De Singles (1992) se ha comentado hasta la saciedad que retrata una época concreta, inicio de los noventa, y que fue un hito en su momento por mucho que el tiempo haya terminado por destruir el aura de película de culto y generacional que llevaba colgada desde su estreno.
Y sí, estamos ante esa clase de películas que se hicieron en parte populares, hasta el punto de que hoy en día las identificamos con la década de los noventa, con varios personajes encontrando su lugar en el mundo tanto laboral como afectivamente, con pequeñas historias de encuentros y desencuentros, poblado por un sinfín de rostros que nos suenan de otras muchas cintas del mismo estilo o con actores y actrices que comenzaban a ocupar la pantalla y luego se harían populares. A fin de cuentas uno puede identificar a Paul Giamatti en un papel de apenas unos segundos a la vez que gente como los componentes de Alice in Chains o el mismo Tim Burton hacen su aparición en la obra.
Una película que se mueve a través de sus personajes, llenos de pequeñas excentricidades, cuyo verdadero motor son los detalles y situaciones que van definiendo el tono de la obra. Vista hoy, uno siente la tentación de rendirse a la nostalgia y regodearse en las formas del ‹feel good movie› generacional que tanto furor causaba en esta clase de obras, aunque en el caso que nos ocupa, mucho menos cínica y existencialista que otras laureadas películas al estilo de SubUrbia (Richard Linklater, 1996) y más cercana a la liviana pero un artefacto de entretenimiento inigualable como Empire Records (Allan Moyle, 1995).
Obra pues, de gente andando y hablando mientras transitan a una edad adulta desconocida y temida, a la par que arrastran un sentimiento de malestar que no logran identificar y que fue etiquetado (y enlatado y comercializado) como Generación X. A esto le ayuda el hecho de que la película transite en Seattle y la banda sonora esté compuesta por algunos de los grupos que ya empezaban a destacar en el panorama internacional. Ya saben, la cuna del grunge y todo eso.
Lo cierto es que no recordaba que todo transcurriera de manera tan inocente, con unos personajes idealistas que, en última instancia, no sufren por su situación laboral como sucedía en otras obras de la época. Me ha sorprendido esa facilidad para perdonarse entre ellos y uno tiene la sensación que todos, salvo el personaje de Matt Dillon, pertenecen a un grupo social acomodado. Pero igual siempre fue así, al fin y al cabo el punto de partida de un gran número de películas de la época giraban en torno a la salida de la universidad para precipitarse al vacío de la edad adulta, como, otro ejemplo y sin duda mi filme favorito acerca de «otra cinta generacional rollo años 90», Kicking and Screaming (Noah Baumbach, 1995).
Singles fue un exitazo en su momento, ayudado por su banda sonora y la inclusión en la cinta de los integrantes de Alice in Chains. Y con el tiempo el recuerdo de la gente se ha enfriado. Pero aún así es una obra entretenida, con el clásico ritmo endiablado de estas dramedias donde pasas hora y media sin darte cuenta. No me refiero a que tenga mil millones de cortes como una cinta de Michael Bay, sino que se construye en base a pequeñas escenas donde siempre pasa algo “diminuto” con repercusiones. Cameron Crowe también utiliza voces en off y rompe la cuarta pared entre los personajes y los espectadores, creando una cercanía y una frescura que se siente de su época y que tampoco desentona en la actualidad. Todo esto para acercarnos a las idas y venidas de “chico conoce chica”.
Aunque poblada de personajes secundarios, Cameron se detiene sobre todo en dos parejas y una chica que ansía estar con alguien. Uno siente la tentación de gritarle que el resto de desechos afectivos que deambulan alrededor de ellos son más interesantes y se merecen más tiempo en pantalla. Pero cumple con creces. Todo suena a visto y a fórmulas repetidas, precisamente porque este tipo de obras corales de jóvenes buscando su sitio acababan reflejando un momento y un estado de ánimo concreto.
Singles ha arrastrado durante demasiado tiempo la etiqueta de película de culto, la cinta generacional por excelencia, el filme de la Generación X definitivo. Aunque esto le hiciera alcanzar el éxito en su momento, el tiempo pasa factura al estar las expectativas tan altas. No deja de ser otra obra de su momento (que no es poco), reflejando, de manera más cálida que otras, dos historias comunes que siempre se han hecho y siempre se harán y que alcanzaron en los 90 una especie de subgénero: chico conoce chica y paso a la edad adulta. Sólo faltó el otro pilar de aquella época para tener el combo: regreso a casa y nada es como parece.