Si algo expresa la filmografía de José María Forqué es la diversidad de sus películas en cuanto a géneros. Demostró una gran versatilidad y eficacia como director al acometer proyectos que van desde títulos de propaganda anticomunista como Embajadores en el infierno (1956), pasando por el musical con Tengo 17 años (1964) o el cine erótico de El monumento (1970), sin dejar de lado sus comedias —probablemente lo que le valió mayor reconocimiento hasta nuestros días— en obras como Usted puede ser un asesino (1961) o Atraco a las tres (1962). Más cercano al cine de suspense, al policíaco y al cine negro encontramos su sensibilidad alrededor de los aspectos más oscuros del alma humana en De espaldas a la puerta (1959) y 091, policía al habla (1960). Estas trasladaban los códigos del cine comercial de género típico de Hollywood a la idiosincrasia y el contexto social y cultural de la España de la época, pasados por el filtro y la influencia del nacionalcatolicismo en cuanto a la perspectiva moral sobre sus personajes, mucho más explícita que en cualquier título marcado por el código Hays. Y es del mismo Hollywood de donde se puede encontrar la referencia para otra de sus cintas coetáneas, Un hecho violento (1959).
Se trata de un filme singular, cuya acción transcurre en Estados Unidos. Su relato sigue a Clint Hall (Richard Morse) y Kathy (Mabel Karr), una pareja de recién casados que va a pasar su luna de miel en una casa en la playa de un pequeño pueblo. La atmósfera y el tono la marca su banda sonora de jazz, aparecen delincuentes juveniles con estética ‹greaser› y en las calles de la localidad se pueden ver unas pintorescas siluetas de jóvenes bailando en un bar proyectadas a través de las cortinas que tapan las ventanas. Clint acaba en la cárcel como consecuencia desafortunada de haber sufrido un atraco mientras iba a por medicinas para curar a su esposa. Forzado a intentar robarlas de la farmacia de la localidad, se le condena a la pena máxima en una prisión con trabajos forzados como pena ejemplarizante. Allí el Capitán Clark (Adolfo Marsillach) será su pesadilla. El responsable del campo White Cloud se encarga de poner al límite y provocar a sus prisioneros para evitar que accedan a cualquier mejora de sus condiciones de encierro o reducción de la pena. Los abusos, las torturas, las miserables formas con que son tratados los delincuentes convictos se ven subrayadas como contraste por las que experimenta el protagonista en sus propias carnes siendo en realidad una víctima.
El contrapunto al drama carcelario lo da una aproximación excesivamente melodramática de la interpretación de Mabel Karr y el retrato de su intenso amor, que sin embargo mantiene conectados a ambos personajes aunque permanezcan separados la mayor parte de su metraje. Los intentos de fuga continuos, los castigos progresivamente más duros cada vez que fracasa y la relación con los otros presos se alternan con los esfuerzos de Kathy por conseguir una revisión del caso por parte del juez McGrath (Patrick Laurence). Este retrato de la violenta represión en una cárcel y la actitud desafiante y rebelde de los internos resulta llamativo dentro de la cinematografía española del momento. Mucho más incluso el devenir argumental y discursivo, que condena sin ambigüedad alguna al personaje de Marsillach. Llegando al extremo de que los propios guardias colaboran con algunos de los presos para facilitarles la comunicaciones con el exterior y hasta denuncian sus prácticas y ordenes inhumanas, cuestionando así su autoridad.
Un hecho violento cuenta con los recursos típicos y estereotipos dramáticos esperables del cine de prisiones y un desarrollo simple con elementos deudores de la serie B, que hacen que el espectador pueda pasar por alto la poca verosimilitud de algunas de sus escenas y las limitaciones de sus localizaciones, apoyada por la familiaridad de sus personajes y situaciones, una más que efectiva gestión de los espacios a través de su fotografía, la contención narrativa y las inventivas composiciones de planos que destacan en algunos momentos.
Crítico y periodista cinematográfico.
Creando el podcast Manderley. Hago cosas en Lost & Found.