Basada en un relato homónimo de Henry James, la última película del director austriaco Patric Chiha parte de un encuentro casual en una verbena; el cual, años después, se reproduce en la conversación que los jóvenes John y May entablan, al respecto de un misterioso secreto, algo drástico que sucederá, que él le confió a ella. A partir de entonces, se iniciará una relación entre ambos basada en ese secreto, en la expectativa o en la conexión mutua que sienten a través de este, y que a lo largo de los años y las décadas permanecerá en un mismo punto, con encuentros en clubes nocturnos y discotecas y ajeno al paso del tiempo y a todo lo que sucede a su alrededor.
Poco a poco, el misterio y la inacción inherente a su relación se van transformando en un espacio de seguridad mutua; May tiene su propia relación estable, John vaga entre escarceos amorosos, pero ambos regresan una y otra vez a ese punto muerto. Tiene sentido hablar de La bestia en la jungla como de un romance, pero en él no se manifiesta el deseo; si acaso, una curiosidad que ninguno de ellos deja florecer. Es, más bien, un encuentro que tiene un significado especial para ambos; la excusa del secreto, de ese evento que cambiará la vida de John, se convierte en algo que les da sentido y que deben compartir. Se podría hablar de esta cinta como de una suerte de ‹impasse› permanente, sabiendo que se está gestando algo más profundo en su relación y que simplemente no dejan que suceda, pero al mismo tiempo hay una sensación de plenitud en detenerse ahí durante todos esos años, a esperar. Es un relato triste, aunque no trágico, y en el camino evoca un plano existencial, casi diría que espiritual, que es muy atrayente.
Pese a basarse en una historia creada a principios del siglo pasado, Chiha ambienta esta adaptación en la Francia de los años 70, abarcando hasta inicios de los 2000 en el recorrido temporal de los dos personajes. Casi toda la acción transcurre de club en club en distintas noches de todos esos años, constituyendo no solamente una recreación muy sutil del paso del tiempo —los personajes parecen en ocasiones, incluso, congelados física y psicológicamente, mientras el mundo sigue girando a su alrededor— sino que ofrece un documento sobre los cambios de tendencias en las salas de baile a lo largo de esos años, siendo este el entorno prioritario para observar los cambios sociales y culturales y dejando lo que ocurre lejos de ellos en un fuera de campo permanente. Es por ello, de hecho, por lo que la estética de los clubes nocturnos resulta un elemento tan importante en esta película, en la iluminación y en la música. No solamente como un interesante recorrido histórico, sino en un plano más emocional, empleando sus canciones y tonos monocromos para ahogar al espectador en sensaciones que van desde lo hipnótico a lo melancólico, pero que reflejan todas ellas la inminencia ominosa de algo por ocurrir, ese secreto que une a los dos protagonistas y que han decidido compartir hasta el final.
Pero si el contexto histórico y, con él, la evolución de las salas de baile en particular son tan importantes y dan otro sentido muy rico y fascinante a la adaptación, es por lo que parecen decir sobre esa historia. En mi opinión, La bestia en la jungla funciona tanto en esa historia del punto muerto y del secreto que le da continuidad como en la reflexión personal que evoca sobre lo vivido, como una búsqueda del significado detrás de todo ese trasfondo sociocultural, de los años de juventud y del paso de los años. Es un sentimiento impostado; sin ir más lejos, Chiha ni siquiera pudo haber vivido todos estos acontecimientos y, en todo caso, seguramente como todo el mundo, nunca se paró a pensar en los significados detrás de las noches de juerga. Pero dicha impostación imagina y reescribe los recuerdos, les da una pátina de experiencia existencial; por ello, creo que lo que logra esta cinta, esa manera de revisar el pasado y de conectar con el espíritu juvenil de épocas que ni siquiera fueron suyas y de emociones que probablemente nunca fueron sentidas, es algo casi mágico.
La bestia en la jungla me ha terminado sorprendiendo a más niveles de los que pude predecir. El hermetismo de lo que se cuenta, en esas conversaciones y expresiones crípticas y esa insistencia en la indefinición del secreto, va dando paso lentamente a una camaradería existencial con los personajes; y sus vivencias, a su vez, son capaces de evocar sensaciones abstractas y construir una memoria con ellas que no llegó a existir como tal. Es una cinta que me recuerda, de una forma muy bella e introspectiva, la capacidad de la ficción para elaborar conexiones ficticias y reformular la realidad.