El visionado de La zona oscura me ha causado un profundo dolor por un doble motivo. Por un lado la trama que plantea Roth es terriblemente compleja y desgarradora, abordando el tema de los abusos sexuales en el seno de una familia de clase media británica de una forma seca, directa a través del empleo de imágenes explícitas, próximas al vómito, a la vez que dotadas de una perturbadora serenidad y compasión. Por otro lado me fastidia bastante que un director novel que ha demostrado semejante talento en su primera película como director no haya vuelto a ponerse detrás de la cámara catorce años después de filmar una obra de cine con mayúsculas, de esas que quedan marcadas a fuego en lo más profundo del alma. Y es que Tim Roth, uno de los intérpretes de culto en los años noventa pasajero habitual en los primeros pasos de Quentin Tarantino en el mundo del cine —Reservoir Dogs, Four Rooms o Pulp Fiction— forma parte de ese reducido grupo de élite de actores de raza que decidieron dar el paso a la dirección con una única película (magistral) en su curriculum como realizadores —el mismo caso del Charles Laughton de La noche del cazador, el Marlon Brando de El rostro impenetrable o el Martin Gabel de Viviendo el pasado—. Queda la esperanza de que Roth retome su carrera de director con alguna otra perla que le apetezca, si bien su carácter indomable y turbulento deja entrever que será difícil que volvamos a verle en facetas de dirección.
Lejos del cine pirotécnico de nulo intelecto tan característico de esa nefasta década para el cine que fueron los años noventa, Tim Roth elabora un ejercicio en el que adopta los paradigmas del cine puro de autor de los años sesenta y setenta, próximo al Ingmar Bergman de El silencio y El manantial de la doncella o al Michelangelo Antonioni de La Aventura. Porque si hay un elemento que domina el ambiente en esta ópera prima ese es el silencio, impregnado en los primeros cinco minutos de la película en los que no se emite una sola palabra por la boca de los protagonistas y cuya esencia sirve para reforzar el aislamiento y el ambiente opresor carente de vínculos afectivos que se halla adosado en la vida de la familia que marca el rumbo de la historia. Llamativa es la insensibilidad presente en las interacciones familiares, reflejadas en las apáticas caras de los intérpretes, sus nulas conversaciones y en las reacciones pasivas ante acontecimientos chocantes como el sufrimiento de un grave accidente automovilístico que es vivido como un acto sin importancia a pesar de las duras consecuencias físicas sufridas por su causa.
Un elemento que ayuda a fortalecer esa sensación de aislamiento antisocial es el ambiente en el que se desarrolla la historia. Roth conecta íntimos planos de confinamiento entre las cuatro paredes en una pequeña casa de campo alejada de la muchedumbre y del contacto humano con la libertad que otorgan los bellísimos parajes del Condado de Devon, ornamentados con ariscos barrancos, verdes prados y con el romper de las olas contra las rocas, lo cual provee de un carácter primitivo a la fábula de la que seremos testigos. El británico dota a la película de una fotografía perfeccionista sincronizando a la perfección los primeros planos que hacen estallar los sentimientos de los actores en las escenas de interior con los planos generales y abiertos en las escenas de exterior que ayudan a oxigenar con pequeñas gotas de desahogo el ambiente doméstico enrarecido. Es increíble como Roth, como una máquina programada a tal efecto, ejecuta esta planificación fotográfica sin fallos, como una perfecta cadena de montaje alemana.
La trama que nos plantea el cineasta británico la podemos resumir de una forma muy sencilla, sirviendo esta sencillez para entretejer unas conexiones truculentas e intrincadas que ayudan a crear de este modo una mezcla explosiva de sensaciones y sentimientos muy íntimos. La sinopsis se resume de la siguiente manera: Tom es un adolescente carente de amigos, algo obsesionado con el sexo el cual todavía no ha catado, y aislado del mundo exterior que se ha trasladado a vivir junto a sus padres y su hermana Jessie, de dieciocho años, a un pequeño condado a las afueras de Londres. La vida familiar es monótona y aburrida. Tom únicamente parece sostener una relación afable con su hermana, manteniendo una turbulenta relación con su padre y un distante lazo con su madre, la cual se ha vuelto a quedar embarazada. Tras el accidentado nacimiento de su hermana, Tom descubre por casualidad al asomarse a la ventana del cuarto de baño que su padre abusa sexualmente de Jessie. Este descubrimiento provocará los recelos de Tom hacia su hermana, que en un primer momento tratará de ocultar tal aberración y fomentará el odio que ya sentía hacia su padre, un ser que bajo el paraguas de la bondad esconde a un animal repulsivo y malvado. Los intentos de esconder esta relación serán vanos ya que Tom en su afán por confirmar lo que intuyó ver en la escena del cuarto de baño, descubrirá unas repulsivas fotografías pornográficas de su padre y hermana y los pillará en pleno acto de perdición en un pestilente refugio cerca de un barranco. Todo esta situación estallará como una bomba rompiendo la ya inestable convivencia familiar.
