Aunque Unforgiven ofrece una mezcla genérica, donde el drama de tintes personales y el thriller de baja intensidad se aúnan en una historia de redención (imposible) que da la sensación de haber sido vista en diversas ocasiones, ello no es óbice para resaltar su capacidad de constituirse en un producto que está un paso más allá de su formato televisivo. Es decir, lejos de conformarse con su apariencia de producción formulaica, sabe articular un discurso y una narrativa lo suficientemente potente como para ponerse en valor por sí misma.
Sí, tal como indicábamos, puede que su historia no nos resulte del todo desconocida, pero el hecho diferencial estriba no tanto en los detalles y en los matices de la trama sino en su capacidad de dejarla casi en segundo plano y centrarse en un minucioso estudio de personajes donde, más allá de poner el foco en el drama de su protagonista, consigue que cada uno de ellos tenga una personalidad propia, unas motivaciones concretas bien dibujadas que les sitúen como sujetos activos y no meros figurantes de relleno.
Esta miniserie de de David Evans (que tranquilamente podría funcionar como largo) prescinde la idea televisiva de ‹cliffhanger› como resorte de interés para hacer de cada capítulo un acto perfectamente definido de esta historia. La habilidad reside en cómo con pinceladas muy sutiles se define perfectamente la psicología de sus intervinientes y de exponer que, a pesar de una estética de narración plana, hay más complejidad formal de lo aparente. Lo que Evans consigue es mostrar cómo, con relativamente pocos mimbres y alejándose de la aparatosidad y la sobre escritura tan en boga y, a veces imprescindible para alargar el producto en televisión, es posible cerrar el círculo de una historia en poco espacio sin perder un ápice de profundidad.
Y es que Unforgiven tiene todas las características, sobre el papel, que la podrían hacer caer en el tremendismo melodramático o incluso en una explotación pornográfica donde se mezclan las churras de lo social con las merinas del melodrama criminal. Lejos de ello estamos ante un drama profundo y sobrio que pivota tanto sobre unas interpretaciones impecables como en su capacidad de desarrollo natural, conciso y al mismo tiempo sabiendo que puede exhibir y que puede dejar en un oportuno fuera de campo enigmático en actos y sentimientos que el espectador debe rellenar.
Unforgiven es, finalmente, un compendio de contradicciones y matices en cada historia, es decir, todo aquello que nos hace humanos. Es por eso que es sorprendente (y a la vez no lo es) que nos enfrentemos a una narración que pone de relieve la oscuridad, el tormento personal y la soledad ante un entorno hostil pero que simultáneamente rompe estereotipos y expectativas al abrazar sin pudor una calidez que dista mucho de la impostura del ‹happy ending› forzado. Una obra esta, por tanto, que no solo es humanista en su enfoque sino que consigue una empatía natural, sin aditivos y que la convierte en un todo un ejemplo de retrato poliédrico del drama que es a veces vivir.