¿Por qué una película cuya ambientación sociopolítica se basa en unas condiciones reales y reconocibles para cualquier espectador de la actualidad necesita introducirla con intertítulos a modo de prólogo de ciencia ficción? Lejos del fuego (Javier Artigas) tiene lugar en una España en la que el calentamiento global ha provocado crisis migratorias y sus consecuencias son la radicalización, el auge del racismo y la xenofobia, así como la violencia asociada a estos fenómenos. Vamos, nuestro presente actual. Quizá el director necesite introducir esas ideas para poder saltarse cualquier desarrollo temático de las mismas durante su metraje, que es exactamente lo que nos encontramos después. La premisa argumental utiliza a un grupo de amigas que llevan un año sin verse y son forzadas por una de ellas a pasar tiempo juntas en una casa de un pueblo incomunicado y remoto de Valencia en plenas Fallas —y teniendo a la fallera mayor con la urgencia de atender eventos próximos—. Resulta llamativo que se le dedique mucho más tiempo e interés a explicar las peculiaridades de estas fiestas regionales que a lo que en realidad se supone que el discurso del film quiere abordar.
Y “explicar” es probablemente lo que mejor describe tanto la narración como la evolución dramática de Lejos del fuego. Toda la elaboración de la historia, de la exploración a modo de puzzle o misterios por desentrañar del pasado de este grupo de mujeres jóvenes que se han distanciado, pasa por interminables secuencias de diálogo resueltas a golpe de un funcional plano-contraplano que no favorece en absoluto con su montaje a los diálogos —escasos en naturalidad y que se transmiten con un tono exageradamente afectado por parte de todo el reparto—. No es un problema tanto de las capacidades de los intérpretes que monopolizan la cámara la mayor parte del tiempo, sino de las indicaciones sobre un texto ya de por sí precario lo que provoca un casi inmediato desinterés por todos los personajes y sus conflictos por desvelar. Unos personajes cuya descripción no pasa de apuntes anecdóticos y superficiales de personalidad que los definen íntegramente, eludiendo cualquier tipo de complejidad psicológica que la cinta se empeña en fingir que existe, administrando la información y creando conversaciones con frases enigmáticas alrededor de un trasfondo y unas dinámicas interpersonales que fluyen de manera idéntica entre todos los personajes, sin atisbo de humanidad o autenticidad emocional en ellas.
La reclusión de sus protagonistas en apenas un par de espacios en los que se escenifican las conversaciones exudan una teatralidad impropia en su tratamiento formal de alguien que pretenda trascender su relato a aspectos sociales o políticos. Así ocurre que durante la mayor parte del film el espectador puede encontrarse perdido ante sus verdaderas intenciones. Como historia generacional y que dialogue con nuestro presente se queda lejos de alcanzar cualquier vínculo por la alarmante despersonalización de sus personajes. Si nos acercamos a ella como comentario político de la actualidad, apenas conecta con esa realidad que describe en su introducción. Esto ocurre tanto por la ausencia de consideración de la realidad social, como por la naturaleza genérica e insultantemente ambigua de sus referencias políticas. ¿Quienes son esos grupos radicales y violentos de los que habla en su prólogo en formato texto y que se mencionan más adelante? No se entiende de ninguna forma que no exista una mención directa a ningún espectro de ideología política en una película que pretenda en el fondo hablar sobre sus efectos en la sociedad mediatizadas ya sea por el calentamiento global o por una crisis económica. Otro asunto que destapa esta película es que tampoco se puede hablar de política en abstracto ni mucho menos construir un discurso ambivalente sobre distintas posiciones enfrentadas sin situarse respecto a ellas en algún punto concreto. Y esto es lo que al final transmite Lejos del fuego: una equidistancia deleznable, disimulada como incertidumbre narrativa (usando recursos del suspense) que acaba proyectada en su ya per se deficiente dispositivo cinematográfico.
Crítico y periodista cinematográfico.
Creando el podcast Manderley. Hago cosas en Lost & Found.
Es la peor película que he visto en mi vida! No trasmite nada, no dice nada, no inspira nada. Una pérdida de tiempo.