souris. En qué iba a derivar un nexo tan particular, teniendo en cuenta que el absurdo de su ópera prima parecía diluirse en este nuevo trabajo, era toda una incógnita. Nada como despejarla regalando una joya del calado y tamaño de Ernest & Célestine al espectador, condensada en una de esas menudas sorpresas que, de tanto en tanto, ofrece el terreno de la animación. Una fábula de las de siempre, resulta con un ingenio pocas veces visto y escenas que son puro deleite visual (ese robo de dientes en un único plano, por ejemplo), hacen de este largometraje una de esas piezas imprescindibles, con la habitual moraleja de trabajos como el que nos ocupa y, en especial, dos personajes difícilmente olvidables que empapan la pantalla como pocas veces hemos podido ver (me viene a la cabeza Pixar y alguna de sus creaciones) últimamente en el universo animado.
6 — The act of killing (I) (Joshua Oppenheimer, Christine Cynn)
The act of killing supone otro paso evolutivo relevante dentro del cine documental, ese género que, de tensar tanto los límites que presuntamente lo definen, no para de ofrecer piezas asombrosamente creativas en las que realidad y ficción dialogan entre sí. La película de Oppenheimer es, en este sentido, una de las más desafiantes: un híbrido que, en su combinación de testimonios reales y representaciones ficticias, consigue trascender su tema eje (la crónica de las matanzas llevadas a cabo en Indonesia por los escuadrones de la muerte) para reflexionar sobre la naturaleza ética del arte, colocando un interrogante perturbador sobre la función crítica del cine en tanto que herramienta de disección de una realidad que puede resultar no sólo problemática y compleja, sino directamente incomprensible. Es una obra de una violencia moral insoportable no por lo que narra, sino por quién lo narra y cómo lo narra. Su mirada al corazón de las tinieblas perturba porque está narrada desde la posición indolente y orgullosa de los vencedores, descubriéndonos que el Bien y el Mal pueden ser conceptos ambiguos y maleables dependiente del contexto, hasta el punto de convertir un crimen atroz en una gesta heroica legitimada moralmente por una sociedad cariada por la corrupción. Una película tan fascinante como reveladora.
5 — New world (Park Hoon-jung)
Cuando muchos especialistas auguraban la decadencia del cine de género coreano motivada por la explotación sin límites del filón que supuso a principios de este siglo de los novedosos esquemas provenientes del lejano oriente, los cuales re-fundaron los arquetipos del thriller tal como lo conocíamos en occidente, una auténtica joya aterrizó en este 2013 para tapar la boca a estos pájaros de mal agüero. Y es que New World no solo es una de las mejores muestras que podemos ver de cine negro moderno sino que especialmente supone una reinvención de los paradigmas del noir más profundo desde una perspectiva fundamentalmente inspirada en el cine más clásico. Porque lo que convierte a New World en una verdadera obra maestra del cine es el hecho de que partiendo tanto de la trillada historia de luchas mafiosas internas e infiltrados tan aprovechada en los últimos años (Internal Affairs, Infiltrados, City on fire, etc) como de la estructura narrativa de El padrino, logrará el efecto de sorprender y fascinar a los cinéfagos más radicales especializados en cine negro y de mafias. La cinta cuenta con una fotografía hipnótica y un ritmo pausado que se transforma en trepidante en su tramo final, de modo que la arriesgada apuesta de jugar todas nuestras esperanzas de resurrección del cine de género coreano en una especie de El padrino a lo Internal Affairs resultará ganadora para todos los amantes del noir más puro.
4 — The master (I) (II) (Paul Thomas Anderson)
The Master es un tortuoso, retorcido, e irreverente retrato de la América de posguerra, que indaga sobre la naturaleza de la relación entre un líder y su discípulo condenados a encontrarse y a intentar entenderse, en un vínculo basado en la necesidad mutua. Si hay algo en lo que la cinta destaca por encima de todo es en la ambigüedad y confusión con la que se nos presentan los hechos. Paul Thomas Anderson desarrolla una historia compleja, tan fascinante como desconcertante, claramente pensada para que cada uno saque sus propias conclusiones, sugiriendo sin apenas dictar sentencias. Simplemente nos introduce en ese mundo y deja que sus personajes hablen por sí mismos sin ofrecer respuestas claras o directrices para interpretar lo que nos expone. Anderson huye de demonizar a las sectas y se decanta por exponer el daño emocional con el cual nos castigamos para calmar la soledad, que se presenta como un tema mucho más trascendente que la exposición en sí de los males de estos cultos. La elección del dúo protagonista no pudo ser más acertada. Si a eso le sumamos la capacidad que tiene el angelino para sacar lo mejor de los actores, completan una obra redonda que perdura.
