Los propios viejos cazadores que se reúnen alrededor de una mesa en La leyenda del Rey Cangrejo (Re Granchio, Alessio Rigo de Righi & Matteo Zoppis, 2021) señalan en cierto momento de su conversación la imposibilidad de conocer las bases reales de los relatos que se pasan de una generación a otra a través del tiempo y que comparten entre ellos. Sobre los hechos que pudieron ocurrir, las modificaciones y añadidos que experimentan las historias para hacerlas más coloridas, emocionantes y únicas distorsionan y difuminan las fronteras entre lo real y lo fantástico. Y a partir de estas palabras se profundiza en la narración oral traducida a imágenes con el apoyo de la fabulosa fotografía en 16 mm de Simone D’Arcangelo. La imagen aquí lo es casi todo con una aproximación sensorial al paisaje, a la utilización de la luz y el entorno de los personajes, que nos lleva desde los caminos de un pueblo de Tuscia en el umbral del siglo XIX al XX hasta los desconocidos y misteriosos territorios de la Patagonia en busca de un legendario tesoro. Otro umbral es el que sirve de inicio del filme, cuando el borracho y pendenciero Luciano (Gabriele Silli) abre a la fuerza una puerta que el príncipe del lugar ha cerrado.
Este desafío a la autoridad caprichosa y arbitraria —subrayado en el apoyo expreso a la república— se cruza con su interés por la joven Emma (Maria Alexandra Lungu), que recibe también las atenciones del príncipe. Con ella se inicia tímidamente una imposible relación amorosa que acaba en tragedia. Una tragedia que en la cinta persigue al deseo de sus personajes como consecuencia de querer alcanzar lo sublime y satisfacer sus anhelos, ya sea en forma de amor o de riqueza. Algo que conecta temáticamente esta película con El cuento de los cuentos (Il racconto dei racconti, Matteo Garrone, 2015). El exilio para evitar la prisión lleva a Luciano al otro lado del mundo, suplantando la identidad de un sacerdote que tenía las claves para encontrar el oro escondido de un galeón español. En la segunda parte del largometraje se produce una desmitificación del colonialismo y la captura de energías telúricas que lo vinculan a Eles transportan a morte (Helena Girón & Samuel M. Delgado, 2021) e incluso a Blanco en blanco (Theo Court, 2019) por su deconstrucción de códigos del western en un lugar y época compartidos con la subversión de la idea de lo salvaje a través de la violencia y la ambición que rigen a los buscadores de tesoros.
La narrativa busca la recurrencia simbólica e incluso la circularidad, fuera de toda lógica lineal. Si en la primera secuencia vemos a Luciano encontrar en el agua un viejo trozo de oro etrusco que regala a Emma, su búsqueda le lleva al mismo lago que presagia su amada, donde el agua refleja la luz del sol y brilla por el tesoro que oculta. Un tesoro, dice, que le convierte en rey. El reencuentro con ella a través de una escena cargada de sentido onírico sella el destino del protagonista, transformado en otro, lejos de su país y redimido por materializar el sueño que ella le cuenta al oído. En La leyenda del Rey Cangrejo se propone una búsqueda por lo que existe más allá de lo visible y de las apariencias, donde se encuentra lo maravilloso y las personas trascienden. Un cangrejo indica la ruta hacia la opulencia, la tierra esconde secretos sólo descifrables para los que saben leer los mitos de manera adecuada según culturas ancestrales, un sacerdote puede ser en realidad un buscavidas atormentado por la muerte de su amor —aunque el verdadero puede estar igualmente corrompido por la avaricia— y el agua, que da la vida, puede quitarla a través de los seres a los que nutre y que proliferan en ella. Unas contradicciones que se retroalimentan en un ciclo épico que continua la tradición de los poetas clásicos de la antigüedad, cuyos argumentos y moralejas sobreviven a través de los claroscuros del espíritu humano.
Crítico y periodista cinematográfico.
Creando el podcast Manderley. Hago cosas en Lost & Found.