La pecadora es un filme que provocó gran controversia en la Alemania de posguerra, pues fue la primera en abordar abiertamente temas tabúes para esta sociedad.
El filme posee algunos elementos característicos del cine negro: una banda sonora de arranque que alerta peligro, narración en «off» de la protagonista para contar su historia, inicio del filme con un hecho trágico que será aclarado a través de «flashbacks», y presencia protagónica de una aparente «femme fatale», aunque luego se descubrirá que su meta no es la destrucción moral o física de alguien, sino todo lo contrario.
Pese a todo esto, en su conjunto, la película no logra del todo encajar en la cautivante corriente del «film noir» y recae, más bien, en una especie de melodrama, cuyo argumento se enfoca en la lucha que emprende una mujer para salvar la vida de su novio, un ignoto pintor de cuadros que tiene un tumor cerebral. Ella estará dispuesta a hacer lo que sea, incluso prostituirse, para lograr su objetivo.
Como es conocido, en el Tercer Reich la mujer fue restringida de cualquier función socio-económica de relevancia, su papel se centró básicamente a su carácter reproductivo y a los cuidados domésticos; esto, entre otras cosas, hizo que se generase una corriente o creencia muy conservadora sobre el comportamiento que debían tener las damas.
Aunque en 1945 finalizó la Segunda Guerra Mundial con el consecuente desplome del régimen nazi, durante los años de la posguerra seguía latente en la sociedad germana algunos de sus ideales, entre ellos la concepción de que toda mujer debía reflejar siempre una conducta intachable y moderada. Por ello, cuando en 1951 se estrenó La pecadora las fuertes reacciones no se hicieron esperar, pues el filme desdibujó el esquema que se tenía del componente femenino y reveló una serie de aspectos que causaron gran polémica.
La película fue la primera en la historia del cine alemán que mostró a una mujer desnuda. Además, basó su historia en una relación de concubinato, aspecto que era muy mal visto en la época. También diseñó una relación incestuosa desde una doble moral, pues si bien la denunciaba como una violación, también la justificaba como un mecanismo eficaz para conseguir gratificaciones. Y si esto no fue poco, dotó de un aire de romanticismo a aspectos tan controversiales como la muerte asistida y el suicidio.
A este cóctel de temas polémicos, se sumó otro relacionado con una especie de cómoda prostitución. Todo esto provocó que los representantes de la iglesia y de otros sectores de la sociedad alemana reaccionaran con dureza ante las proyecciones de la película, ocasionando una arremetida que, en ocasiones, resultó ser violenta.
El director de La pecadora, el austríaco Willi Forst, era muy conocido y respetado en la Alemania nazi en la década de los 1930 por llevar al cine con genialidad un subgénero de comedia ligera, conocido como operetas vienesas, donde impulsó un agradable sentido narrativo, amalgamando con eficacia elementos amenos con el musical. De hecho, una de sus creaciones, Vuelan mis canciones, es considerada como una de las mejores películas en la historia del cine de Austria.
Pero Forts sorprendió a la población alemana cuando estrenó Die Sünderin. Al parecer, después de la guerra, sufrió una brusca transformación en su concepción fílmica y si antes buscaba agradar al público, esta vez lo quiso provocar mostrándole sin tapujos en la gran pantalla toda la descomposición de una sociedad, de una familia y de las personas.
El director austríaco empleó con eficacia en esta película el sentido metafórico de la imagen apoyado en una secuencia rápida y dinámica de planos, pues los diálogos le fueron innecesarios, con la voz en «off» encargada de dotar de intensidad e interés a la historia. El filme dejó al descubierto una riqueza narrativa seductora.
El protagonismo de La pecadora estuvo a cargo de la enigmática Hildegard Knef, una de las más importantes actrices del cine alemán, que también lució sus dotes en el cine americano.
El alto nivel de protesta que sufrió esta película en la República Federal de Alemania, la hizo también muy taquillera y duró casi medio año en las carteleras teutónicas. Sin embargo, por su antecedente polémico, la cinta difícilmente pudo ser exportada a otros países y, por ello, no es muy conocida en el extranjero; pero en los tiempos actuales se la puede rescatar como una de las cumbres de un cine alemán que intentó reconstruirse tras la hecatombe que significó la guerra.
La pasión está también en el cine.