El director y guionista Sion Sono es, sin duda, uno de los autores más importantes del cine japonés de los últimos 20 años. Uno, además, de los que más parecen fomentar los tópicos sobre películas violentas llenas de locura asiática a nuestros ojos españoles. Muestras de ello son algunas de sus obras más populares, como Exposición de amor o ¿Por qué no jugamos en el infierno? Ambas excesivas para muchos, pero equilibradas y muy divertidas gracias a la mano del realizador, experto en mezclar humor, crítica y sangre a borbotones con una naturalidad que no todos los paladares del fantaterror reciben igual. Sin embargo, lo cierto es que la carrera de este hombre, con más de 50 trabajos realizados entre largometrajes y cortos a sus 59 años, nos ha ofrecido otras facetas más tradicionales (y por ende menos celebradas entre su fandom) como es The Land of Hope, un drama sobre el accidente nuclear de Fukushima y sus más inmediatas consecuencias.
En The Land of Hope, conocemos a una sencilla familia formada por una pareja de ancianos, su hijo y su nuera en un pueblo que se ve afectado por las secuelas del terrible terremoto que tuvo lugar en Tokio y derivó en un tsunami que resultó en la explosión de una estación nuclear en Fukushima. Motivo, este último, que lleva a que los residentes del pueblo donde viven nuestros protagonistas deban evacuar, o al menos una parte, porque esta familia vive en una granja con solo una mitad del área designada como área de evacuación. Un detalle llamativo de por sí, por lo que supone en general, pero mucho más remarcable dada nuestra actualidad (con el volcán en La Palma destruyendo la vida de tantos a su paso), entroncando con la idea del hogar y lo que significa abandonarla; la disyuntiva entre ver toda tu vida consumida o ser consumido con ella, siendo consumido de todos modos (de algún modo). La significación de las palabras y de las memorias en tu vida, que te permiten diferenciar entre casa y hogar en base a todo lo que han compartido los convivientes y los que han pasado por allí a lo largo de su tiempo, seguido por otras cuestiones más terrenales o materiales, pero igualmente importantes en la vida de cualquier persona.
Con esta premisa, puede ser muy difícil no caer en ciertos tópicos dramáticos y postapocalípticos que ya ha tratado el cine con mejor o peor suerte en el pasado, pero es que estamos hablando de un tipo especial (con una cultura especial también para nosotros), capaz de impregnar con su personal visión todos los temas de la vida (y de los géneros del cine), ya sea en el musical (Tokyo Tribe), la acción, el J-Horror en todas sus formas o el drama sin problemas, aunque a veces se le pueda criticar cierta sobreactuación muy actual en cierto cine japonés. En cualquier caso, la fuerza de algunas imágenes, la reflexión en torno a nuestras decisiones en la vida, a nuestra posición respecto a la naturaleza, reproduciendo lo que debió ser 2011 para las víctimas y los supervivientes de Fukushima y sus alrededores. Después de todo, más allá del cine incluso, es lo que queda al ver The Land of Hope: cómo enfrenta el ser humano el miedo, la pérdida, el aislamiento, la enfermedad o el desastre. La persona que habla (y la que ordena, por qué no), frente a los sentimientos de la persona que escucha, por resumir; el desastre natural que ha sido agrandado por el hombre con su civilización, por terminar.