Peter Watkins fue uno de los muchos realizadores de documentales que en los 60 y 70 consiguió cierto éxito partiendo de una forma de entender el cine más alejado de lo establecido en ese momento, haciendo auténticas maravillas con el falso documental con obras como The war game (Oscar al mejor documental en 1966 y censurada en la BBC, la propia productora, hasta 1985), que trataba las terribles consecuencias en la población inglesa de Rochester tras un hipotético ataque nuclear. Luego vendría la polémica Punishment Park, donde se recreaba una sociedad donde Richard Nixon usaba el terror por parte de su gobierno para mantener el control sobre los ciudadanos, por lo que directamente fue prohibida. Desde entonces, su cine pasó a ser marginado y su nombre, olvidado.
Sin embargo el bueno de Watkins siguió en la brecha haciendo trabajillos para la televisión. Así llegamos al 2000, cuando se le propone hacer una película sobre los sucesos de París de 1871. De hecho, habría que señalar, la mejor película sobre los acontecimientos de la Comuna jamás realizado.
La Commune no deja de sorprender por todo lo que nos ofrece y cómo nos lo ofrece su creador. Peter Watkins no necesitó más que una fábrica abandonada y 13 días de intenso rodaje en blanco y negro con actores no profesionales para sumergirnos de lleno en el movimiento revolucionario de la época. Además, añade a la ecuación dos ficticios canales de televisión que retransmiten y cubren todo el proceso, como es la conservadora Televisión Nacional de Versalles y la progresista (e ingenua) Televisión Comunal..
Lo primero que sorprende es lo minuciosamente cuidado con el que está contado todo lo acontecido sobre las causas, el ascenso y la caída de la Comuna, aquel movimiento obrero que posteriormente tanto marxistas como anarquistas sentirían como suyo. Sin maniqueísmo y sin esconder nada, la cámara de Watkins, en eterno movimiento, va entrevistando a soldados, mujeres o periodistas que se encuentran en París, cada uno con una opinión que, aunque entre ellos pueda parecer uniforme en ocasiones, cada uno es de su padre y de su madre.
Lo que sucede es un doble juego gracias a esos medios de información que se hacen eco de la noticia. Mientras se deconstruye sin atisbo de pretenciosa epicidad los acontecimientos en la capital francesa mediante exhaustivas entrevistas creando un completo puzzle donde se termina por entender a la perfección todo el proceso que gira entorno a La Comuna, se explora el papel de los medios; mientras Televisión Nacional Versalles ocupa el puesto del típico medio controlado por el poder donde todo se manipula a su antojo y se censura de manera más o menos velada (y recordemos que de eso Watkins sabía bastante) en una apariencia de democracia necesaria para legitimarse, Televisión Comunal es un medio que intenta retratar la realidad, pero sin embargo, poco a poco sus propios reporteros no pueden evitar formar parte de la historia y juzgar esa historia con sus propios ojos. La objetividad es imposible, nos viene a decir Watkins, pero este segundo medio sí que intenta ser abierto y plural. Se podría decir que Televisión Comunal tiene el mismo objetivo que la serie The Newsroom de Aaron Sorkin y se enfrenta a problemas parecidos, con la diferencia que en la serie de Sorkin el mal ya instalado dentro, mientras que la televisión revolucionaria puede empezar de cero.
La Commune también se articula en un ejercicio de cierta improvisación con los actores y sus personajes, pues todos van opinando libremente sobre aquellos días y se busca intencionadamente cierto paralelismo con la actualidad. Se juega a romper la barrera entre los actores y sus roles.
Pero lo que hace que todo esto funcione a las mil maravillas es la sinceridad con la que su creador afronta el proyecto, poniéndonos sobre aviso mediante dos actores que hablan precisamente como actores y no como sus personajes, haciéndonos partícipe de ante mano del rol y la personalidad que tienen dichos papeles que interpretan y del tono y la intención a la que vamos asistir. Así mismo, en otro ejercicio soberbio de espejos, se juega a lo que el actor sabe sobre su personaje y lo que el personaje de este ignora, haciendo reflexionar al primero para gozo del espectador.
Así que tenemos una especie de entre falso documental y recreación con elementos externos para la época que desgrana como nunca antes las causas de la Comuna con los ojos de aquel entonces (nada de chuminadas buenrollistas y políticamente correctas previo destrozo de la historia como Los Miserables de Tom Hooper) con una veracidad que asusta, consiguiendo huir de la teatralidad fingida que en principio un único escenario puede condenar al relato, que reflexiona sobre los medios de comunicación y el poder que les da de comer a cambio de legitimarlo, la búsqueda de la imparcialidad, o el desdoblamiento entre actor y personaje para acabar hallando en el presente los ecos de la historia que se cuenta. Y todo eso con un ritmo portentoso y lleno de escenas para el recuerdo, como la sublevación de los soldados que se niegan a disparar a las mujeres parisinas al principio de la cinta.
Maravillosa película. Hay que sacarla del olvido como sea. Sólo su larga duración puede echar a parte del público atrás, pero sería una lástima. Nunca van a estar tan cerca de La comuna de París con reporteros de guerra de por medio.
Excelente historia de la Comuna, de París,no he visto la película, tengo entendido que es una obra, que está en los libros de Karl Marx, eso sucedió en 1871,
Necesito saber el nombre de la película, para verla y disfrutar de ella