La Sección Oficial de ayer en la Berlinale nos dejó un sabor agridulce, ya que pudimos ver cosas que nadie entiende cómo han acabado en el Festival (ese sinsentido llamado Layla Fourie), pero también otras muy interesantes, entre las que se encuentran la película que comentaremos hoy: La religieuse, el nuevo trabajo del director francés Guillaume Nicloux. Se trata de una nueva versión de la novela de Denis Diderot escrita a finales del siglo XVIII, que, como si de un hecho real se tratara, cuenta la historia de Suzanne Simonin, una chica muy joven a la que se le obliga a hacerse monja, ya que tras pagar las dotes de sus hermanas mayores, su padre no tiene más dinero para mantenerla y casarla. Ella, que aunque es muy creyente, no tiene vocación, luchará siempre por elegir su propio destino, pero para ello tendrá que pasar por auténticas torturas.
La obra de Diderot ya había tenido una primera adaptación cinematográfica de la mano de Jacques Rivette en 1966, una versión teatral y austera, que además creó polémica porque estuvo prohibida durante algún tiempo. A estas alturas sin embargo, lo que nos cuenta Nicloux en La religieuse no resulta polémico, escandaloso o extraordinario en ningún sentido. Más bien es un trabajo academicista que, sin llegar a ser opulento ni barroco, sí que es sobresaliente en su cuidadísima ambientación, en todos los aspectos, desde la recreación de espacios interiores hasta el vestuario, con una escena en la que se desnuda a la protagonista y podemos ver todos los “complementos” que tenían que usar las monjas de la época. Especialmente destacable es la fotografía tenebrista y el uso de la luz para darle mayor expresividad al rostro de la protagonista.
La película está dividida en un prólogo, dos partes clarísimamente diferenciadas y el final. La primera parte, la mejor, es más fría y directa, mostrándonos la dureza del día a día de la vida en un convento. La joven protagonista, Pauline Etienne, que refleja toda la melancolía del mundo en su mirada (ojo, porque es carne de premio, con un papel muy predispuesto a ello, y sería muy merecido) encarna en esta parte a la inconformista heroína que se rebela contra unas normas bárbaras, reflejadas en el personaje de esa madre superiora odiosa interpretada por la siempre estupenda Louise Bourgois. El problema viene en la segunda parte, cuando Suzanne deja de ser ella sola el centro de atención de la historia, y pasa a compartir protagonismo con el personaje de Isabelle Huppert (que es quien peor parada sale en la película, con una interpretación demasiado estereotipada), que da pie a explorar un tema muy dramático pero que está tratado de manera cómica. Adaptados como ya nos tiene la película hasta ese punto a la crudeza y el realismo extremos, en esta segunda parte se rompe el tono que se había conseguido crear, con situaciones que a Nicloux se le van de las manos, y que sólo consigue reconducir por el buen camino en sus minutos finales.
Sin embargo, aunque es irregular en su historia, La religieuse mantiene siempre un nivel muy alto técnicamente hablando, y nunca pierde el ritmo ni la capacidad de crear interés. Un ejercicio sobrio y formal de cómo hacer buen cine de época. De lo mejor que se ha visto en el Festival, y, como digo, no sería nada de extrañar que se vaya a casa con algún que otro premio.