La carrera cinematográfica de Cecil B. DeMille estuvo marcada principalmente por sus populares superproducciones épicas, en particular sus adaptaciones de textos bíblicos. Es en ese ámbito donde se encuadra Sansón y Dalila, su propia versión de la popular historia del hombre cuya fuerza sobrehumana reside en su cabellera.
La película, fruto de un esfuerzo de ambientación encomiable, no ofrece por tanto muchas sorpresas a nivel narrativo, y en ese sentido es donde cobra fuerza como experiencia inmersiva tomando como base una historia mil veces contada y reformulada. Mediante el lenguaje que permite el cine, su intención de llegar a un público amplio queda patente; tal vez demasiado, pues no son raros los poco elegantes momentos en los que los personajes parecen apelar a la cámara. Sacrificando la elegancia y la sutileza por la visceralidad y el fervor, Sansón y Dalila es una obra marcada por su mensaje y su intención de hacerlo llegar mediante este medio.
La claridad de sus intenciones en ese sentido no es necesariamente algo malo, y no es difícil reconocer una habilidad en la puesta en escena, el ritmo narrativo y la dirección de actores que condicionan la eficacia de esta experiencia. Aunque narre un cuento popular y de dominio público, el interés nunca decae hasta un punto que desenganche de su desarrollo. En particular, donde encuentra y consolida mejor ese gancho narrativo es en la pareja principal. Victor Mature no ofrece un papel muy lúcido en principio, pero adquiere matices interesantes a lo largo de la historia y es un buen Sansón con el que es posible simpatizar. Pero donde la película alcanza una categoría completamente distinta es en la presencia de su contraparte, Dalila. El rol de Hedy Lamarr como la particular femme fatale bíblica es el gran atractivo de una obra que en comparación se siente hasta acartonada. Su magnetismo y su belleza seductora inundan la pantalla tanto como su convicción interpretativa. Y el propio DeMille lo destaca: en ciertos momentos parece que sea ella la verdadera protagonista de la historia, y el guión se permite reescribir al personaje del texto original para que tenga más presencia en ésta y un mayor desarrollo emocional.
En cierto modo, de hecho, esta versión de la historia se aleja de las ataduras del texto bíblico y examina una relación romántica que en muchos sentidos es lo mejor de la película, en cuanto a la exploración introspectiva que supone. Se nota más energía y convicción en cualquiera de los momentos que comparten ambos protagonistas en pantalla que en el resto de la obra, que a veces da incluso la sensación de que se limita a cumplir la cuota. No está exento de carencias; los vaivenes emocionales que sufren ambos resultan muchas veces abruptos, y no logra despejar del todo la sensación de que el espectador está varios pasos por delante de ellos en todo momento. Pero aún así sus escenas son lo suficientemente memorables para conformar, por mucho, la identidad más reconocible de la cinta.
En el apartado visual no puede evitar sentir el paso del tiempo en muchos momentos y de una manera bastante cantosa, en particular con los escenarios de cartón piedra, la pelea con el león que roza lo vergonzoso o lo poco convincente de esa espectacular secuencia final. Todos esos elementos afectan a una inmersión en la narrativa que se ve obviamente condicionada por el hecho de que sus efectos visuales han quedado particularmente envejecidos, aunque también se puede sacar un cierto encanto involuntario de ello. Contrasta con la buena labor al gestionar el ritmo narrativo y los diálogos, así como la calidad de otros aspectos de su ambientación y de las interpretaciones, y no es casual que sea en las escenas de acción pura cuando menos convence.
Sansón y Dalila es, en general, una obra más dentro de la cuota de cine épico/bíblico del Hollywood clásico, que no asume riesgos elevados ni tiene grandes expectativas artísticas. Pero a nivel de su realización se convierte en una experiencia notable gracias a la dirección experta y al enfoque que se permite ciertas licencias en la adaptación de la historia para mayor lucimiento de sus dos intérpretes principales y exploración de sus respectivos personajes. Es una película de virtudes obvias y carencias subrayadas por el paso del tiempo, que proporciona un buen entretenimiento pero está lejos de llenarme, tanto por falta de interés personal en el tema que trata como por los puntos más bajos de su ejecución.