Eran los (felices) años 80. Infancia, sábado tarde y la única preocupación en tu cabeza era que llegara la hora de ver por la tele como unos malvados lagartos del espacio invadían la tierra. Un acontecimiento tan gigantesco como aterrador, que además contaba con el añadido de que el invasor aparentaba ser humano.
Pero, ¿y si dicha invasión no llegara con naves espaciales? ¿y si todo fuera una llegada discreta? ¿y si todos fueran como Willy, el largarto bueno? Pues el resultado vendría a ser algo aproximadamente parecido a La reina de los lagartos. Una polaroid en movimiento, un retrato vintage de una relación romántica alienígena-humana contada desde una posición donde la ternura se combina con un humor absurdo, desacomplejado y libre.
Esta historia mínima se apuntala a través de pequeñas píldoras situacionistas. Pequeños marcos fotográficos que el formato encuadra y que marcan la evolución de esta peculiar pareja a través de diálogos tan cotidianos como empapados de locura y extrañeza. Así pueden convivir sin problemas chistes sobre la lefa y sus distintos sinónimos con el peculiar romanticismo de una escena de ducha.
Con estos mimbres Burnin’ Percebes nos ofrece una pieza donde el relato es un elemento subsidiario de la narrativa. No es tan importante lo qué se está contando (aunque sea fácilmente interpretable como un alegato en favor de la interculturalidad y la diferencia) sino la manera en que se hace. Como si fuera la puesta en escena, la estética retro, la que pudiera definir y poner de manifiesto la naturaleza de dicha historia.
Lo principal, a pesar de la artificiosidad de los recursos, es establecer un marco de credibilidad asumible, una cotidianidad de raíz “rohmeriana” donde lo alienígena sea solo un elemento accesorio de diversión, el gatillo que pone de manifiesto la complejidad de las relaciones humanas, esencialmente en lo que al amor se refiere. Un objetivo conseguido plenamente, dado que por momentos podemos olvidar que estamos una relación de carácter intergaláctico. Algo que, sin embargo, es recordado a modo de pequeños pies de página (por así decirlo) con la voluntad de añadir el absurdo humorístico ya mencionado.
Es evidente que no estamos ante una pieza que deba ser tomada demasiado en serio. Más bien un pequeño experimento, un divertimento que, sin embargo, no quiere quedarse en una anecdótica gamberrada sino aportar una nueva visión tanto a las romcoms como a la ciencia ficción a través de un discurso minimalista en lo formal. Un pequeño film, tan hilarante como desconcertante, que quizás no consiga substituir a V en el imaginario colectivo de invasiones reptilianas pero que seguro consigue hacer pasar un buen rato.