Yo sé que para muchos el ‹summum› en el cine italiano son sus aportaciones en el ‹spaghetti western› y el ‹giallo›. No voy a menospreciar las magníficas obras que surgieron de manos de grandiosos directores, pero es que es inevitable rescatar esas películas que sirvieron de financiación para los citados subgéneros. Muchos fueron los realizadores que se aliaron con producciones norteamericanas para reproducir grandes éxitos de taquilla en una versión casposa que personalmente debo tildar de “encantadora”.
Entre ellos podemos destacar a Luigi Cozzi, también conocido para sus películas americanas como Lewis Coates, que llevó adelante versiones de Alien, el octavo pasajero —Contaminación (Alien invade La Tierra)—, Godzilla —bajo el mismo título— o sus visiones sobre las hazañas de Hércules —en El desafío de Hercules y su secuela La furia del coloso—. Toda una amalgama de películas de gran presupuesto y aspecto de serie B que explotaban la vertiente más creativa del director. Por supuesto, en la época era todo un filón la saga Star Wars, y muchos quisieron el éxito amasado por George Lucas. Star Crash se lleva solo un año con La guerra de las galaxias. Episodio IV: Una nueva esperanza, pero sigue todas las pautas que encandilaron a público y crítica de entretenimiento.
Lo que para algunos pudiese resultar una ofensa, se convierte en manos de Cozzi en pura diversión a base de comparativas. Están claras las intenciones de Star Crash, choque de galaxias desde que sus dos protagonistas comienzan, una a gesticular excesivamente —magníficos momentos ojipláticos de Caroline Munro—, el otro a poner cara de palo —ese maquillaje naranja de Marjoe Gortner—, mientras intercambian frases molonas sobre viajes espaciales que quiebran cualquier ley física y temporal. Estamos ante una ‹sci-fi› que encaja a las mil maravillas el humor y las resoluciones argumentales basadas en el “porque sí”. El malo es el que lleva el peinado a lo princesa Leia, los bikinis son injustificables para peleas cuerpo a cuerpo de las mujeres que aparecen en el film, hay un robot carismático con frases preparadas para pasar a los anales de la historia (si la película hubiese tenido el calado esperado en taquilla y hordas de fans) y aparecen sables láser.
Pero las similitudes solo harían de Star Crash otra predecible versión de un éxito cinematográfico, como tantas otras que se apilan en el olvido, y lo que hizo Cozzi implica una serie de decorados y efectos especiales maravillosos, incluyendo una visión del espacio que se asemeja a un árbol de navidad epiléptico, y mira, estamos en unas fechas en las que es inevitable emocionarse con cosas así. También la repetición de planos de naves espaciales con maquetas insólitamente cuidadas y originales forman parte de este metraje, con escenarios minimalistas, momentos ‹stop-motion› ralentizados y muchas explosiones a base de chispitas brillantes. Hay una mínima y peligrosa distancia que separa el amor por sacar adelante un proyecto aunque se vean los pufos en el presupuesto que iba recortando la creatividad y el «me da todo igual, me van a pagar igual el sueldo, que salga lo que salga», y sea cual sea el motivo por el que Star Crash siguió la línea que la sostiene como una especie de pieza de culto/broma, es de agradecer.
Mención especial al primerísimo papel protagonista de David Hasselhoff, con momento pelazo cuando saca su cabeza de una horrenda máscara, así como a Christopher Plummer —ya un genio de la interpretación por aquella época— que simplemente tuvo que pasar por caja en esta película, porque el esfuerzo está claro que fue mínimo y aterrizó en el proyecto para ayudar a atraer gente a los cines.
Sí, Star Crash, choque de galaxias tiene alma de desastre sideral, pero es que es tan magnífico todo lo que pasa y tan poco fiel a una línea argumental, que da igual cuántos planetas sobrevivan o no al final del metraje, porque está claro que nadie lo pasará tan bien terminando la saga de Star Wars como viendo esta pequeña joya de la repetición europea de los ‹hits› americanos. Ya la estáis recomendando a todo el mundo.