El estreno en salas de La conferencia, dirigida por el veterano Matti Geschonneck, afronta la revisión de un hecho deleznable como fue la reunión en enero de 1942 en un mansión perteneciente a un noble, probablemente de origen judío, a las orillas del lago Wannsee. Durante hora y media, miembros de las SS, la Gestapo, el partido nazi y el gobierno alemán, representados por catorce mandos o cargos de importancia, concluyeron un documento para permitir uno de los exterminios más brutales por parte de la humanidad. Dirigidos por posibles sucesores de Adolf Hitler como fueron Reinhard Heydrich y Adolf Eichmann, los allí reunidos resolvieron llevar adelante la solución final a la cuestión judía. Con esas decisiones se aceleró el transporte de los prisioneros hasta los campos de exterminio. El resto de la Historia ya es sabida.
En esta ocasión buscar la película que puede sustituir al estreno reciente del film alemán es fácil, puesto que hasta la fecha conocíamos La decisión final (Conspiracy) un telefilme de coproducción inglesa y norteamericana, premiado, comercializado en DVD y emitido por una famosa plataforma televisiva. La dirección de Frank Pierson, más el trabajo de actores prestigiosos como Kenneth Branagh, Stanley Tucci o Colin Firth, otorgaban una calidad superior a la catódica requerida a un producto de sus características domésticas. Pero aunque la realización resultara fluida, dotando de dinamismo a una obra de aspecto teatral por la unidad de tiempo, espacio y acción, algunos inconvenientes lastraban su interés. Por una parte la falta de credibilidad en los detalles de personajes como Eichman, furioso con los camareros del banquete y subordinados como el teleoperador. Por otro lado, el gran lastre de la producción del año 2001 era la de usar tanto actores británicos en su mayoría, recitando sus diálogos en idioma inglés para situarnos en un contexto germano. Por lo que el conjunto podía ser interesante, incluso entretenido. Mientras que su plasmación resultaba fotogénica, elegantemente ambientada y con dificultad para detectar a los personajes por encima de los actores (famosos) que los encarnan. Sumando un empeño por replantear la mítica Doce hombres sin piedad de Sidney Lumet como esquema narrativo, aunque en este caso el proceso de convicción para conseguir la unanimidad resulte inverso.
Por fortuna existe un telefilme anterior de 1984 que trata el mismo suceso. De producción germano-austriaca, Die Wannseekonferenz (The Wannsee conference) comienza con la llegada de los implicados al palacete del lugar aludido en el título. Con una voz en off sobreexplicativa inglesa, en la versión internacional, para situar la fecha de enero de 1942, somos testigos de la llegada de los mandatarios convocados a ese lugar remoto, vigilado por multitud de guardias y soldados. Un leve zoom nos sitúa tanto en contexto ambiental, como en lenguaje propio de un dramático para la televisión. Pero se trata de un dramático similar a los que se rodaban en celuloide para las televisiones desde los años sesenta hasta los ochenta. Ya fuera en 16 o 35 milímetros, de ambientación cuidada y expresividad fotográfica. Mediante una planificación que recurre al principio a breves planos generales para presentar al grupo de catorce hombres sin piedad. Posteriormente, la narración audiovisual dosifica los cambios de planos medios más grupales hasta primeros planos de dos o tres personajes.
El guión es un trabajo que destila ficción y teatro, echando mano del acta que sobrevivió una reunión más secreta que oficial, por mucho que implicara a la cúpula de nazis poderosos que luego irían despareciendo o envejeciendo, en el caso de no ser ejecutados o apresados por sus crímenes brutales durante la guerra. La diferencia con la versión anglo-norteamericana es que la veracidad viene implícita por la nacionalidad de sus intérpretes alemanes, evidentemente. Puede que la filmación, ya sea por el apoyo total en los diálogos, como por la sala en la que se desarrolla prácticamente todo el metraje, resulte propia de los mencionados dramáticos televisivos. Pero Heinz Schirk, el director, emplea bien el tratamiento, así como el montaje y el ritmo de los planos. Tanto como los planos detalles de reacciones mudas de algunos actores ante las respuestas de los otros. Siempre atento a las miradas, gestos de aprobación o contrariedad entre los comensales. Con matices fotográficos que sutilmente gradúan los ochenta y cinco minutos de duración del encuentro, un período de tiempo igual al de la hipotética conferencia. Gracias a la progresiva oscuridad de la iluminación que ensombrece la mirada de Heydrich hasta que apenas intuyamos lo que piensa en su afán por acabar con todos los judíos. El largo bascula desde la recreación histórica hasta una argumento de terror seco, directo, en el que una docena de hombres educados e inteligentes, más alguno limitado por su ausencia de interés, hablan de matanzas, campos de concentración, esclavitud laboral de los prisioneros y demás crímenes, con la misma ligereza que si contaran chistes, como hacen también en ocasiones. Llegando a la conclusión de que por mucho poder que tuviera Hitler, necesitó el apoyo de todos estos secuaces para organizar el exterminio.
Sin apoyo musical pero con el tempo de unos diálogos maquiavélicos, pisándose unos personajes a otros en la exposición de la irracionalidad y sus barbaridades. Intuyendo que tampoco esta sería la única solución definitiva de la Segunda Guerra Mundial, tal como confirman las devastaciones en Hiroshima, Nagasaki, Dresde, Rusia y otras campañas. Provocando al espectador la misma indignación y furia que Senderos de gloria entre otras obras antibélicas.
Die Wannseekonferenz no nos libera a niveles catárticos como otros films que retoman a los nazis exiliados, décadas después y que, para nuestro regocijo, son ajusticiados o descubiertos. Véase Marathon man, Los niños del Brasil o El médico alemán (Wakolda). Este telefilm solo necesita una reunión, la frialdad táctico militar, el temor ante la autoridad y el miedo de ver si hemos aprendido o seguiremos aprobando asesinos como estos en cualquier parte del planeta.