En el mundo del cine hay dos tipos de actitudes. La de aquellos que preferimos mirar como espectadores, pues como conocedores de nuestro escaso talento para plasmar nuestras ideas en imágenes optamos por contemplar las propuestas de quienes sí lo poseen, y los que se lanzan a la aventura de crear para deleite de los del primer grupo. El de Miguel Faus es uno de esos casos, como Truffaut, Chabrol o Bogdanovich, que integra estas dos vertientes. Y eso es una gran ventaja. Puesto que si el creador, además de talento para filmar y narrar en imágenes, es igualmente un cinéfilo de esos enfermizos que amaron al cine desde sus más tempranos pasos en la vida, el éxito está más que asegurado.
Conocí a Miguel por los lares de Twitter hace ya bastante tiempo. Fue uno de los integrantes más destacados de ese primerizo Twitter cinéfilo del que ya quedan pocos representantes de su hornada original. Si algo destacó de sus opiniones y recomendaciones siempre fue su exquisito gusto para argumentar y el respeto, amor y conocimiento de cine que desprendían sus razonamientos. Y eso, en un mundo tan superficial y egocéntrico como es el que nos solemos encontrar en esta red social, fue algo muy de agradecer y seguir. Sin duda, Miguel es un superdotado que entiende como funciona esto del lenguaje cinematográfico, por tanto no es de extrañar que su primer trabajo vaticine un futuro más que alentador.
Me congratula que Miguel haya decidido abandonar la comodidad que ofrece la vertiente de espectador, arriesgándose a emprender una carrera como realizador con el cortometraje La muerte de Don Quijote, pieza que ha sido galardonada con diversos premios entre los que destaca el de mejor cortometraje del Festival de Sitges en su certamen de 2018. Seguro que su segundo corto, Calladita, continuará por esta senda, debiendo posibilitar en breve el salto a la dirección de largometrajes.
El cortometraje es fiel reflejo de alguien que antes que director es cinéfilo. Ya que nos hallamos ante una obra compacta que apuesta, con mucha solidez y elegancia, por ese complejo e intrincado género que es el del cine dentro del cine. ¿Qué mejor ambiente para arrancar una primera creación que reflexionar sobre el misterio que se ha decidido abordar como carrera y proyecto profesional? ¿Es el cine un espejo que no permite discernir lo real de lo irreal? ¿Merece la pena el esfuerzo mental y físico que supone la creación, si la recompensa obtenida no compensa la elegía que hay que abrazar para abrirse camino en el mundillo cinematográfico?
La película arranca mostrando a un ya famélico Don Quijote reposando en una cama. Se trata del viejo Alonso Quijano presa de un estado febril y moribundo que se encuentra meditando de sus desventuras con su fiel escudero Sancho. Observamos la muerte de cerca. La del personaje, pero también la del actor que le está interpretando, puesto que con un hábil truco de metalenguaje Miguel nos mostrará que la primera escena que hemos contemplado en su corto no es sino una secuencia que está rodando en un estudio un ávido y ambicioso director de cine que se encuentra filmando el cenit de la que él cree será su añorada obra maestra: fotografiar la muerte de Don Quijote. Algo que, en forma de paradoja, también podría ser la filmación de la muerte en directo del actor que está interpretando al mítico personaje cervantino, pues como su espejo en el cine, éste también parece penar por las consecuencias finales de una larga enfermedad.
Este potente contrasentido servirá a Miguel para reflexionar sobre los límites que implica la creación. ¿Justifica la realización de un sueño cinematográfico explotar los márgenes moralmente establecidos en aras del arte? ¿Son los sueños de posteridad suficientes argumentos para penetrar en territorios que podrían entablar incontables debates éticos? ¿Sólo a través del sacrificio extremo, que podría llevar a la locura o la muerte, es posible consagrar un film como una eterna obra maestra?
Todas estas cuestiones, de profundas connotaciones metafísicas, son planteadas por Faus de un modo magistral. A través de un sano ejercicio de ironía que recorre cada una de las esquinas del corto, el cual está aderezado de un sano humor negro y mucho sarcasmo que viene como anillo al dedo al espíritu conceptual del film. Asimismo, ejerce ese conocimiento cinéfilo, pues en el film podemos atisbar guiños a obras capitales como ese Don Quijote de Orson Welles o La noche americana del propio Truffaut.
Además todo ello se compone de una puesta en escena preciosista desde el punto de vista estético gracias a una fotografía en blanco y negro hipnótica y opulenta. Una foto que no solo persigue la belleza decorativa, sino que igualmente desprende narrativa y significado en cada plano tomado. Muy beneficioso resulta también un reparto entregado a la causa que cumple con nota lo empeñado por el creador.
Todo lo comentado eleva a La muerte de Don Quijote como un contundente y triunfante debut de Miguel Faus. Una punta de lanza que debe servir para seguir avanzando en este complejo mundo creativo que seguramente implicará entablar numerosos sacrificios personales, económicos y temporales. Unos sacrificios que seguramente merecerán la pena.
Podéis ver La muerte de Don Quijote aquí: https://vimeo.com/409444661
Todo modo de amor al cine.