Una de las grandes virtudes de la película es su forma de describir una historia espinosa y nauseabunda de modo poético y elegante. La cinta tiene algunas escenas bastante fuertes y explícitas como la de la violación de Jessie a manos de su padre en el turbio refugio, mostrando sin pudor los cuerpos desnudos de los intérpretes. No obstante Roth evita caer en la demagogia rodando unos planos pausados, pérfidamente bellos, en los que la violencia parece salirse del plano para incrustarse en la insinuación de la mente del espectador. Esa es una grandísima virtud que aleja a la cinta de Roth del abuso de imágenes impactantes, tan características del cine actual motivadas por la influencia de Michael Haneke. La cámara de Roth se mueve con sosiego y quietud por los intrincados laberintos pasionales que emanan de la trama. El autor inglés adopta el papel de un simple narrador que se aleja de cualquier posicionamiento sin tomar partido y prejuzgar a sus personajes, decidiendo detallar con total objetividad los acontecimientos ocurridos dejando que sea el propio espectador el que adopte su propia posición dentro de la historia.
Otro aspecto que ayuda a encumbrar la película es el realismo que segrega la trama, no solo conseguido a través del empleo de un lenguaje cotidiano alejado de teatralidad, sino apoyado en un espléndido elenco de actores que renuncian al glamour y al maquillaje para interpretar desde las tripas a sus personajes. La veracidad que despide la película es inquietante, apoyado en unos actores con marcas, granos indisimulados, michelines, con vello en los genitales, brotando en pantalla feos y desaliñados. Destaca la presencia de una joven Tilda Swinton en el papel de madre de Tom, de la jovencísima Lara Belmont que hace una de las mejores interpretaciones que recuerdo de una actriz joven, del siempre eficaz Ray Winstone que diseña un papel ambiguo y malvado como el padre de Tom y especialmente reseñable es la labor del joven Freddie Cunliffe que a pesar de su escasa experiencia consigue soportar sobre sus hombros gran parte del peso de la película convirtiéndose en los ojos compasivos del espectador. Como curiosidad indicar que un joven Colin Farrell aparece casi adolescente interpretando al novio de Jessie.
Como comentaba en el inicio de la reseña me apena enormemente que Tim Roth no haya vuelto a ponerse detrás de la cámara. Su debut con esta La zona oscura me ha emocionado. Pocos autores han sabido llevar a buen puerto con elegancia y contención el tema de los abusos sexuales. Tenemos los ejemplos bizarros de Oscura inocencia de Gregg Araki o el Happiness de Todd Solondz, y otros ejemplos que incluían este azaroso asunto como trama secundaria: Una luz en el hampa de Samuel Fuller, Mystic River de Clint Eastwood o Repulsión de Roman Polanski. Pero pocas veces una película ha logrado incrustar en su esencia este extravío de la humanidad de una forma tan sugerente y reposada. Espero que ésta no sea la última experiencia de Roth como contador de historias y nos vuelva a deleitar en un futuro próximo con su visión descreída y vigorosa de este mundo tan imperfecto en el que habitamos.
Todo modo de amor al cine.
Una película sumamente inquietante. Con tu reseña le haces justicia a esta verdadera joya del cine. Comparto mi deseo de ver a Roth detrás de la cámara nuevamente, es un excelente director de actores.
Muchas gracias Ana. Es inquietante con escenas muy fuertes, pero me gusta mucho como Roth trata el tema con calma, sin buscar la estridencia. Eso hace a la película si cabe más malsana. No comprendo como no ha vuelto a dirigir. Talentos como Roth que en su primera película logra esos resultados no nos sobran en el mundo del cine. Grandísimo director de actores, le viene de casta al algo :)
da gusto leer críticas así, con buen contenido y exquisita redacción. descargando la zona oscura. bravo.
Muchas gracias. Espero que te guste la película tanto como a mi. :)
Siempre es reconfortante encontrar una joya entre tanta pelicula repleta de efectos especiales y actores que sobreactuan…sigo redescubriendo a Tim Roth….por si alguien no la ha visto…..el pianista del mar es otra interpretacion del Tim Roth mas inesperado.