Franz Marc pintó en Alemania a principios del siglo XX Perro acostado en la nieve, una de las ilusiones expresionistas de la época donde los animales tenían una pureza imposible de alcanzar para cualquier resabiado hombre. Poco antes nacía Bruno Duzzati, italiano, cuentista, creador de La famosa invasione degli orsi in Sicilia, hombre y motivo por el que Lorenzo Mattotti nos reúne aquí.
El director francés coge algo de ambos mundos: el colorido pictórico, las vitalicias sombras y los marcados colores crean el vehículo visual, mientras la narración que pasa de un cuentacuentos a otro atrapan nuestra atención para descubrir la gran hazaña, más allá de la fábula con aprendizaje, que es el cine de animación.
Al ver el cuadro nombrado al inicio puedo imaginar a ese gran oso, rey de todos ellos, maquinando su felicidad por encima de cualquier devoción al deber que todo mandatario promulga. Es la base de La famosa invasión de los osos en Sicilia, un personaje regio sobre el que construir un relato lleno de matices, desde la plasticidad de los sentimientos humanos a la efusividad colorista e imaginativa de los escenarios, una completa ebullición que va más allá de la fantasía que genera un buen narrador, llevándonos a visualizar lo que otros relatan superando la alegoría.
El cuentista se pone a parlotear, y entonces comienzan a aparecer esas sombras rectas pero ambiguas, danzantes en todo momento, conformando imposibles paisajes en los que unos osos bailongos avanzan hacia un nuevo mundo.
Hay drama, aventura, poder, engaño y distintos finales, todo lo que se espera de una gran historia, salvo que enfrenta la lealtad de los osos al carisma engañoso de los hombres, dando de nuevo una lección sobre lo que ya todos sabemos: los osos están más centrados que los demás. Para algo hay en este cuento un rey oso. Y amoroso.
Sobre los valores básicos del hombre y la incertidumbre que los mismos genera habla largo y tendido esta película, donde la valentía y la avaricia pueden equipararse en el conflicto de las palabras, sin olvidar lo importante: lo épico, lo fantástico que tan bien viste la festividad del que cita los hechos.
Es aquí donde crece La invasión de los osos en Sicilia, cuando los límites de la realidad pierden protagonismo y la magia de lo animado hace acto de presencia. Lorenzo Mattotti juega con la repetición, con la amplitud del espacio, con lo ilimitado de la magia y la coreografía. Una cascada de imágenes clásicas siempre adaptadas al color del ambiente que genera, con un personalísimo trazo y sin necesidad de referenciar ni guiñar a lo creado por otros, al ser el universo del texto inicial tan rico. Podría asemejarse a otra sencilla historia de entretenimiento, pero el film consigue con simpatía por momentos y estruendo en otros, equilibrar el amor paterno-filial sin tener tan en cuenta la importancia de ser un oso.
Es así de fácil, un buen narrador de historias ajenas sabe hacer suya la palabra, convertir lo anodino en carismático, hacer que todo resulte impactante, y Mattotti homenajea este saber hacer con La famosa invasión de los osos en Sicilia, demostrando que el de esto, sabe mucho más que cualquier charlatán.