En la actualidad la naturaleza ya nos avisa constantemente del consumo excesivo de recursos por parte de una sociedad ávida de bienestar individual. Desgastamos aquello con lo que convivimos y lo que antes era considerado pura ciencia-ficción se está convirtiendo en futuros plausibles. En el cine, por ejemplo, ya no es necesario recalcar cuál es el salto temporal de las distopías futurísticas, ya no se le pone una fecha concreta al fin de nuestras comodidades y finalmente, nada parece tan descabellado contemplando nuestro presente.
Para el futuro siempre se ha pronosticado que las máquinas iban a dominar a sus creadores pero, aunque más minoritarias, también se han fundamentado muchas historias en los cataclismos ocasionados a nuestro ecosistema. Mientras algunos lo siguen mezclando con esos aparatos imposibles de metales sólidos, existe esa otra rama que contempla la vuelta a los recursos mínimos. Dentro de una estructura que combina todas estas posibilidades se encuentra Vesper, el primer trabajo que une a Kristina Buozyte —de la que recordamos su exuberante Vanishing Waves— y Bruno Samper, donde el futuro más oscuro pasa por una naturaleza capaz de destruir los recursos básicos de los hombres.
En ese sentido nos encontramos con la austeridad de aquellos que viven en el bosque con unas herramientas básicas y un nuevo concepto de alimentación y supervivencia, donde existen distintas comunidades con diferentes comodidades, adentrándonos en los ideales de la joven Vesper, un personaje que destaca más allá de su protagonismo ya que, mientras nos muestran una humanidad interesada en subsistir en el presente, ella trabaja incansable en un posible futuro.
Dentro de esa idea esperanzadora nos encontramos con una película que ciertamente se enfoca en la ciencia-ficción sin mixturas de ideas refritas, como sucede tanto en las propuestas más actuales. Se contempla un bosque inhóspito dentro de la belleza de la corrupción de su crecimiento, consiguiendo que lo importante sea la forma orgánica de la evolución, ya no solo de las plantas, también de todo tipo de aparatos que nos hacen pensar en los sueños más febriles de David Cronenberg y su imaginería basada en exoesqueletos, organismos vivos y sinuosas formas, aunque ampliando esa visión tan propia del disfrute personal a la subsistencia.
Enfocado desde la distopía más cruda, y conscientes de las dificultades a las que se enfrenta esa niña cuyo entorno nos confirma que la inocencia quedó a un lado mucho tiempo atrás, un personaje inusual consigue hacer brillar la mente de la joven en un mundo donde los estratos sociales se han transformado en distintos guetos de supervivencia y jerarquías de mando, un mundo en el que la libertad parece asociada a la pobreza cuando el trueque vuelve a ser la moneda de cambio, y lo más nimio se vuelve indispensable.
No se evita un mensaje positivo que se eleva ligeramente dentro de la oscuridad de la historia, donde la codicia del control y el poder hunde cualquier perspectiva de prosperidad común, transportando esas diferencias actuales dentro de nuestra sociedad a una elevada inhumanidad en un entorno hostil, que convierte las injusticias en un asunto de vida o muerte.
Vesper es una película inteligente que no deja de lado el entretenimiento y que sabe convivir con un mensaje claro donde el hombre no siempre se lleva la mejor parte, inspirado por una protagonista semi-adolescente que prospera con una mentalidad abierta al aprendizaje que le ofrece su entorno, convenciéndose de lo poco importante que es la aprobación de unos adultos acomodados en sus conocimientos y estatus para salir adelante. También tiene esa hermosa concepción de la genética modificada de la fauna y la flora, que adorna un entorno al que se le ha negado su avance normal, y donde los alardes tecnológicos son insólitas y siempre adaptados a su idea de nuevo ecosistema fragmentado. No son necesarios grandes efectos ni alardes narrativos para hacer prosperar una historia sólida y significativa, donde la esperanza no es una almibarada extensión de la felicidad normativa, sino una fuerte crítica que apenas destaca dentro de su concepción, con los pies aferrados en un futuro no tan improbable lleno de posibilidades aún inexploradas, capaces de soñarse a sí mismas.