Roma Santa, Federico Fellini, Michelangelo Buonarroti, Gustave Flaubert, decadencia, Coliseo, Vaticano, Paolo Sorrentino, Roma en verano. Roma y el circo, trucos, magia, performances y el Rey de los mundanos. Roma puta, gomaespuma y la parada de los monstruos. Roma eterna, Anita Ekberg, Marcel Proust, elites, Casanovas, snobs y condes de postín. Roma de noche, Renacimiento, silicona en los labios, Rafaella Carrá y exbellinas entradas en carnes. Martini rosso, Jeppino Gambardella y Fanny Ardant; arte conceptual, la sencilla Ramona. Roma al amanecer y la caída de su Imperio; «il dolce far niente», el amigo Romano, más crápulas, más meretrices, una enana, anoréxicas, monjas adolescentes y gurús del bótox… Roma repleta; Roma vacía. Roma o muerte.
Esa es la tela que hay que cortar. El sobrevuelo de Paolo Sorrentino sobre la condición humana es un trabajo colosal de una cámara que se adapta a toda cuanta diversidad de planos posibles exista, moviéndose al mismo ritmo frenético del Far l´amore de la Carrá, como arrebatadamente con sinfonías de Bizet, contemplativamente con Górecki y enigmáticamente con los arreglos de Mikk Uleoja para Beata Viscera.
En un ensayo sobre el vacío humano, Jep Gambardella —espléndido Toni Servillo—, reconocido escritor y periodista, vividor a tiempo completo, libertino casanova, crápula noctámbulo, amante de la belleza y perseguidor de la sensibilidad, despertará luego de la celebración de su 65 cumpleaños de ese lecho de látex que engendró a los necios conjurados contra la belleza y sencillez humanas. A ése penal lleva esposado de pies y manos más de media vida; tantos años que ni recuerda. Roma es la culpable, la dominatrice, su ama, su dueña. Roma le ha negado su voluntad sensible, obligando a rendir cuentas a un ego narciso, a ése esteta contemplativo…
…Una noticia inesperada como reveladora, quizás gire el rumbo de su travesía y desate velas de su genio e inspiración. Al fin y al cabo no está tan lejos de ese mar evocador.
La ciudad que ha sometido a Jep Gambardella es la Roma protagonista de la película. La ciudad eterna convive plácidamente con la casta parasitaria que alimenta. Roma, difícilmente deja escapar a nadie, y Jeppino, de hecho, sólo recuerda pura y limpia su niñez fuera de la ciudad.
La Gran Belleza es un compendio vitalicio y atemporal sobre lo absurdo del ser humano, sobre sus luchas existenciales, cualquiera que sea el momento en que éste las padezca: personajes circenses, excesos, histrionismos, rostros profundamente caracterizados, demacrados, afectados, amanerados… cualquier truco vale con tal de poner en jaque el paso del tiempo y la vejez. Y es que sólo Roma se plantea ser invencible ante la muerte. Por eso Sorrentino nos atiborra de ese lado milenario de una ciudad, de clase muy alta, que sigue siendo imperial y exquisita prestando escenario al circo social de las pantomimas más superfluas a que puede dar lugar el vacío y sentimiento de soledad del ser humano. No olvidemos que Italia es una de las grandes cunas del Carnaval. Y aunque muchos de sus patricios del siglo XXI se vean fastuosos, rodeados de fuegos de artificio, derroches de intelectualidad y sexo prozac, el romano es retratado en realidad como el creador decadente de todo nuestro orbe, abocado a su propia destrucción.
Pocos son capaces de sacar sus verdades al sol y Jeppino se sabe el pilar de un castillo de naipes. Derrumbado él, caerán todos sus peones. Su impronta se desvanecerá con un único soplo del nuevo Gabbana o del siguiente dietista de moda. Si Gambardella se retira, perderá sentido ese modo de existir, aunque durante toda su vida, Roma, le haya deparado al Rey de los mundanos tantos éxitos y preciosas maneras protocolarias de dirigirse al redil. Él, es el gran observador; ni homófobo, ni misógino, sino misántropo. Y Roma, nuestro espejo, es el espejo de una civilización eternamente en lucha entre su grandeza y su decadencia.
Sorrentino parece acabar con La Gran Belleza la obra colosal de un octogenario. Pero apenas pasa de los cuarenta, con lo cual, lo que diga este señor en el cine en años próximos previsiblemente se escribirá con mayúsculas y en el lugar donde moran los grandes clásicos italianos. No en vano La Gran Belleza, es también un hermoso homenaje, actualizado, a La dolce vitta de Fellini. Sorrentino es un mago, un encantador de serpientes, un mentiroso y exaltador de grandes tópicos culturales, que en realidad, son imposibles de obviar… A nadie, jamás, habrá caído una americana roja o amarilla, tan estupendamente como a Jep Gambardella.
A riesgo de precipitarme, creo no equivocarme dando a La Gran Belleza el galardón del público del Festival Cineuropa, decisión que se conocerá en el acto de clausura del certamen, el día 29. Y quizás sea éste, sólo una pequeña muestra de los múltiples galardones con los que se hará esta película en los próximos meses.