Llobàs parte de una premisa que ya de por sí induce al interés, la idea del ‹Homo homini lupus est› trasladado a una suerte de película de género lateral. Dicho de otra manera, no es que estemos ante una obra de eso que se mal llamó terror elevado, pero si que comparte el ‹leitmotiv› del género travestido, del horror disfrazado bajo el manto de un drama muy físico, de kilómetro cero si se quiere.
Y quizás esta denominación le viene al pelo, porque más que una película cercana a lo que podría ser la licantropía vista por la Hammer, estamos transitando por territorios neoruralistas que se aproximan al formato que Carla Simón nos ofreció en Alcarràs. Es decir, sin ser un documental, se sitúa en terrenos de naturalidad palpable, de reconocimiento de la dureza del entorno natural y que deliberadamente huye de la romantización de dichos parajes.
Llobàs se distingue pues por su voluntad agreste, dura, a veces incluso despiadada. Y no solo por lo que retrata a nivel general, sino porque busca una distancia deliberada con sus protagonistas al no caer en una empatía lastimera y sí tantear la crudeza necesaria que ilustre la vida nómada como una lucha interna y externa contra impulsos y vicios humanos que, por momentos, más bien parecen manadas de lobos enfurecidos.
Y luego está el terror. Sí, a pesar de la denuncia, el drama y de su cierto subtexto progresista hay una clara voluntad de que el horror esté presente en todo el metraje. Desde una atmosfera y turbia, pasando por la violencia ejercida contra el protagonista, los arrebatos sanguinolentos de este y el enigma que hay detrás de todo ello. Una combinación que, si bien no es exactamente genérica, sí produce los niveles de angustia adecuados.
Evidentemente este tipo de productos conllevan un riesgo asociado: que el ‹mix› no acabe de funcionar del todo bien y se produzcan ciertos desajustes en el balance. El film de Pau Calpe no es una excepción. A pesar de que las intenciones son evidentes y que su traslación a pantalla es correcta, se nota en ciertos pasajes una discusión interna al respecto de hacia dónde se dirige la película. En momentos en que el terror podría explotar de forma más explícita se sigue inclinando por fueras de campo enigmáticos pero no del todo satisfactorios, mientras que lo puramente dramático no acaba de aportar nada especialmente original, sintiéndose muchas veces como mera excusa para el tema de la licantropía.
De todas maneras, hay que valorar Llobàs como un film que consigue a pesar de (o quizás gracias a) su ajustado presupuesto, plantear una propuesta arriesgada, diferente y fundamentalmente honesta. Puede que sus caminos hayan sido transitados en no pocas ocasiones pero hay que agradecer su voluntad de mostrar un cambio de paisaje y de demostrar que se puede hacer un cine que apueste por las ganas de contar una historia, configurándola a través de una narrativa y una óptica que hacen del film una ‹rara avis› que merece, como mínimo, ser apreciada por su distinción y ferocidad.