Una de las sorpresas que más agrado me ha producido, cinematográficamente hablando, este 2013 ha sido el descubrimiento de La fragata infernal, filme dirigido en 1962 por el monstruo de la escena británica Peter Ustinov. Película que merece un mayor reconocimiento debido a su extraordinaria calidad, se trata en mi humilde opinión de la mejor película de la historia del cine sobre el mundo de las aventuras marinas no solo por las interpretaciones magistrales sino, sobre todo, por narrar con una impecable puesta en escena ‹british› una hermosísima historia sobre la lucha entre el bien y el mal y la confrontación de los términos ley y justicia. Todo ello es captado con una hipnótica fotografía en blanco y negro que se apoya en un ritmo trepidante que impulsa que las dos horas de duración de la película pasen en un abrir y cerrar de ojos.
Se trata de una modélica adaptación de la novela corta de Herman Melville Billy Budd el marinero, relato que fue publicado años después de la muerte del autor británico en el cual se describía la lucha encarnizada que enfrenta al inocente e infantil Billy Budd con un cruel maestro de armas que trataba de corromper sin éxito al ángel enviado al galeote.
La película comienza de forma espléndida con un majestuoso plano en helicóptero del mar y una voz en off que nos explica como el Avenger, barco de guerra británico en la época de las guerras napoleónicas, sale a la mar con el objeto de reforzar la escuadra británica sita en España, cantando el nombre de los personajes asociados al actor que los interpreta en los títulos de crédito. Al mismo tiempo que el Avenger zarpa un barco de provisiones británico llamado Los Derechos del Hombre que se cruzará con el Avenger en alta mar. El Capitán del Avenger, Edwin Fairfax, interpretado fastuosamente por el propio Ustinov, ordenará virar a Los Derechos del Hombre con el objetivo de reclutar personal del barco mercante para reforzar su tripulación. De todos los candidatos a seleccionar el elegido es el alegre Billy Budd.
Budd, interpretado por un primerizo Terence Stamp que borda su papel de cándido marinero en su debút en el cine, es trasladado al Avenger, barco que es gobernado laxamente por su Capitán y en el que la disciplina la impone el sádico maestro de armas John Claggart, interpretado por el grandísimo Robert Ryan en el que es, con permiso del boxeador de Nadie puede vencerme, el mejor papel de su extraordinaria carrera.
La inocencia e ingenuidad de Budd despertará las simpatías de la tripulación del Avenger que atisban en la ternura que desprende su nuevo compañero la bombona de oxígeno necesaria para descargar el ambiente de opresión que impera en el barco (tal como la inocencia infantil cambiaba el rumbo del barco gobernado por Quinn y Coburn en la magistral Viento en las velas, si bien en la cinta de Alexander MacKendrick la atracción que surgía entre la niña y el personaje de Quinn se enmarcaba en el ámbito de las relaciones adultas).
Pronto Budd se percatará de la brutalidad que reina en el barco al presenciar el salvaje castigo infringido contra un navegante indisciplinado (escena que recuerda a la que sufre el personaje de Richard Harris en Rebelión a bordo). Claggart, clara representación de la cultura del miedo y de la maldad, hostigará a Budd para que abandone su carácter bondadoso, sin que su acoso obtenga los frutos perseguidos. Al revés, Budd respetará y tratará amigablemente a Claggart a pesar de su áspero carácter. Los excesos de Claggart son consentidos por el Capitán en aras del mantenimiento del orden que cree necesario para gobernar un barco integrado por individuos de complejas personalidades.
Budd seguirá ganando afectos al arriesgar su vida para intentar salvar la de un marinero que es obligado por Claggart a hacer guardia en lo alto del mástil pese a su claro estado febril. La muerte del compañero provocada por el trato inhumano de Claggart y el gesto bondadoso de Budd inducirá que el enfrentamiento entre los dos antagonistas sea cada vez más tenso. Fairfax empezará a dudar de la capacidad de Claggart, puesto que su orden suscitó la muerte del tripulante y premiará a Budd nombrándole Jefe de vigías. Esta señal avivará la envidia de Claggart que no parará de acosar a Budd con el objeto de engendrar el enfrentamiento buscado por el Jefe de armas.
Harto de que Budd no caiga en sus provocaciones, Claggart hará creer a Fairfax la existencia de un motín diseñado por Budd con objeto de deshacerse de su enemigo. Ante esta falacia Budd, reaccionará bruscamente propinando un puñetazo a Claggart que accidentalmente le causa la muerte. A partir de esta secuencia la película adopta los arquetipos del cine judicial planteando el siguiente dilema moral: ¿debe prevalecer la justicia o el cumplimiento de la ley? Es entonces cuando Ustinov se convierte en el guía que lleva el peso de la historia, debiendo ponderar cual de las partes de la balanza tiene mayor peso en la ética de la marina británica [Spoiler] Finalmente un acto divino en forma de barco fantasma hará que la justicia aparezca repentinamente. Personaje el del barco fantasma francés similar al que otea el argumento de la magnífica Master & Commander de Peter Weir, cinta que aprovechaba el material de las novelas de Patrick O’Brian para describir las relaciones que se establecen en otro barco inglés sumergido en las guerras napoleónicas. [/spoiler]
La película ostenta un ritmo magistral y una elevada carga moral, diseñando Ustinov el Consejo de Guerra que padece el personaje de Budd como un auténtico vía crucis en el que el Mesías es juzgado por un Pilatos que es conocedor de la inocencia moral de Budd. Cinta de obligado visionado para los amantes del cine de aventuras y para los forofos del cine de juicios ya que en pocas películas se ha plasmado de forma tan admirable la confrontación entre Ley y Justicia. Con una soberbia planificación, nos hallamos en presencia de una película que debe ocupar un lugar privilegiado en la historia del cine, el territorio destinado a las obras maestras que dejan un rastro indeleble en la conciencia del espectador.
Todo modo de amor al cine.
Cómo puede ser que no la haya visto? En este momento estoy buscándola. No leí el spoiler, por las dudas! Brillante como siempre, Rubén! :)
Es un peliculón. Yo sorprendentemente tampoco la había visto hasta este año que pillé DVD. Es magistral. Mil veces mejor que Master & Commander, película con varios vasos comunicantes, y una adaptación perfecta de Billy Budd. Herman Melville estaría orgulloso.