El debut en el largometraje de la directora vietnamita Ash Mayfair narra la historia de una adolescente en el Vietnam rural del siglo XIX, convertida en la tercera esposa de un terrateniente rico, de acuerdo con las tradiciones familiares. Inspirada por relatos de mujeres de su propia familia, y con una clara voluntad, explicitada por ella misma, de extrapolar esta mirada a las muchas situaciones de sumisión y vulnerabilidad al que son sometidas las mujeres en gran parte del mundo, la postura de Mayfair en la misma es sin embargo más sutil y menos discursiva de lo que cabría esperar.
La tercera esposa es, a grandes rasgos, una película sobre mujeres y sobre cómo su desarrollo personal y sus expectativas vitales se ven moldeadas por un contexto represivo y normativo que dicta su función desde muy pequeñas. Su protagonista es May, una adolescente que debe aprender a lidiar con su identidad social en su nuevo rol como esposa, con la maternidad y con el descubrimiento de su propia sexualidad, con el apoyo y la presencia de otras mujeres que contribuyen a su formación y crecimiento. Y este último es un punto de especial interés porque en la cinta la figura masculina es casi testimonial; es una fuerza represiva prácticamente invisible, que se ejerce más de fondo que de frente, mientras que lo que vemos durante casi toda la obra son conversaciones, juegos, confidencias e impulsos románticos entre personajes femeninos, con soporte mutuo y aprendizaje sobre las normas y las rutinas.
Es en esas relaciones entre mujeres en el contexto de un orden social represivo para ellas donde se concentra gran parte del discurso emocional de la cinta, pero no hay que obviar tampoco el tono costumbrista de la misma, con esa fijación, que en algún momento podría llamarse ensimismamiento, en las rutinas y en la no necesidad de un conflicto expresado de manera clara y visceral. Sí hay ciertas instancias dramáticas en la vida de May y de quienes la rodean, aunque son desvíos esporádicos de un proceso lento, metódico, observado y sólo sutilmente conflictivo y devastador, en el que Mayfair tiene cuidado de no presentar a su protagonista como una víctima de los acontecimientos, sino como un personaje emocionalmente complejo definido tanto por su situación como por sus vínculos, sus expectativas y su acomodamiento al rol social que se le reserva.
Con un ritmo calmado, con grandes interpretaciones y con una puesta en escena que alterna entre la exhuberancia colorida y el intimismo, creo sin embargo que el nivel estético es el pie del que más cojea La tercera esposa. Un buen trabajo de cámara, iluminación y uso de los colores no logra eliminar en numerosas ocasiones la sensación de estar viendo un producto aséptico, como excesivamente calculado en torno a las reglas formales del cine de autor más convencional para, sospecho, aumentar su atractivo a un público no familiarizado con su contexto cultural. De hecho, es casi contraproducente en una obra que narrativamente sí ofrece una cadencia y unas expectativas poco comunes. Y en ese sentido es incluso más sangrante el caso de la banda sonora, compuesta por melodías olvidables, muy corrientitas en un tono ambiental que ya hemos escuchado demasiadas veces.
Asimismo, existe un cierto doble filo en el uso del fuera de campo, que se utiliza con habilidad para sugerir en vez de mostrar las circunstancias más sórdidas de una cinta que entre sus temas incluye algo tan perturbador y repulsivo como la sexualización de niñas; pero al mismo tiempo no da la impresión de que la lección esté del todo bien aprendida cuando Mayfair parece recrearse en la sordidez demasiado antes de realizar el corte, o en otras situaciones aún más cantosas como es la fea escena de la decapitación del gallo.
No quiero con todo esto menospreciar una cinta que además me resulta conceptualmente muy atractiva, no solamente por su buena exploración de un tema tan complicado y a día de hoy todavía en boga, sino por una estructura que parece ir radicalmente en contra de lo que las convenciones le dictan y logra, sin reducir ni un ápice la implicación emocional, ofrecer un punto de vista justo y respetuoso con la mirada del mundo que tiene su protagonista, evitando dramatizar su situación explícitamente y narrando su historia en un tono mundano y observador. Pero la estética global de La tercera esposa daña mi inmersión en ella y hace que al final no me funcione con la contundencia que esperaría de una película a la que encuentro tantos aciertos a nivel de planteamiento y decisiones narrativas con un guión estupendo, de personajes bien perfilados y un enfoque, como poco, interesante.