Comentar una película de Mario Monicelli supone un gran reto. Director de extraordinaria carrera que abarca cinco décadas, es quizás el mejor representante de la gran comedia a la italiana. Fallecido una semana después que otro grande de la comedia europea, Luis García Berlanga, obras como Rufufú, Vida de perros y sus películas con Totó así lo confirman. No obstante, no sólo fue el gran director de la comedia italiana, sino que sus películas también escondían un sentido crítico hacía la sociedad en la que vivió, tal como demuestra su obra maestra sobre la explotación en el trabajo: Los Camaradas.
La Armada Brancaleone supuso la confirmación de Monicelli como el maestro de la sátira y el esperpento , ironizando sobre una época tan oscura y atrayente como la profunda Edad Media. Llena de ironía y gags de alta comedia constituye un referente de la sátira de alta escuela y fue una pieza de referencia para los Monty Python en la realización de Los Caballeros de la Mesa Cuadrada. Monicelli utiliza los recursos de la parodia y la pantomima para ironizar sobre las supersticiones, el oscurantismo y las leyendas de caballería desarrolladas en La Edad Media, apoyándose en una espectacular y luminosa fotografía junto con un vestuario colorista y unos escenarios naturales de gran belleza estética.
La película se inicia con unos maravillosos títulos de crédito animados con dibujos del medievo y la machacona y adictiva marcha de Brancaleone a la que seguirá una primera escena de una matanza en un poblado adornada por escenas gore en tono de comedia a lo Caballeros de la Mesa cuadrada (cascos con cuernos que sirven de espadas, brazos sesgados, chorros de sangre…).
En la calma de la batalla un grupo de harapientos conseguirá derribar al caballero que comandaba el ejército saqueador y le robarán un pergamino en el que se otorga la propiedad de unas tierras al portador del mismo.
Este grupo de desheredados medievales compuesto por un pequeño escudero, un famélico campesino, un robusto pueblerino y un anciano comerciante judío, (extraordinario e hilarante personaje protagonista de momentos de gran comedia), decidirán buscar a un caballero que les ayude a reclamar las tierras que promete el manuscrito.
Conocerán a un caballero bravucón, deslenguado, gallardo y decadente llamado Brancaleone de Nurcia (interpretado magistralmente por el gran Vittorio Gassman), poseedor de un esperpéntico caballo verde. Brancaleone aceptará la propuesta para demostrar su hidalguía que ha sido deshonrada después de caer en un torneo de caballeros organizado para reclamar la mano de una gentil dama. Camino hacia la Tierra Prometida se toparán con el hijo bastardo de un noble (interpretado por un joven Gian Maria Volonté) que tras una patética lucha con Brancaleone, en la que talan un árbol a hachazos y siegan un campo de trigo a espadazos, se unirá al grupo para simular su secuestro y solicitar el rescate a su padre.
A partir de este momento la película se convertirá en una aventura quijotesca y grotesca en la que los personajes principales tropezarán con diversos individuos, a cual más friki, así como con situaciones patéticas que provocarán la carcajada y la hilaridad en cada secuencia.
Destacan la coincidencia de la Armada con una procesión dirigida por un iluminado que peregrina hacia Tierra Santa, compuesta por tarados y enfermos, con una maravillosa escena en un puente colgante en la que uno de los componentes de La Armada de Brancaleone se despeñará por “la mano de Dios”.
Más tarde, la Armada rescatará a una princesa interpretada por Catherine Spaak, la maravillosa hija de Vittorio Gassman en La Escapada. Al trasladarla a sus tierras la princesa tratará de seducir a Brancaleone, pero éste acabará conteniendo sus deseos más primitivos. Sin embargo al llevarla al castillo para desposarla con su prometido, éste descubrirá que la princesa no es virgen ya que ha sido tomada por el hijo bastardo del noble, lo que obligará a La Armada a huir atropelladamente del castillo.
Igualmente desternillante es la escena que protagoniza Vittorio Gassman con la siempre sugerente Barbara Steele en la que nuestro Brancaleone, ávido de disfrutar de los placeres de la carne, descubrirá que la fémina con la que se dispone a pasar una noche de placer esconde un halo sadomasoquista que hará que hagan el amor a latigazos.
Después de fracasar en el cobro del rescate ficticio que el padre del caballero bastardo se niega a pagar al considerar a su hijo una vergüenza para su casta, y tras la muerte del entrañable mercader judío, la Armada llegará por fin a la tan ansiada Tierra Prometida, pero un giro del destino incitará que nuestros protagonistas vean peligrar su tan deseado tesoro.
Películas como Los 100 caballeros o La Venganza de Don Mendo ironizaron con buenos resultados la época medieval, tan mitificada en los años 50 por las cintas de capa y espada como Ivanhoe, Los caballeros del Rey Arturo, Las aventuras de Quentin Durward, Juana de Arco, Las Cruzadas o El Halcón y la Flecha. Monicelli emplea las aventuras de un gafe de buen corazón para orquestar una comedia sobre el salvajismo, los excesos y fanatismo que reinaban en la oscura baja Edad Media, alcanzando de este modo la cima de la sátira que sirvió de referencia a películas posteriores que recurrían a la parodia como estilo narrativo.
Encuentro una parecida forma de observar la Edad Media en Paul Verhoeven en su reivindicable cinta Los Señores del Acero que pretendía profetizar, en tono de cinta de aventuras con un fino humor negro, la irracionalidad que poblaba este atractivo período.
Una película que no deberán perderse los amantes de la comedia total. Imprescindible para todo aquel dispuesto a dejarse llevar por las fanfarronadas y excesos de un maestro del cine mundial como fue el gran Mario Monicelli.
Todo modo de amor al cine.
Pésimo análisis. Lee año 1000 año 2000 de Duby.
Gracias. Yo te recomiendo leer El jardín de los suplicios de Octave Mirbeau. Al menos ha quedado un buen intercambio de recomendaciones literarias. Un saludo :)
Me pareció excelente el comentario de LAB. Lo felicito.