La historia y la tragedia van de la mano. Aunque siempre han trabajado juntos, es la primera vez que en la dirección se unen los nombres de Adila Bendimerad y Damien Ounouri, que han querido reformular el pasado para dar voz y protagonismo a una mujer poderosa que aparece en los escritos oficiales básicamente como una posible leyenda.
La última reina hace referencia a Zaphira, esposa del rey Salim, un personaje fuerte y pasional que interpreta con arraigo la misma Adila, y que parece conservar todos los secretos de una dinastía en aras de extinción. La película nos remite al siglo XVI, para convertir Argel en un objeto de deseo para foráneos y lugareños, poderosos y mercenarios, con la condición de explotar un único punto de vista, el de reina y consorte que marca las diferencias en un universo dictaminado por hombres. Basándose en los hechos narrados en la historia, cuando existían alianzas entre piratas y reyes con el fin de salvar los límites de las tierras de Argelia de cualquier cruzada sanguinaria española, los directores saben introducir un nuevo punto de vista, uno no aprovechado hasta ahora: hablar de guerras, política y traición desde el punto de vista de una mujer dentro del cine argelino.
El film baila entre el contexto histórico y la representación de la rutina diaria de la reina Zaphira a través de distintos actos que van dividiendo de un modo novelesco la narración. El arco que se crea alrededor de su personaje principal nos permite recordar todas las grandes producciones cinematográficas donde las reinas europeas dictaminaban el futuro de sus tierras, ya fuera por capricho o por encarnizadas luchas que podían liderar o susurrar a sus consortes. Pero La última reina tiene algo especialmente característico, y es su voluntad de recrear escenas prácticamente pictóricas que resultan más seductoras que el propio avance de la trama. El deleite por sus trajes, bordados y joyas acompañados por la escenografía, nos confiere la idea de estar observando uno de esos cuadros encargados para la posteridad. Hay un interés en los exultantes brillos de los poderosos para enmarcar un momento concreto dentro de la historia, y así poder sacar a la luz algo más que estrategia de batalla, enfatizando el sentimentalismo de una mujer que es testigo del fulgor y la extinción de su propia llama.
Tampoco desmerece su interés por mostrar acción y rebelión en sus actos. Cada personaje clave de esta historia consigue protagonismo a través de escenas que definen su personalidad, ya sean de batalla (con explosiones, ralentíes y sangre), de táctica o de pura diversión. De todos modos, La última reina tiene ese arraigo dramático que nos hace pensar en las grandes obras trágicas de la literatura y el teatro, como un Shakespeare llevando al lado oscuro a bárbaros y eruditos en las fronteras africanas. No deja de ser una película en la que se rebaja la Historia al nivel de un único personaje, enfatizando entonces sus sentimientos como madre y esposa antes que como una líder para el pueblo. Aunque Zaphira se convierta casi en una anécdota, nos permite observar esa cara B de las grandes hazañas de otros, exaltando la firmeza de una mujer en un momento donde a ellas se les exigía pedir permiso para respirar. No quedará como un film inolvidable, pero es interesante su forma de narrar los hechos y tiene los suficientes alicientes como para entretenernos, acercándonos a los hechos pasados con unos tintes de sororidad nunca antes exigidos en esta historia.