Al principio de La mecánica del corazón (Jack et la mécanique du coeur) vemos a un pajarillo volando sobre la ciudad de Edimburgo en medio de un gélido temporal mientras la música atrona los oídos. El ave termina por congelarse y acaba en el pelo de una mujer embarazada, que acude a dar a luz a casa de una bruja. De su vientre nacerá Jack, un muchacho con el corazón congelado que la hechicera suplantará por un reloj, el cual tiene muchas posibilidades de detenerse si el muchacho se enamora. Tras una larga elipsis, vemos a un Jack ya más crecidito salir de casa por primera vez, afrontando los riesgos que tiene para su vida el ver pasar frente a sus ojos a una bella mujer.
Lo que Stéphane Berla quiere contar, ayudado eso sí por el guionista y autor de la novela original Mathias Malzieu, es un relato sobre el amor y todas las barreras que se suelen poner en torno a este sentimiento. En el caso aquí expuesto, es evidente el papel relevante que juega la música, con diversas canciones al más puro estilo Disney que facilitan la contextualización argumental a la vez que se hace más llevadera la evolución dramática de los personajes. La verdad es que el planteamiento inicial no dista demasiado del que hemos visto en alguna película de la mencionada compañía: un joven tímido y con problemas que debe hacerse paso a través de un mundo cruel y que esconde horrores.
Con todo lo dicho, parece claro que La mecánica del corazón puede llegar a ser una muy buena película para enseñar a los niños un punto de vista sobre las relaciones humanas, el amor y el respeto a lo diferente, bajo un magnífico envoltorio, con giros de guión y personajes clásicos incluidos (aunque falta el típico “ayudante” gracioso de este tipo de películas). Ahora bien, la pregunta que hay que plantearse sobre este filme es: ¿ofrece los mismos alicientes para un adulto? Seguramente haya toda clase de opiniones al respecto, por lo que aquí es inevitable entrar en un terreno más personal. Bajo el punto de vista de quien aquí escribe, la película se enquista al llegar a Andalucía (expuesta de manera graciosa pero con los tópicos de siempre), precisamente el momento en el que la película debía arrancar y mostrar todo su potencial. Todo lo que sucede a partir de ese momento oscila entre el excesivo azúcar y la rudeza, sin que se alcance un término medio concreto entre ambas vertientes. No ayudan en este sentido las canciones (en español en el original) interpretadas por cierto personaje que será relevante de cara al desarrollo de la obra pero que personalmente lo considero como muy falto de carisma (nota predominante en todos los que pueblan la obra, por cierto).
Como punto a favor hay que reconocer que el aspecto visual está muy logrado. Pese a que un servidor no sea en absoluto fan de este tipo de animación, lo cierto es que la película funciona claramente en este terreno, manteniendo una fisonomía impecable de principio a fin. La banda sonora tampoco está nada mal, quizá mejor en las sintonías que en las piezas cantadas, pero van muy a tono con la idiosincrasia de la película y eso es un punto muy importante en este género.
Más allá de estas consideraciones, es fácil concluir que La mecánica del corazón es una película que requiere cierta comprensión por parte de los espectadores más talluditos, una especie de mentalización para penetrar en un mundo imaginario que sin embargo trata varios aspectos de la vida real. Depende de esto y de que uno mantenga la esperanza de ver algo deslumbrante a lo largo de la película el juzgar si la obra dirigida por Stéphane Berla merece hacerse un pequeño hueco en el corazón del espectador. Dados los elogios que ha recibido la obra original de Mathias Malzieu, quizá tampoco sería mala idea darle un repaso antes de ponerse delante de la pantalla y así comprobar con mucha más exactitud si el filme puede maravillar o, por el contrario, decepcionar.