La caótica vida de Nada Kadić (Marta Hernaiz Pidal)

Viaje

A pesar de que el título de la primera película de la mexicana Marta Hernaiz Pidal diga lo contrario, Nada Kadić, la mujer protagonista de esta especie de road movie (inconmensurablemente interpretada por Aida Hadzibegovic), está lejos de estar a la deriva. Y si tantea con ello no es por otra cosa que por factores externos que empujarían a cualquiera a asomarse, de vez en cuando, por ciertos precipicios o a caminar peligrosamente por el filo de algunos abismos. Porque Nada Kadić y su pequeña epopeya íntima a bordo de un coche desvencijado junto a Hava, su hija, a través de los parajes de unos Balcanes repletos de fantasmas, bien podría perfectamente ejemplificar ese cine sobre mujeres fuertes y luchadoras, a lo Norma Rae (Martin Ritt, 1979) o Erin Brockovich (Steven Soderbergh, 2000). Esto es, la del individuo (mujer) en el centro del huracán, protagonista indiscutible absoluto, contra un sistema falocéntrico y opresor que busca derribar, mediante la erosión continua, unos personajes fuertemente enraizados en sus convicciones, aferradas siempre a un fuerte instinto de supervivencia.

Sin embargo, a diferencia de los referentes citados, la película de Pidal, no necesita de un conflicto sindical de envergadura o de los pleitos contra un gigante empresarial para visibilizar la lucha de la mujer contra el sistema, sino que, al contrario, nunca alza la voz para explicitarla, sirviéndose del tiempo muerto y de un viaje de fin de semana hacia el hogar familiar para edificar su discurso. La lucha de Nada Kadić es una lucha diaria contra todos y cada uno de los estamentos de la sociedad, la burocracia, las dificultades económicas de un país en punto muerto, los paternalismos vacuos y la soledad de una madre (de una hija autista, por si fuera poco) abandonada a su suerte por un estado inflexible y por la figura del hombre que, en la película de Pidal, deviene en una figura ausente, mayormente inoperante y empequeñecida ante el empuje vital de Nada.

En otras manos, todo lo anteriormente expuesto podría fácilmente desembocar, sin duda alguna, hacia la espectacularización de la miseria como vía (fácil y libre de escrúpulos) para sensibilizar al espectador a golpe de drama hiperbolizado. Sin embargo, Pidal huye de ello de forma hábil, dignificando con ello la lucha diaria de su heroína particular. En La caótica vida de Nada Kadić, la cámara siempre parece querer situarse a una distancia prudencial que permita el aire entre el drama del personaje y el propio espectador. Lejos de la cámara al hombro pegada en la nuca del personaje de turno, Pidal opta por el plano fijo general, lo que no sólo deshecha la pornografía sentimental sino que, paradójicamente, permite captar, de forma silenciosa, tanto la opresión social del personaje como su aislamiento. Sirva de ejemplo gráfico el modo en el que Pidal filma a Nada en su puesto de trabajo, de espaldas, escorada en una esquina con una mesa de trabajo que parece estar a punto de caer por las escaleras que tiene frente a ella. Pese a ello, este dispositivo formal se rompe cuando la película decide que, como espectadores, veamos también, desde sus ojos, a la otra parte de ese viaje, la de Hava, la hija autista de Nada, a través de una amalgama de sonidos, colores y primeros planos en gran angular. Dar voz también a esa otra parte incide nuevamente en la intención de la cineasta por alejarse de los lugares comunes de un drama unidimensional, desdramatizar el periplo de ambas y, con ello, dignificarlas moralmente.

Así, el viaje de ida y vuelta de Nada y Hava por pistas apenas asfaltadas de un país que no ha olvidado la guerra, será contra corriente y en práctica soledad, tal y como ya nos lo anticipaba el magnífico plano general con el que abría la propia película: el de una madre bajando por unas escaleras, a la derecha del encuadre de un extenso plano general, mientras, en el centro, un teleférico ayuda a salvar la pendiente, sin esfuerzo, al resto de pasajeros. Atrás quedan traumas apenas enterrados por las circunstancias y complejidades de una vida que, pese a todo, sigue y seguirá adelante.

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