La alternativa se caracteriza por ofrecer títulos con temática parecida a alguno de los estrenos semanales. La vocación, claro está, de esta sección no es ni mucho menos menoscabar dicho estreno sino ofrecer un título que tenga su valía por sí mismo. Si procedemos con esta aclaración es debido a que en el caso que nos ocupa, Five Nights at Freddy’s, sí que hemos optado por una propuesta que por sí sola tiene su propio peso, pero que además es inevitable en la comparación.
Y es que Willy’s Wonderland de Kevin Lewis es todo lo que Five Nights at Freddy’s debería haber sido pero no ha sido. No insistiremos en el tema de estar protagonizada por Nic Cage, no. Evidentemente solo por eso ya es superior, pero en este caso no es tanto el actor (el Dios, el mito) sino qué se hace con el personaje.
Con una premisa prácticamente similar (vigilante nocturno enfrentándose a muñecos animatrónicos psicóticos) Willy’s Wonderland va directa al asunto y no indaga en subterfugios temáticos, ni profundiza en personajes queriendo dar un empaque dramático que no se necesita. No solo eso, sino que convierte esta ausencia de dibujo en prácticamente una virtud, transformando a Nic Cage en una suerte de anti-héroe silencioso. Una no persona que no sabemos quién es, de dónde viene ni a dónde va. Sencillamente se rige por un código de honor que, en este caso, consiste en limpiar Willy’s Wonderland y, ya de paso, repartir cera a los “moñecos” del infierno. Puede parecer hasta ridículo, pero lo que Lewis consigue es darle una dimensión casi mítica al personaje en la mejor tradición del Eastwood en las películas de Leone.
Además, el film cuenta con un elenco de secundarios absolutamente prescindible que, con coherencia, efectivamente son “prescindidos”, por decirlo de alguna forma, de la manera más rápida y contundente posible. Solo tenemos otra figura de género como la ‹final girl› que tiene cierta relevancia y aporta un contrapunto algo más serio al devenir de la trama.
Con un diseño de producción molón, muñecos carismáticos, canción infantil pegadiza incluida, y una banda sonora en la mejor tradición ochentera, Willy’s Wonderland se configura como un producto juguetón, que sabe lo que quiere y sabe a qué nicho de espectador se dirige. Podría ser perfectamente ese tipo de película adscrita a la denominación de cine molón, que hace del disfrute su principal y casi única premisa, ejecutándola a la perfección.
Es evidente que no estamos ante una obra de Antonioni ni pretende serlo. La factura por momentos es televisiva y se le notan demasiado las costuras de film de serie B. Sin embargo, todo ello nos interpela de forma honesta, diciéndole al espectador que esto es lo que hay y, a diferencia de Five Nights at Freddy’s, no hay que pretender rascar nada más de lo que ofrece. Por todo ello quizás sería exagerado decir que estamos ante una obra maestra, incluso una película muy buena. Pero de lo que no hay duda es que, a su manera, Willy’s Wonderland es una película perfecta.