Lemon es posiblemente uno de aquellos films capaces de irritar al más pintado. Su (de)construcción arquitectónica, su falta aparente de objetivo claro y el propio carácter de los personajes acaban por darle un aire absolutamente antipático, poco digerible. Sin embargo el film de Janicza Bravo no hace un juego de posturitas formales con ello, al contrario, se busca deliberadamente todo este entramado para obligar a un visionado tenso, forzado. Tanto quizás como la vida del protagonista del film. Una existencia patética, casi una parodia de la vida misma donde la apatía solo es rescatada por momentos de histeria colectiva en ceremonias de humor negro catártico.
Esto es ni más ni menos lo que Lemon ofrece, un tenso equilibrio entre las simas del patetismo más recalcitrante y el humor que puede resultar de todo ello. Una invitación al vaciado existencial y a la contemplación nihilista de lo lamentable que puede ser la existencia humana en todas sus formas pero también una puerta abierta, una vía de escape para escapar de todo ello a base de terapia de risa desesperada.
En el foco de Lemon no se deja títere con cabeza. Desde el mundo artístico y publicitario hasta el de las relaciones personales o familiares, nada queda a salvo de esa mirada “bressoniana” que el protagonista da a su entorno. No es tanto una visión analítica del entorno sino una infección que se propaga a golpe de vergüenza ajena. No hay valores reales y sí situaciones de incomodidad, de malestar absoluto que se escupen enmarcadas dentro de un escenario que quiere ser representativo o metafórico y acaba por ser de una hiperrealidad dolorosa.
Se puede argumentar la exageración o la hipérbole en los comportamientos rastreros, intransigentes y de los personajes o el sinsentido de las acciones planteadas. Bien es cierto que la fragmentación narrativa y la ausencia de causalidad en mucho de lo que sucede puede crear una sensación de extrañeza y que su falta de cierre con moraleja puede derivar en frustración, pero precisamente este es el punto que el film pretende mostrar: la ausencia absoluta de sentido vital. Este es un film que trata, efectivamente, sobre lo que significa vivir, la existencia humana y el resultado final no puede ser más negro: La vida es un conjunto de inconexiones, de bandazos aleatorios donde no hay castigo ni premio en función de las acciones que realizamos, solo un vagar y poner la otra mejilla en un bucle que nunca cesa.
Lemon es pues un film de un nihilismo absoluto, que no da margen ni respiro y que solo muestra pequeños momentos de piedad a base de estirar el absurdo hasta cotas tan inaguantables que uno debe reír no por lo gracioso sino por la necesidad de inhalar algo de oxigeno. Sí, estamos ante una de las cimas de la perplejidad, del ‹what the fuck› cinematográfico bañado, eso sí, en altas dosis de mala baba, cinismo y vitriolo. Es evidente que esta no es una película cómoda de ver y por ello se hace patente que funciona a las mil maravillas. Al fin y al cabo esta era la intención del film, hacernos pasar un buen mal rato poniéndonos enfrente de nuestras miserias, artificios existenciales y no dejando una vía de escape para justificarnos.