Decir que Ned Kelly es Australia puede ser algo exagerado, pero de alguna manera su vida, sus actos, su carácter, vienen a ser un símbolo que trasciende lo meramente romántico o legendario para ser una metáfora de la forja del carácter de la nación. Sí, Ned Kelly es un icono cuya vida ha sido glosada en múltiples libros y abordada cinematográficamente en un par de ocasiones previas a este The True Story of The Kelly Gang (adaptación de la novela de Peter Carey) de Justin Kurzel.
Precisamente de forjas es lo que Kurzel pretende hablarnos en su film. No se trata tanto de la exaltación de la faceta bandidesca o de resistencia anticolonial de Kelly sino del cómo llegó a esta forma de vida. De hecho, si exceptuamos una parte de su tramo final, las andaduras de Kelly quedan en fuera de plano, como si estas no fueran más que una consecuencia molesta de lo acontecido en su vida familiar.
Y es que Kurzel huye de alguna manera de recrear una epopeya de corte romántico, a lo Braveheart por citar un ejemplo, donde el idealismo ponga luz a cualquier sombra que pudiera proyectar el protagonista. La clave es hacer de la imagen un reflejo de las turbulencias y violencia de los Kelly, recrear una atmósfera cruda, salvaje y atormentada.
Hacer, en definitiva, del film una transposición del alma del protagonista.
Para ello Kurzel vuelve a cierto abstraccionismo de la desnudez paisajística que busca no solo mostrar la desolación sino también fijar la atención en el concepto a destacar. Junto a ello un paleta de colores que, aunque efectiva, tiende a sobreexponer la emoción subrayándola en demasía, hiperbolizándola hasta, por momentos, convertirla en parodia.
Este es quizás el mayor problema del film, no conseguir que la mezcla entre la desnudez hiperviolenta y estilización colorista con el tono adecuado en todo momento.
Junto a ello hay una voluntad de anacronismo en el diseño de vestuario que busca establecer puentes entre el pasado colonial y el presente. Una manera sencilla de entender el presente a través del pasado. A pesar de la eficacia del asunto, no es menos cierto que el recurso es utilizado demasiado caprichosamente, de manera que por momentos da la impresión de cierta aleatoriedad epatante más que una coherencia en el uso.
En definitiva hay que valorar positivamente el esfuerzo de Kurzel por volver a un cine visceral, por tratar de reconectar con el cineasta de Snowtown. Lamentablemente el propósito no acaba de ser del todo exitoso al ceder a la tentación de incurrir en los excesos estilísticos que ya lastraban parte de una cinta como Macbeth. A pesar de quedarse en esa tierra de nadie, The True Story of The Kelly Gang es un film apreciable en cuanto al torrente de ideas que despliega y a su capacidad de combinar salvajismo, drama familiar y al mismo tiempo saber penetrar en las zonas más íntimas y ocultas de sus personajes sin necesidad de enarbolar discursos grandilocuentes. Pura historia de un país a base de piel, sangre y desamparo.