Un ladronzuelo cualquiera de los muchos que actúan en Roma se topa accidentalmente con un poder superheroico. Al entrar en contacto con una sustancia química indeterminada, Enzo adquiere una fortaleza física extraordinaria que le permite propinar golpes devastadores y resistir todo tipo de ataques cuerpo a cuerpo contra su persona. La introvertida personalidad del protagonista, reflejada en el viejo piso repleto de natillas y películas pornográficas donde habita, colisionará contra la popularidad que se empieza a labrar cuando la ciudad tiene constancia de que un superhéroe habita entre las calles romanas.
Le llamaban Jeeg Robot (Lo chiamavano Jeeg Robot), película italiana bajo la dirección de Gabriele Mainetti, presenta una curiosa historia que parte de un hecho “spidermanesco” para mostrarnos la batalla de un hombre con su propio carácter. El título de la cinta hace referencia al protagonista de la serie de animación que a todas horas ve Alessia, joven que quedó trastornada tras el fallecimiento de su madre y con la que Enzo pronto establecerá una curiosa relación, la cual cimentará la base sobre la que se irá construyendo el relato de esta obra.
Si nos quedáramos en la superficie, sería fácil decir que estamos ante una historia ya demasiado trillada: héroe humilde que lucha contra un fuerte villano y de paso intenta ganarse el amor de una chica. Sin embargo, Le llamaban Jeeg Robot no deja de lado ciertos detalles que suponen una variante extra y que convierten a esta película en algo más que un mero cóctel de clichés. Además del propio desarrollo de la trama en su recta final, son las conexiones de la cinta respecto al mundo real, con el pánico a los atentados del ISIS, la influencia de YouTube y las redes sociales o la corrupción como exponentes más claros, las que justifican ese alejamiento del film de una óptica meramente entretenida. Tampoco los personajes son únicamente un estereotipo andante, sino que los protagonistas de la cinta (especialmente el villano) adquieren un toque personal que les confieren un pequeño hilo dramático sobre el que enlazar sus acciones y sus pensamientos.
De esta manera, Le llamaban Jeeg Robot no llega a afirmarse como una película en la que se pueda encontrar una locura parecida a la que se ve en cintas del estilo de Crank y sus derivados. Alejándose de ese estilo adrenalítico que luce en su intenso inicio, la obra de Mainetti alterna acción y humor de una forma ciertamente comedida, sin entrar en terrenos paranormales más allá del que queda establecido con los poderes superheroicos (de hecho, todo lo demás suena bastante creíble), sin ofrecer escenas de violencia injustificada y, realzando todo ello, sin resultar estúpidamente conciliadora en lo referente a las problemáticas del terrorismo y la mafia ni, desde luego, a la romántica unión de los protagonistas. El problema de seguir esta vía es que el film no termina de encontrar un sentido claro que pueda hacerle destacar, puesto que ni se define como un producto palomitero ni como un trabajo visceral, quedándose en un término medio ciertamente interesante pero que probablemente le granjee una trascendencia no demasiado alta.
A pesar de no lograr un gran impacto, Le llamaban Jeeg Robot es un film correcto como mínimo en todas sus facetas, con unos personajes que superan el inicial estereotipo, en un contexto bien relacionado con la realidad social del momento y que resuelve con clase y sin experimentos raros su apartado visual. Un film que encuentra su sitio en ese extenso apartado de películas que no desprecian ni el poder del cine como herramienta de entretenimiento ni su todavía mayor capacidad para retratar, en mayor o menor medida, los hechos y pensamientos que circulan a través de la opinión pública real.