La niña de la cabra (Ana Asensio)

La infancia es, sin lugar a dudas, una experiencia curiosa. Cada ser humano recibe un periodo de crecimiento en el que todo, y todo es todo, es nuevo, por estrenar. Visto así parece normal que miles de miedos y traumas vengan de esa época sorprendentemente corta en la vida de una persona. Pero es sin duda fascinante, tanto que incluso de adultos, decenas de años después de haber sido niñ@s, las personas suelen añorar sus inicios biológicos y las experiencias que vivieron. Algunos adultos en concreto deciden reflexionar sobre sus infancias, o las de otros, y el cine siempre ha sido un terreno fértil para eso. Hay un buen puñado de películas que cubren la infancia de diferentes maneras, con mayor o menor éxito, y La niña de la cabra la nueva cinta de Ana Asensio, autora de Most Beautiful Island, es quizás la más nueva adición a este pequeño y fascinante mundo.

El listón está alto tanto a nivel nacional como internacional, muchos grandes autores han puesto su mirada en este tipo de relatos, muchos han triunfado con películas gigantes y tantos otros se han despeñado en obras mediocres. Asensio propone una combinación que rápidamente suena familiar, al menos en este país; combinar la infancia con la cultura. Ha habido, a lo largo de los años, un buen puñado de autores que han mostrado fascinación por las festividades y tradiciones españolas, por la cultura de siglos pasados que gotea en el nuestro. Asensio pone sus pies en los de autores previos como Jacinto Esteva (Lejos de los árboles) o José Val del Omar (Tríptico Elemental de España), todos se zambullen de lleno en los símbolos, las canciones, las pinturas que han ido marcando el reino imaginario de la cultura española, en especial el cristianismo y toda su imaginería sobre el sufrimiento, el pecado y, de alguna manera, lo macabro. Pero hay una comparación inevitable y esa es con Erice. La obra de Asensio traza, consciente o no, muchas líneas con El espíritu de la colmena.

Elena, interpretada por Alessandra González, habita en la sombra de la Ana Torrent de 1973. El monstruo de Frankenstein que fascinó a la niña castellana es, en el Madrid de los 80s, El aquelarre de Goya, más concretamente la figura del carnero que lo preside. Dicha imagen genera un impacto en la niña protagonista que me lleva al atributo más atrayente de la película de Asensio, el punto de vista. Como en la obra de Erice, la propuesta intenta filtrar la realidad a través de los ojos infantiles y creo que sus mayores logros, tanto estilísticos como narrativos, nacen de esa intención. Por ejemplo, me fascina un pequeño hallazgo, casi accidental, que descubre el guión. Cuando dos niñas hablan sobre la muerte de familiares, se vuelve claro que el trauma de Elena no es solo la muerte de su abuela, sino el no haberlavisto”. De golpe muchas secuencias cobran un significado nuevo, como la referente a la muerte de una paloma; parecen ser sustitutos de la imagen de la muerte que se le ha negado a la niña, fundamental cuando pensamos que su manera de relacionarse y descubrir el mundo es a través de los ojos. La vista se vuelve entonces capital en la cinta de Asensio, es elticket› de entrada al mundo de Elena, pero también funciona de manera contraria, permitiendo a imágenes perturbadoras, como lo son las pinturas negras de Goya, la entrada a su cerebro y su imaginación.

Tomando en consideración lo anterior, encuentro una lástima en cuanto a lo estilístico que la película decida apelar a un cine más familiar, pues creo que limita mucho la capacidad de la obra para ser realmente macabra o inquietante. Lo que queda es una película más encauzada, con notas mucho más familiares y alguna secuencia donde el cine mudo, lo violento o la religión permean para darle un pulso diferente a la narración, pero son una minoría en lucha con el resto del metraje. La dinámica de cámara, que siempre prioriza la vista de la niña, usando bastante los contrapicados, es interesante y si realmente se apostara por unlook› a tono con las pinturas de Goya que presenta la trama y que tanto afectan a la niña, estaríamos ante otra película muy distinta. Menos accesible seguramente, pero con un mundo más único.

Con todo, La niña de la cabra es una película que plantea bastantes cosas que me parecen interesantes. Su inicio, por ejemplo, que contrasta ballet europeo con melodías españolas, el impacto visual en la niña de pinturas, imágenes y estatuas; hay muchos elementos de valor aquí, que conjugan con una trama sincera que une a dos niñas pasando por encima de barreras tan invisibles como reales, como la segregación, el prejuicio o los credos.

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