La manera más sencilla de contar esta historia podría comenzar en el siglo veinte, durante los primeros años cuarenta, después de la ocupación de Praga por las tropas alemanas. Para la resistencia checa o simpatizantes de la misma, como son los padres de Eda, la vida en la capital será cada vez más peligrosa. Al menos ellos tienen una casa en el campo de Slavonice, cerca de las fronteras germano-austriacas; lejos de los nazis, por el momento. A sus ocho años Eda observa la mudanza con cierto miedo y perplejidad. En el pueblo formará parte de una nueva pandilla que se oculta en una choza secreta, construida detrás del cementerio. En la escuela obtendrá el respeto de los demás alumnos salvo de uno que se convertirá en su mayor enemigo. El curso continúa, la guerra también y el niño crece junto a los abuelos, la tía, sus amigos checos revolucionarios, los gansos, palomas y otra fauna del corral. Eda sigue soñando, con sus juegos, descubriendo el ingenio o la torpeza de su padre, la fuerza y el amor de su madre. Quién puede imaginar hasta cuándo.
Después de permanecer dos años en el limbo audiovisual de la sufrida distribución independiente, se proyecta en los cines la décima película de Jan Sverák, un largometraje que adapta el libro escrito por su padre Zdenek, dramaturgo, músico y actor. Es interesante la unión de ambos artistas porque la filmografía de Jan está vertebrada en seis de sus obras sobre la base de los guiones o adaptaciones escritas por Zdenek. Este también aparece como protagonista o personaje secundario en la mayoría de los films de su hijo. Por aquí es conocido en el papel del violoncelista de Kolya o el jubilado en Sueños de juventud. Más allá del vínculo fraternal, la carrera del vástago se beneficia por unos libretos que han recorrido diferentes períodos de la historia de la antigua Checoslovaquia y la presente República Checa. En esas obras destaca un retrato natural de sus paisanos de caracteres instruidos, fríos en apariencia, amigos del humor macabro y patriotas en un sentido de afirmación o fortaleza contra los vaivenes, recibidos primero desde el oeste por las tropas nazis enemigas. O posteriormente, desde el este, por la hegemonía soviética. En la premiada Kolya situaba los hechos que rodeaban a los personajes en los primeros años noventa, durante la disolución de Checoslovaquia, para formar las repúblicas de Chequia y Eslovaquia. Escuela primaria y Un mundo azul oscuro se desarrollaban tras terminar la Segunda Guerra Mundial. Mientras que Lejos de Praga sucede en plena contienda bélica, pero aislada del frente, ubicando la acción en una zona rural.
Esta manera de rodar el enfrentamiento fuera de campo, mediante las ensoñaciones del protagonista que corre al creer que lo persiguen unos ‹panzers› tras haberse orinado junto a un amigo suyo, sobre los soldados nazis que cruzaban en tren, bajo el puente del cual escapan los infantes; la tropa que siguen unos niños del poblado, cantando el himno que entonan los soldados; o esa bomba sin combustible que cae desde un avión y es encontrada por los chicos en el bosque. Para esta ocasión Zdenek Sverák se reserva un papel más episódico que los que lo hicieron más famoso, encarnando al director y maestro de la escuela, consciente de que él mismo tiene a su alter ego en Eda, el chaval o sus compañeros de batallas, ya que su infancia debió desarrollarse en aquellos años. Gracias a la resonancia de los recuerdos, la película salta sin problemas de un registro cómico o lúdico en gran parte del metraje, mezclando el drama envolvente pero eludiendo la tragedia. Sortea la tentación de la nostalgia o la trampa del sentimentalismo, salvo en un tramo final que refleja los cuerpos sin vida de unos habitantes del pueblo que habían acudido al escenario de batalla. Incluso en esta secuencia la música, la fotografía o las reacciones del reparto no acentúan la fatalidad ni se recrean con las pérdidas. El cineasta impone la visión costumbrista con alguna intrusión fantástica propia del realismo mágico, escenas de Amarcord o referencias similares.
Porque Jan Sverák acierta desde el principio del film al no separar su mirada de los ojos, los juegos y los sueños de Eda. La película ya indica desde su título original Po strnisti bos (Descalzos sobre los rastrojos) esas largas caminatas a través de las eras, sin más rumbo fijo que hacer travesuras, esconderse, disfrutar hasta que anochezca. Consigue relaciones personales de aprendizaje por la figura del tío repudiado por toda su familia después de intentar ahogar a la abuela, un rol que interactúa con su sobrino, fascinado ante su presencia mítica. Además de secuencias impecables que pueden llegar directamente al corazón del público, como es el baño en el río con la madre, unas escenas rodadas a ras de los personaje que captura la unión materno-filial, ese primer afecto que transmite la madre joven. Secuencia que se fractura y es rematada por una tormenta de verano rodada con sentido del peligro y el escenario natural. Emoción y evocación juntas, ajustadas a la visión del niño.
La narración lineal, interrumpida por breves recuerdos o visiones que son fruto de la imaginación de Eda, funciona como un relato clásico o atemporal. La capacidad visual que regala un presupuesto generoso, con una dirección artística que hace fácil de reconocer la época, sin necesidad de las socorridas sobreimpresiones informativas que, por fortuna, ni Sverák ni los espectadores echarán en falta. Puede que no haya nada original en Lejos de Praga, pero llevaba mucho tiempo sin verse algo así de nítido, sencillo y entrañable en las pantallas.