Cinco cartas enviadas desde diferentes partes del globo son el punto de partida ficticio que pone en marcha la creación de una de las películas más interesantes del panorama nacional de la década. Letter to Paul Morrissey es una construcción en capítulos que se encuadra en los márgenes del cine de vanguardia, pero que posee las influencias del documental, el surrealismo e incluso el cine clásico. Haciendo un desglose adecuado al orden de las cartas, podremos dilucidar algunos ecos de autores tan alejados del cine vanguardista como Bergman o Hitchcock.
La primera de las cartas, escrita por un personaje de origen alemán llamado Udo Strauss —en homenaje a Udo Kier, actor fetiche de Morrisey—, se basa en la búsqueda de la fe. Udo viaja a Madrid para intentar comprender su malestar espiritual e intenta, sin mucho éxito, entender lo que las Escrituras le ofrecen. Así, entre idas y venidas, se topa con una mujer misteriosa que lo observa mientras se baña en un río. Ella le incita a que vaya con ella, le tienta y le aconseja que se deje de Biblias. La puesta en escena, con la salvedad de la división de la pantalla en dos superficies, podría asemejarse tanto a la de Bergman en algunos momentos, como a la de Val del Omar —pues los planos sombríos de las figuras santas recuerdan en alto grado a Fuego en Castilla—, y así lo reconoce el propio Rovira. Por otra parte, y sin tirar de argumentos de autoridad, el personaje de la mujer, la cual parece ser una manifestación demoníaca, tiene similitud, tanto en apariencia como en rol, a la Muerte de El séptimo sello.
La segunda carta tiene más de documento que de historia, pues en ella aparecen imágenes de un ‹skatepark› mientras un narrador —Joe Dallesandro— cuenta su adicción a la droga desde un punto de vista pseudo-filosófico, alegando que más que una adicción, es un estilo de vida. Es la carta que tiene más relación con el cine underground americano y, por su brevedad de concepto y composición, resulta la menos interesante.
Mediante una premisa totalmente “hitchkockiana”, la tercera de estas cartas cuenta la historia de Olena Wood, ex-actriz que participó en la película Chelsea Girls de Morrisey y Warhol, la cual se siente demasiado sola y, al igual que Norma Desmond en Sunset Blvd. (Billy Wilder, 1950), es oprimida por la sombra del pasado. Con lo poco que su casa vacía puede ofrecerle, decide llamar a una compañía que crea “perfiles masculinos perfectos” para mujeres en soledad. La imagen de un esqueleto recubierto poco a poco con vaselina se repite mientras la conversación telefónica tiene lugar en una serie de planos detalle. Todo lo demás remite al cine de suspense de una manera más o menos experimental.
El verdadero experimento es la carta número cuatro, dirigida por Saida Benzal, que mediante la no-narración visual —ya que hay una especie de prólogo narrado— nos brinda la mejor pieza del conjunto. Se trata de una danza a doble pantalla entre una pareja de amantes que succionan tiempo y amor el uno al otro. Todo se construye sobre la base de la repetición continuada de movimientos y escenas que recalcan el bucle sentimental en el que están atrapados. Una mano, un ojo o una esquina de la pequeña habitación son suficientes para acotar lo que con palabras sería tedioso. El ritmo y la imagen priman sobre todo lo demás.
La quinta y última de las cartas, es un ensayo sobre la alienación. Hiroko, la protagonista, que escribe a Paul Morrissey, tiene un agudo e irritante silbido dentro de su cavidad auditiva que no la deja vivir en paz. El ‹hoissuru›, como ella lo llama, es una frecuencia audible en el espectro humano que no cesa de vibrar y la chica tratará por cualquier medio deshacerse de ella. Siendo el más largo de los fragmentos, se convierte en el más convencional y termina por dejar clara la gran inestabilidad de esta cinta por capítulos.
Letters to Paul Morrissey es un experimento fílmico que aúna elementos de vanguardia con otros del cine más convencional para ofrecer una experiencia agradable, más que transgresora. Contraponiendo diferentes estilos para formar una masa irregular, pero interesante a su vez.