Damien Leone, realizador de apellido ilustre, es uno de los infatigables cineastas que se han ganado un hueco en el cine de terror de mercado minoritario, antiguamente destinado a los estantes de los videoclubs y ahora bajo los efluvios del llamado ‹video on demand›, gozando de cierto prestigio por el cariño que el aficionado más desprejuiciado desprende hacia la espectacularidad fisonomía de uno de los personajes más singulares que pueblan su filmografía. Art The Clown, el payaso maléfico de marcada corporeidad y carisma casi paródico, es el protagonista absoluto de esta Terrifier, cinta heredera directa de la anterior obra del realizador, All Hallow’s Eve, más conocida en nuestras fronteras como La víspera de Halloween. En aquella obra, con las aristas gráficas del look retro y negativo gastado tan popularizado últimamente en el recuerdo nostálgico del cine grindhouse, se proponía, con unas maneras aterradoras y un especial sentido por lo visceral, un esquema episódico donde algunos de los capítulos eran antiguos cortometrajes del director. Uno de ellos, el más acertado y que se ganó el corazón de los cada vez más habituales degustadores de este cine destinado a estar fuera de los circuitos comerciales, era directamente el cortometraje titulado exactamente que la película aquí a examen, con la figura de ese siniestro payaso con sanguinarias ansias de homicidio.
Hablar de las virtudes de esta película es hacerlo directamente del propio cortometraje antes mencionado, donde se vislumbran las intenciones de Leone por recuperar un terror visceral, visualmente anárquico, ofreciendo un conglomerado donde no se escapan los tropos del slasher pero con una concepción perfectamente asimilada por alguien que conoce muy bien el subgénero. El talante “amateur” de aquella obra, que aquí se pretende igualar, dotaba a la cinta de un aura underground y realista que dejaron para sí unos logros conceptuales con portentosa imaginería, como esa perfecta asimilación de las naturalidades propias de la vertiente que hace de ambos productos totalmente disfrutables; la inesperada sordidez que choca con el habitual aura lánguida del horror más comercial hacen de toda la obra de Leone, y más la relativa a este Art The Clown, un perfecto ejercicio de estilo donde la nostalgia por un horror grotesco y exacerbado se concibe de manera oficiosa y devota. Bien es merecida la mención de recrear en ambas el lado más tenebroso de una noche tan importante para el horror como es Halloween, alejándose del habitual aspecto circense de la misma y aupando ese lado salvaje y anárquico que la conecta directamente con el peso del folclore que esa festividad tiene en territorios norteamericanos.
La trama de Terrifier no escapará a los consabidos parajes argumentales de las películas de su estirpe, con un grupo de personajes (en una premeditada anexión a las bases del slasher, la primera pareja protagonistas será una dupla de jóvenes estilísticamente parodiadas como las víctimas tropo del subgénero) perseguidos por un siniestro payaso que parece asolar las calles de una pequeña localidad de Estados Unidos en la citada noche del terror americano. Y es en la enigmática figura de su pérfido protagonista donde la obra de Leone logra enganchar con el espectador, gracias a su sentida disposición, tan ambigua como sórdida, a la hora de aumentar las habituales características que se suelen utilizar en la recreación de payasos malvados: Art The Clown hace la película suya recreando, dentro de una gran interpretación corpórea y hasta de misteriosa mímica, un villano ya antológico, sobre el que recae el peso que la película pretende en su concepción del horror.
Aún con ciertas dolencias narrativas debido al intento de explotar el magnetismo de su icónico personaje en el formato largometraje, Terrifier se postula como una especie de discurso definitivo de la personalidad de un director como Leone: alguien que parece anteponer en su oficio la cualidad de fan a la de cineasta, buscando conjeturar en pantalla unas semblanzas hacia el terror que hacen recordar el potencial explotado en el género en décadas pasadas. Si bien es cierto que para ello recurre a una estética de conocida saturación y el consabido exceso plástico de sus momentos de impacto, Terrifier se resguarda en sus modestas maneras para rememorar las cualidades de una vertiente tan denostada como el slasher, explotando su potencial bajo un loable hálito de nostalgia.