Mahamat-Saleh Haroun es con mucho el cineasta más destacado y con mayor proyección internacional de una industria cinematográfica tan modesta como es la del Chad. Habitual del circuito internacional de festivales, con la película que nos ocupa formó parte de la competición de Cannes del año pasado. Esta es Lingui. Lazos sagrados, una historia sobre Amina, una madre que busca ayudar a abortar a su hija adolescente Maria en un país donde la ley condena esta práctica.
Lingui está encuadrada por tanto dentro de la lógica del cine social de denuncia, en una trama que señala la discriminación manifiesta que sufren las mujeres en ese país y muy especialmente en sus comunidades religiosas. En el propio conflicto principal, la búsqueda de una forma de abortar de manera clandestina, se muestran de manera contundente las dinámicas de dominación hacia las mujeres y la asfixiante esfera patriarcal en la que se encuentran. Haroun hace hincapié en la hipocresía de una sociedad que condena al ostracismo a Maria por quedarse embarazada y al mismo tiempo le otorga la responsabilidad ineludible de llevar a término su embarazo.
Durante casi toda la película no sabemos quién dejó preñada a Maria ni en qué circunstancias. Sospechamos, más cuando las actitudes y las evasivas a las preguntas de su madre hacen presagiar que algo bastante traumático está detrás de ello, pero no deja de reflejarse con esa ausencia de respuesta el desinterés de dicha sociedad por la responsabilidad masculina. No hay ningún reparo en expulsar y señalar a una adolescente y al mismo tiempo en monitorizarla para que haga “lo que debe”, pero en lo que respecta a quién le hizo eso, se diría que fue el designio divino.
Ésta es la cuestión y es algo que la cinta aborda de una manera muy lúcida. Lingui es una historia de mujeres, relacionándose y ayudándose entre ellas, ya sea enfrentando la situación del embarazo o, en una subtrama paralela, la ablación de la sobrina de Amina. Se nos podría subrayar la idea de que los hombres dominan todos los aspectos de sus vidas resaltando alguna figura de autoridad en concreto, pero en vez de eso dicha dominación masculina aparece de manera mucho más despersonalizada e insidiosa, como una suerte de mentalidad colectiva que las leyes se encargan de representar. En cierto modo, como un enemigo invisible e inevitable que ahoga la libertad de ellas y les impone penitencias morales que deben pagar con sus cuerpos.
Esta película es una clara condena a la penalización del aborto y, por extensión a todo tipo de leyes y tradiciones patriarcales que ejercen un dominio sobre el cuerpo femenino, pero particularmente es una muestra de cómo la represión social y cultural es en muchos casos una fuerza silenciosa y asfixiante, como parte de un sistema autoritario que suprime los derechos de la mitad de su población sin rendir cuentas por ello. Y además es también un elogio a la sororidad como forma de resistencia frente a dicho sistema. Es a ello a lo que se refiere el término ‹lingui› que da título a la cinta, que vendría a significar “vínculo” y se refiere a ese ideal de apoyo mutuo y necesario para subsistir. Y es también la razón de ser de que una obra encuadrada en una realidad tan represiva deje en realidad un poso de optimismo al espectador, porque Haroun quiere exponer las injusticias, pero también poner en valor la lucha y los logros personales y colectivos frente a las mismas.
En cuanto a la puesta en escena, en Lingui. Lazos sagrados no hay muchos elementos que destaquen especialmente, a lo sumo unos cuantos planos bastante inmersivos y poco convencionales en algunos puntos de la trama. Al fin y al cabo ésta es fundamentalmente una obra de mensaje y denuncia, y como tal probablemente no se eche de menos un mayor esteticismo. Pero que no destaque demasiado en este aspecto no significa que no sea una obra muy pulcra, con una estética no particularmente elaborada pero sí muy lograda, en especial con cómo aprovecha la riqueza cromática de sus paisajes, y sobre todo con un manejo del flujo de la narrativa y los acontecimientos excelente. Es, en definitiva, una cinta más que notable en todos sus aspectos, de la que trascenderá sin duda su mensaje y su posicionamiento ético, pero que merece también una mención por la eficiencia y solidez de su realización.