3 — La vida de Adèle (I) (II) (Abdel Kechiche)
¿Por qué es La vida de Adèle una de las grandes películas del año? Quizás sea porque Kechiche ha culminado una evolución impecable, realizando una película compleja, personal, densa, bella y necesaria. O porque nos regala una de esas actuaciones para los que ni todos los premios del mundo le harían justicia, la carrera de Adele Exarchopoulos es incierta, le espera lo mejor o el ostracismo, pero ella ya es eterna. O simplemente porque es una obra redonda, capaz de capturar lo intangible como es el amor y la vida. Durante 3 horas, el breve paseo que nos damos en la vida de esta desconocida, nos conmueve como pocas películas tiene el poder de tocarnos, la vemos crecer, madurar, amar, sufrir y recomponerse generando una empatía absoluta con el espectador. Y es justo por ese hilo que se crea entre la pantalla y nosotros que al acabar esta película nos sentimos huérfanos, como si con ese fundido en negro perdiésemos el contacto con alguien querido. Y supongo que ese sentimiento es la magia del cine
2 — Mud (I) (Jeff Nichols)
El esperado regreso de Jeff Nichols tras su exitosa Take Shelter no pudo ser más exitoso y espectacular ya que sin duda Mud es una de las mejores películas americanas de los últimos tiempos y para un servidor una de las cien mejores películas de lo que llevamos de siglo XXI. Usando una premisa que bebe claramente de la literatura americana clásica al situar la historia en el decadente ambiente orillado en el Mississipi más profundo (podemos calificar a la cinta como una especie de Las aventuras de Huckleberry Finn moderna), Mud es fundamentalmente un cruel y fascinante cuento de hadas acerca de la pérdida de la inocencia que supone el descubrimiento del tenebroso y triste mundo adulto y a su vez es un impresionante western crepuscular de amores imposibles al más puro estilo de Raíces profundas con un final que nada tiene que envidiar al Sam Peckinpah más inspirado. Nichols huye de todo experimento innovador para narrar con el pulso cautivadoramente clásico de la vieja escuela (Ford, Walsh, Hawks, etc) beneficiándose de una de esas interpretaciones que quedarán en el recuerdo de los cinéfilos durante muchos años. Porque Mud es a Matthew McConaughey lo que Matthew McConaughey es a Mud. Una auténtica perla que perdurará por muchos años.
1 — La gran belleza (I) (II) (Paolo Sorrentino)
Jep Gambardella es la marioneta que Paolo Sorrentino escoge como cineasta demiurgo para explicarnos esta historia de decadencia, ruido, lírica nausea y pánico controlado. Y lo hace porque Jep es inteligente, afilado, sardónico, autoreflexivo y metaconsciente de su papel. Sí. Jep, es esa clase de hombres que no estudian la composición del lodo con microscopio. Se bañan en él. Por eso saben perfectamente de que está hecho. Con la elección de este guía, no es de sorprender que el tour romano de Sorrentino ofrezca una panoplia de sensaciones que oscilan entre la risa histérica, el asombro aterrador y el asco más funerario. Sí. es Roma, pero tambien es universal. Es la civilización occidental cayéndose a rayas de cocaína mientras suena Raffaella Carra. Es la capital de ese gran circo globalizado que arde mientras hacemos la conga.
Y ante este panorama Sorrentino reparte invectivas a diestro y siniestro pero eso sí poniendo una sonrisa en la boca de cada uno de los humillados por su cámara. Porque esto va de trucos y humillados, de mostrar esos perdedores absolutos que lo tienen todo menos a ellos mismos. Va del truco del comensal que sonrie ante un bocado de carnbe putrefacta 5 estrellas michelin. Sorrentino se caga en las connvenciones adornándolas con un lacito de regalo. Y cuando nos ha acabado de desmontar, de romper, a nosotros espectadores, fundido a negro, créditos y paseo en barca por el Tiber. Reflexionemos con el suave murmullo del agua, de la ciudad que exhala profundamente esperando algo, quien sabe si un milagro. Reflexionemos pues, sonriamos o lloremos con los trucos, veranos, y bellezas eternas de Sorrentino.